ALBERTO ÁNGEL «EL CUERVO»
Se había levantado muy temprano… Una pequeña taquicardia asomaba cada vez que pensaba en encontrarla… Hacía ya un buen tiempo que el encuentro se venía posponiendo… El sólo hecho de imaginarla frente a él, el poder abrazarla y besarla, le hacía estremecerse… En el transcurso de la ensoñación, la fantasía por el encuentro próximo, fue dejando caer la ropa y disponiéndose a obtener aroma a fresco, preparó la pastilla de jabón… Era un jabón que había encontrado en una farmacia del centro de la ciudad… su aroma era en verdad exquisito…
Le recordaba su infancia en aquellos años en que las pastillas de jabón de olor, así se les llamaba, verdaderamente se robaban la fragancia de las flores más bellas y exquisitas para convertir el baño en una deliciosa experiencia aromática… El agua estaba helada, había olvidado pedir el gas a tiempo y ahora, justo ahora que intentaba prepararse para el encuentro, pasaba esto… Estaba helada… Sí, pero hubiera jurado que se estaba bañando con agua tibia… De hecho todo parecía tener la tibieza ideal… El día soleado aún dentro de las temperaturas invernales le sonreía tibiamente…
Escogió con todo cuidado su ropa… La ropa interior… ¿Qué caso tenía poner tanto cuidado en la ropa interior? No iba a revisarlo, pensaba, y esto le hacía sonreir aunque en realidad su sonrisa, desde que supo que la iba a ver, la motivaba su mágica presencia… Bella… Bellísima… Era quizá la mujer más bella que había visto en su vida… Pero no alcanzaba a precisar si era más bella por fuera o en su interior… Su mirada, una mezcla de languidez y picardía envueltas en una deliciosa inocencia… Su boca… Su boca era perfecta… Sus labios carnosos y suaves no podrían ser sino la promesa de un beso con igual perfección… Había soñado con ese beso desde que la encontró… O mejor dicho, desde que ella había llegado, desde que ella había regresado a su camino… No sabía a ciencia cierta explicar por qué lo consideraba así, pero en algún lugar, en algún tiempo, en alguna vida anterior estaba absolutamente seguro que habían coincidido y culminado ese mágico amor que ahora los volvía a abrigar…
—¿Por qué lo dices…?
—No sabría explicarlo bien a bien…
—Y entonces… Cómo podría yo saber que no es una
especie de cuento truculento para convencerme…
—No lo puedes saber… Pero puedes darte cuenta de que
es cierto si te permites que los sentires permanezcan en
vez de los pensares…
—No entiendo…
—Pon tus manos en las mías… Pero deja entre ambas una
mínima distancia… Y siente… Siente…
—¡Ayyyy…Qué es esto…!
—¿Sientes…?
—¡Síiiiiiii… Qué es esto, brujería…!
—¿Podrías negar lo que estás sintiendo…?
—Claro que no… Es algo increíble… Lindo… Intenso…
Cómo si… Como si…
—Como si fuera conocido, desde hace muchos siglos…
—Sí… Sí…
—¿Ves…? No hace falta nada más que sentir… Sentir en
vez de pensar, en vez de analizar… La vida es tan breve y
tan frágil… No vuelvas a irte… Nunca más…
Y la mirada dubitativa que brotaba de aquellos ojos primorosos, cubriéndolo en un halo incomprensible, tibio, delicioso, lindo, intenso, lo derretía, lo enamoraba.
