MIGUEL ALBERTO OCHOA
I . Los hospitales son seres extraños con la capacidad de abrir la boca del tamaño de una familia entera. Se dice que uno nace en ellos, no obstante, lo que no se dice, es que algo de ellos nace en nosotros. Tarde o temprano la gente entra a sus fauces con la etiqueta en la frente cual producto de supermercado. Viven con hambre, no saben morir y usualmente son generosos. Se les puede encontrar en cualquier ecosistema, pero su favorita es la ciudad. Algunos estudios indican que es así por la gran cantidad de alimento: los familiares de los enfermos. Son su adicción, no se sienten orgullosos, no sienten ni piensan nada al respecto, no se juzgan a sí mismos, tan sólo se ocupan de abastecerse de familiares, porque sin sus lágrimas, sin sus preocupaciones, sin sus gritos o sin sus interminables esperas no podrían vivir como les gustan, como se han acostumbrado a lo largo del tiempo. Los hospitales son seres patéticos, usan las puertas medio abiertas de los dormitorios como carnada, las sillas para los visitantes, la televisión contra el aburrimiento, las ventanas que nunca son perfectas para mirar el día que nace o el día que se va. Abren la boca y cierran sus ojos, sin preocupaciones.
*—Me encanta encontrar historias —apuró su nieto—, así
puedo revivir a mi abuela.
—Tu abuela no está muerta, Faustito, sólo está callada.
—Pues está muy callada, creo que ya se cansó de hablar
conmigo.
—Escucha, ella te quiere mucho, pero necesita descansar.
ll. Las navidades avisan de tiempo antes sus intenciones, sus ojos rojos pueden contemplarte porque están en todos lados. Redondos, brillantes, coloridos. No hay secreto alguno que puedas tener con ellas. En tanto hay diversidad en el universo, con esa proporción, se pueden olvidar de la existencia de las otras personas y enfocan toda su atención en ti. Esperan un regalo especial y no puedes escapar de sus expectativas, tampoco superarlas. Y tú, ser pequeñísimo, no puedes hacer una cosa sino meter tu cabeza como avestruz dentro de la tierra, creer que con tallarte la cara con agua fría podrás despertar de la pesadilla. Las navidades se ríen porque eres uno solo y ellas tienen la capacidad de ser muchas. Estás atrapado, no puedes escapar, pero ni tú ni ellas lo dicen, la diversión se terminaría si dejas de bailar en el torbellino. Ellas quieren que sigas creyendo esa ilusión de que tú y ellas pueden coexistir en un mismo lugar y tiempo, y tú quieres seguir creyendo que no sabes nada: pero lo sabes todo. Y de cualquier forma bailas, sonríes, compras, cocinas, levantas tus manecitas y piecitos como títere. Sin embargo, no es del todo mala, tiene dos regalos para ti:
**a) Te dará un cuchillo y sobre la envoltura —ligeramente cortada— tendrá su respectivo moño rojo.
b) Te dará calcetines y sobre la envoltura navideña tendrá su respectivo moño rojo.
Y tiene uno extra
c) Te dirá en secreto que puedes acabar con los males del mundo de un tajo. Como un magnífico hechicero, te dirá al oído que eres El Gran Solucionador y que desde ti vendrán todos los remedios, pero que antes deberás cortar tu
garganta para acceder a este poder, que al menos para ti, lo será todo.
Elegiste la opción b, pero querías elegir la opción a, para al menos, tener la sensación de que eres lo suficientemente valiente para la acatar la opción.
* Coordinador de Circulos de Letras CECUT
Tijuana B. C.