MIGUEL ÁNGEL AVILÉS
Estoy impactado: como le harían para colgar, de un de repente, en menos de dos horas, tantas y tan bellas lunas, al rededor del mundo. Ya me comuniqué a La Paz, a la Ciudad de México, a Comala, a los montes Urales, a Caduaño, a Lilliput y allá también aparecieron poquito después que oscureció. Aparte, me sorprende aún más-porque han de saber que ya me mandaron foto de sus lunasque todas son igualitas. Quiera dios que las hayan instalado bien. Me dormiré confiando en ello, que me queda, porque no me gustaría que, en la madrugada, me cayera una luna en la cabeza. Y es que, de quedar vivo después del lunazo, la verdad no sabría como volverla a poner ahí, exactamente ahí donde está ahorita la que nos tocó a nosotros, y menos lograr que se vea otra vez así de bonita.
Tampoco sé si ya vendan lunas de repuesto por si esta empieza a fallar luego que la ponga, e ignoro si ya existan técnicos o especialistas en arreglar lunas. Luneros, supongo que se han de llamar, pero quien sabe si tengan servicio a domicilio o uno les tiene que llevar la luna.
Ojalá si den servicios a domicilio porque no me gustaría quedarme sin luna y a obscuras por dos o tres días hasta que esté lista. A estas horas sería imposible conseguir una luna prestada y en buenas condiciones. Puede que sí, con suerte sí, pero seguramente sería una luna cualquiera, nomás para salir del paso, blanca y luminosa, quizá, pero no como estas que fueron colocadas al rededor del planeta y que, de tanto colorido, me da la impresión que es una luna, más bien, son – porque ya me confirmaron que todas están igualitas-que quieren ser crepúsculo y arcoíris al mismo tiempo.
No ha de ser fácil hacer tantas lunas y sobre todo pintarlas tan bonito, viajar con ellas e irlas colgando una por una por donde se vaya pasando, instalarlas con la debida pericia para que no se caigan y encenderlas al unísono, de golpe, con el único propósito que alguien la vea, corra la voz y, casi tan rápido como fueron colocadas, ya estemos todos, toditos, contemplando esa sublime epifanía de la creación.
LA LLUVIA A ESTA HORA Llueve porque mi madre se acordó de mí y llora de gusto. Llueve y pienso en las madrugadas cuando la familia completa viajaba rumbo al sur. Llueve después de todo y, también antes de acordarme de mis amigos, de mi padre y de mi tía Maura, ya llovía. Al amanecer encontré la tierra húmeda y la mama de mi amigo Ricardo descansaba en ella, como reposaba en su manera de querer con un abrazo. Llueve a la hora del café porque hay que saborearlo con esas gotas de pan. Llueve en los ojos de J y de R porque hoy saben, con dolor que, en un de pronto, los amigos pueden irse. Llueve y la lluvia a ratitos se esconde y luego regresa, juguetona, para mordernos los pies como la lengua húmeda de un gato. Llueve a esta hora, mientras el sol devora, en una casa escondida, la sopa del día. Llueve sin ti y contigo donde estemos. Llueve y alguien toca a la puerta, para avisarnos, que Dios sigue con vida.
* Abogado y Autor Sonora / BCS