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ATARDECER EN VENECIA

By miércoles 30 de enero de 2019 One Comment

PRIMAVERA ENCINAS

En Venecia no puedes evitar enamorarte hija. Tienes que venir y disfrutar de semejante joya. Desde que abordas el Vaporetto y navegas por el Mar Adriático, vas sintiendo el viento contra tu rostro, paladeas un poco de sal en los labios y contemplas un cielo que se funde con el océano.

Venecia es muy antigua. Desde el siglo V es una zona comercial, donde el occidente se comunica con el oriente, por eso tiene un aire exótico, casi islámico, que se manifiesta en la Basílica de San Marcos. Creo que nunca había visto una iglesia más hermosa. Desde fuera es imponente con sus murales donde se plasma el anhelado dominio contra los musulmanes, así como las cúpulas abovedadas que recuerdan a Bizancio.

El interior es aún más impresionante con los miles de mosaicos bañados en oro que con la luz del sol, brillan generando un maravilloso efecto. A pocos pasos se puede visitar al Palacio Ducal. Aquí te abrumas con la calidad de las pinturas de paredes y techos, así como los oscuros calabozos, a los que recomiendo entrar con un buen guía. Te confieso que me sentí tan integrada al ambiente, que de pronto ya no estaba en el siglo XXI sino en el Renacimiento y me tropecé con una ansiosa jovencita que buscaba a su novio en el Palacio Ducal.

Quería escaparse con él, pues su padre se había casado. En el trayecto, meditaba en la humillación familiar cuando huyera con el profesor de música, pero al ingresar a los pasillos, se encontró con un apuesto turco. Era alto, con barba castaña y poseía unos ojos verdes que destilaban fuego. Jamás se había sentido más excitada. Ese hombre superaba en mucho al profesor. Era varonil, peligroso, un verdadero contratiempo diplomático, pues ante todo era veneciana, y no podía traicionar a su gente.

Me surgen varias ideas para continuar la historia, ¿qué opinas? De seguro me dirás que debe escaparse con el turco, pero entonces, terminará en un pequeño harem, compartiendo a un hombre que rara vez le dirigirá la palabra, habrá de convertirse al Islam, y jamás volverá a su tierra para recorrer sus ruidosos canales.

Un dilema, ¿cierto? Tal vez deba alejarse de la tentación y convertirse en una matrona, casándose con un rico mercader que le hará la guerra a los turcos. O quizás, desee quedarse en casa y mirar por la ventana los cientos de embarcaciones que llegan de oriente y occidente. Conocerá a un francés, o un alemán abrumado con el sol, que la lleve hacia los Alpes y la haga vestir gruesas pieles para soportar el frío.

Por lo pronto te comentaré que en el Palacio Ducal exhiben instrumentos de navegación, que pueden servir para mis reportajes. Vimos pinturas de Tiziano, Tintoretto y El Bosco, pero lo que más llamó mi atención, fue un libro del siglo XIII. Lástima que no dejan sacar fotos o te habría mandado algunas imágenes.

El libro estaba decorado con unos bellos dibujos, donde se mostraba una dama y un caballero en estado de contemplación romántica. ¿Sabías que antes del siglo XV los libros se hacían completamente a mano? Hasta que Gutenberg inventó la imprenta, los libros eran costosos y de difícil acceso.

Mientras caminaba por el Puente Rialto cerré los ojos para escuchar el murmullo de los vendedores. Ahora hablan en inglés, francés y por supuesto italiano, pero en otras épocas, se podían escuchar otras lenguas, pues comerciaban con bizantinos y árabes. Los venecianos dominaban el comercio del Mediterráneo con productos traídos desde China o la India. Sus banqueros eran muy famosos, así como su moneda.

Si bien la ciudad fue sumamente importante en el medievo, tuvo también una época de esplendor en los posteriores siglos. Fue la cuna de Vivaldi, Casanova y el famoso Carnaval de Venecia. ¿Puedes imaginar a los elegantes aristócratas con sus famosas máscaras? Como buen turista me compré una, es rosada con dorado, pero la verdad no sabía por cual decidirme. Por lo regular son de diferentes colores y tienen brillantina.

Las máscaras implican anonimato, aventura, instantes de infidelidad. Es inevitable pensar en las traiciones o relaciones incestuosas que se cometieron bajo su embrujo, ya que se borraban las buenas costumbres o las reglas más estrictas del resto del año. En el carnaval, existe cierta licencia. Por ello, se me ocurre que nuestra protagonista se aventuró por una noche con aquel turco.

Puedo visualizar un baile. La noche sería estrellada, con pocas nubes, el otoño no ha llegado. Ortensia, la jovencita de nuestra historia, sólo ha visto al turco una vez, pero sabe que andará cerca del palacio. Sus costumbres no les permiten integrarse socialmente en un festejo occidental, pero Ortensia está dispuesta a encontrarlo. Para ello utiliza una máscara con brillos dorados, a juego con su vestido verde oliva y su cabello castaño oscuro. Deambula por los pasillos donde lo vio antes. No está ahí. Tal vez se ha marchado a la mansión que los ha hospedado o regresó al barco que lo trae desde oriente. El Palacio Ducal está frente al mar, donde cientos de embarcaciones navegan cada día ofreciendo un impresionante cuadro.

Como el carnaval está en su apogeo hay mucha gente en las calles, así que sale a caminar acompañada de su doncella, buscando a los extranjeros. Ha escuchado que detestan las costumbres europeas. Incitan a sus jóvenes a luchar contra los cristianos, prometiendo las mieles de la Guerra Santa. Pero aún así no teme, camina entre ellos sintiendo que lo verá en cualquier instante, como de hecho ocurre.

Jalim contempla el océano al lado de una fogata. Por doquier se escucha música, se aspira el olor a incienso, perfumes, especias. Los colores inundan el ambiente. No sólo se canta en lenguas romances. Se pueden detectar vocablos extranjeros, melodías seductoras.

Se detiene frente a él. El hombre no la ha visto. Ortensia no sabe cómo iniciar una conversación. Dentro del palacio intercambiaron miradas, de hecho la devoró con los ojos. Fue como si hubieran conectado en silencio. Ahora, frente al mar Adriático, está decidida a ir más allá. Avanza dos pasos, él la presiente. Girando hacia ella, busca su rostro.

Al retirarse la máscara, a Jalim no le queda duda de su identidad, ni de sus intenciones, por lo que da un paso al frente y tomándola de la cintura, la atrae a su cuerpo. Ortensia se deja apresar por sus labios. No le interesa el futuro. Sólo sabe que el anonimato del carnaval está a su favor, por lo que se deja llevar a una habitación oscura, donde permite que la acaricie hasta convertirla en mujer.

Con los primeros rayos del sol, Ortensia se pone de nuevo la máscara. El turco partirá poco después con el sabor de sus labios. No pertenecen a la misma cultura. Él tiene un hogar en el imperio Otomano. Ella se casará con un banquero y tendrá siete hijos, rememorando por siempre el hermoso encuentro. Al navegar en góndola, contemplará el fastuoso atardecer mientras las antorchas comenzaran a brillar. Aunque un trovador cantará en italiano, en su mente, las notas se mezclarán con susurros orientales.

* Autora, Ciudad Obregón, Sonara

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One Comment

  • Laura Gassos dice:

    Fascinante historia corta y con detalles suficientes que estimulan la imaginación. Leía e imaginaba el mar, la iglesia, el carnaval y los amantes. Gracias Primavera Encinas, tu pluma es mágica.

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