Se dio cuenta que el agua estaba fría hasta el final del baño al mirar su piel erizada y temblorosa mientras se recorría con la toalla… Pero todo era tibio al evocarla… Con especial cuidado, se afeitó, escogió una colonia especial para el encuentro, debía ser muy especial el aroma… Un aroma a reencuentro, a magia, como mágico era el amor que había brotado sin sentir y sin pensar entre ambos… La ropa… Había que parecer casual pero al mismo tiempo algo muy especial especialmente pensado para que ella lo viera quizá aunque fuera un poco atractivo… En realidad, siempre se había considerado a si mismo un feo… Desde niño, desde aquella vez en que mirándose al espejo mientras su madre tejía le dijo: “mami… ¿verdad que yo soy feo pero fuerte…?” y su mamá se deshizo en besos para él… El caso es que a la víspera de aquel encuentro hubiera dado lo que fuera por no ser feo… Quería… Definitivamente quería verse atractivo para ella que era sin lugar a dudas la mujer más bella que había visto en la vida…
Revisó cada cosa planeada… No olvidaba nada… No, solamente pasar por la rosa… Una rosa que confirmara el amor, el profundo amor que sentía por ella… Hubiera preferido una gardenia… Era su flor favorita… Pero el lenguaje del amor indicaba que para un amor intenso y apasionado lo propio era una rosa roja… Le pidió al señor del puesto la más bella rosa que tuviera… El viejo del viejo puesto de flores, lo miró intrigado… “Ah… ¿encontró el amor?” “exactamente así… Encontré el amor… O no sé si el amor me encontró al fin después de andar buscándonos mutuamente…” “eso es muy bello… No lo deje ir… No lo deje ir jamás…” Jamás… Eso pensaba al ir llegando al lugar… Caminaba a la puerta revisando una y otra vez su atuendo… La mesa estaba situada en el rincón… “donde nadie le moleste, señor, como lo pidió” “gracias, es muy importante…” Y entonces entendió la teoría de la relatividad de Einstein… Nunca un segundo había durado tantos años…
Por fin, la vio entrar, apabullantemente bella… La taquicardia se hizo estruendosa… Podría asegurar que los que le rodeaban escuchaban su corazón latir apresurado e intenso… Se levantó con la servilleta en la mano esbozando una sonrisa que le brotaba de lo más profundo del corazón…
—Hola… Perdón por el retraso, es que estaba buscando quien… —No, no, no digas eso… Me haces el ser más feliz del mundo al llegar… Y además… ¿Recuerdas una película que se llamó Love Story…? —Creo que sí… —Hay una escena que se hizo inmortal cuando Ryan O’Neal le dice a Allie Mac Grow: Perdón y ella le dice: no, no… Amor es nunca tener que pedir perdón… Y yo te amo… —Y yo te amo a ti con todo mi corazón…
Y las miradas fijas… Y los rostros que se acercan… Y todo se queda callado… Y se hace lento… Y el tiempo guarda silencio… Hay una pausa sagrada que deja escuchar los corazónes latiendo al unísono… Los labios llegan a milímetros… Él puede percibir lo dulce del aliento de su bellísimo rostro de labios perfectos… Y las luces se despedazan en miles de colores al entregarse al beso durante tanto tiempo añorado, evocado, fantaseado, soñado… Y el sabor de ella es el del más dulcísimo néctar que jamás ninguna flor haya tenido… Y el ritmo crece, las humedades se agigantan… La piel calcinante es recorrida por un estremecer que motiva que el abrazo sea mayormente cercano…
De mutuo acuerdo y sin mediar palabra, salen… Un lugar donde no haya más testigos que el amor y las caricias, es imprescindible… De la mano en actitud de no querer soltarse nunca, llegan… Entran… La ropa estorba… La piel calcina… Los besos se hacen interminables e infinitamente eróticos… Es una verdadera pulsión de vida… Él la recorre con su caricia… Ella responde amorosamente en un gemir contínuo… Él la devora con su mirar… Ella, sabedora de su excelsa belleza deja que los ojos de su amado se pierdan en el paisaje femenino… Y los labios… Se van abriendo paso por entre los muslos… Ella murmura un tembloroso “te amo” él solamente continúa el viaje ascendente hasta llegar al santuario que mitiga la sed de siglos por ella… Ella se arquea en una sensación incomparable… Él bebe, bebe, bebe amorosamente hasta que el derretir está a dos segundos… Ella lo frena y le obliga a subir… Y el encuentro se produce en el beso total… Ese beso absoluto en donde las entrañas se penetran, se conjugan en humedades amorosas…
Y en un grito común, se desvanecen abrazados… La calma va llegando poco a poco… Ella se recarga sobre el pecho masculino… En amorosa desnudez, solamente se escuchan los latidos aún en taquicardia descendente… latidos fuertes, contundentes… Rápidos, como si fueran el repiquetear de una alarma… Se hace más y más fuerte… Alarma, sí, parece una alarma… De algún lugar brota el sonido de una alarma vibrante… Él despierta… La busca… Intenta recobrar la concentración que el sueño profundo apaga… La alarma sigue… El celular repiquetea… La alarma le avisa que debe levantarse para poder llegar puntual a la cita… Ha sido solamente un sueño, piensa…
La taquicardia continúa… Aumenta al recordar que en unas horas la verá… Escoge con todo cuidado su ropa… Se afeita y selecciona una colonia especial que hable por sí misma del aroma que un enamorado debe proyectar… El agua está helada, se había olvidado de pagar el gas… Pero con sólo imaginarla en el encuentro, la tibieza viaja de dentro hacia afuera… Ha sido un sueño… Pero un sueño eterno… Ella tal vez también esté emocionada por la cita… Tal vez no… No importa… Murmurando, se escucha a sí mismo decir: ¡Gracias… Gracias por permitirme soñar…!
* Pintor, autor. Intérprete