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A 100 AÑOS DE LA MUERTE DE AMADO NERVO

By sábado 15 de junio de 2019 No Comments

FAUSTINO LÓPEZ OSUNA

El más universal de los diccionarios, el Pequeño Larousse, en su formato enciclopédico, consigna: Nervo (Amado), Tepic 1870-Montevideo 1919, poeta mexicano. Iniciado en el modernismo (Perlas Negra, Místicas, ambas de 1888), su estancia en París como corresponsal lo imbuyó de una mística más literaria que real (Los jardines interiores, 1905). Sus obras posteriores adoptan un tono sentimental y confidencial (En voz baja, 1909, Plenitud, 1918, La amada inmóvil, 1920). Escribió asimismo crónica, crítica y novela corta.

El presente trabajo lo iba a subtitular “Entre la Leyenda y el mito”, la primera del latín: legenda, y la segunda del griego: mythos, pues ambos sustantivos, sin ser sinónimos, definen casi lo mismo, aunque en el mito intervienen seres sobrehumanos. Pero opté por suprimir dicho subtítulo aunque Nervo es, de sobra, una figura legendaria en la poesía mexicana. Y como lo consignado por el Larousse seguro se repitió, con justicia, infinidad de veces en el aniversario luctuoso que nos ocupa, he preferido recordar una serie de hechos en torno al amado, como su nombre, por el pueblo de México y de otros más de habla hispana. Algunos son sucesos poco conocidos del vate nayarita.

En una ocasión, encontrándose como representante plenipotenciario de México en España, coincidió con Rubén Darío acreditado igualmente por su país ante la tierra de Cervantes. Conocido era el doloroso e insuperable alcoholismo, del segundo. Cuando recibía el sueldo compraba un tonel de vino que hacía subir a su habitación. Se encerraba y arrojaba las llaves al drenaje del sanitario hasta consumir la bebida y lo encontraban dos o tres días después, derribando la puerta, a veces sin conocimiento, lastimosamente deshidratado. Así sucedió el día en que estaba programada la ceremonia de la presentación de sus cartas credenciales ante el rey, en la que Darío leería un poema que había prometido escribir sobre el Cid, para la ocasión. Nervo se dirigió al hotel, pidió que forzaran la puerta de la habitación y medio reanimando al nicaragüense a como pudo, lo hizo que le dictara el poema prometido, dándole lectura él en su representación, lo que habla de su limpia solidaridad que tuvo con el padre del Modernismo. Otra vez, entrevistado en Montevideo sobre quienes eran, para él, en ese momento, los más importantes poetas de Latinoamérica, respondió, sin modestia alguna: somos tres, pero los tres tenemos un defecto cada uno: Salvador Díaz Mirón, el más fiero asesino; Rubén Darío, el más grande alcohólico, y yo. (Por admiración y respeto a su memoria, omito la descalificación que se dio a sí mismo).

Leí a Amado Nervo por primera vez cursando Bachillerato (Vocacional) en el Instituto Politécnico Nacional, por recomendación de mi maestro de Literatura, profesor Isidoro Enríquez Calleja, al mismo tiempo que los grandes modernistas nuestros: Luis G. Urbina, Gutiérrez Nájera, Salvador Díaz Mirón, López Velarde, Othón, por lo regular en la colección de Leras Mexicanas de Porrúa Hermanos. Me apasionaban los prólogos. Nunca olvidaré que en el de Nervo supe que en algunos de sus primeros poemas en el Seminario (en Michoacán),con posterioridad había reescrito versos cambiando las palabras Señor por Mujer. Después me pregunté si por algo así en el Larousse se dice que tuvo “una mística más literaria que real”. Pero la intención aquí no es criticar su obra, magnífica. Sirva únicamente para enriquecer aspectos de su personalidad literaria, importante para sus biógrafos y lectores.

Cabe destacar que nadie como él escribió un extenso y hermoso poema a don Benito Juárez, que bien merece ser rescatado por la masonería, para su gloria.(“¡Y que Dios te bendiga, Padre mío!”, le dice, transido de sublime emoción, Amado Nervo, al inmortal oaxaqueño. Oda digna de recordarse en este centenario luctuoso).

No hemos dicho que aquí, en el puerto sinaloense de sus inicios como periodista en El Correo de la Tarde, trazó igualmente su extraordinario itinerario como poeta. Tampoco que los jaliscienses intentaron despojar a Nayarit de su nacimiento, pues este aconteció en el siglo XIX, cuando la hermosa tierra de los coras formaba parte de Guadalajara, como Nueva Galicia, constituyéndose el Estado Libre y Soberano de Nayarit hasta después de la promulgación de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, en Querétaro, en 1914.

Agregaríamos que aunque la Enciclopedia Larousse incluye a Amado Nervo cinco personajes después de Pablo Neruda, por el orden de la ´N´, extrañamente omite que la aparición de La amada inmóvil ocurrió un año después de su fallecimiento, en 1920.

*Econimista y Compositor

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