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AQUEL TALLER DE POESÍA, JUAN JOSÉ ARREOLA, EN LA CASA DEL LAGO/ UNAM. EN MEMORIA DEL POETA SAUL IBARGOYEN

By martes 15 de enero de 2019 No Comments

MARIO ARTURO RAMOS

Los últimos años de los 70s, del siglo pasado, en la Casa del Lago, ubicada en la 1ª sección del Bosque de Chapultepec, volvió caminar el legendario Taller de Poesía de la UNAM. Las etapas de este centro de trabajo literario eran formidables; Juan José Arreola, Tomás Segovia- entre otros- habían dejado en sus salones su tarea de docentes, al abrigo de la imponente casona, habían crecido aedas que encontraron en sus salones impulso para mejorar su oficio. Alfredo Zitarrosa, inolvidable cantor uruguayo, me contó que se encontraba en México un poeta de su país que había sido reprimido por la dictadura que asolaba la nación oriental; con el tono grave que lo identificaba Alfredo me dijo: se llama Saúl Ibargoyen Islas, en su travesía después de su liberación, se refugió en Cuba, de la isla se trasladó a la antigua Tenochtitlán con el objeto de continuar su labor, recomiendo que asistas, finalizó. Investigué a qué horas eran las reuniones para poder asistir, ya que el trabajo en la editora de música ocupaba gran parte de mis días; la Gaceta de la máxima Casa de estudios indicaba: miércoles a las 18 horas; preparé el bolígrafo y el cuaderno, instrumentos necesarios para la tarea.

Como todo escéptico, asistí con signos interrogantes a la reunión donde un buen grupo de jóvenes discutían y leían textos de su autoría; el director del taller, un hombre delgado con lentes, hacía observaciones coherentes sobre los trabajos presentados y sugería lecturas que servirían para mejorarlos, me prometí que regresaría la siguiente semana, a la misma hora, al mismo lugar. Grabé en la mente el nombre del director y buscar sus poemarios se convirtió en signo de aquella noche veraniega. Los descubrimientos sobre su resultado poético me dejaron satisfecho, entendí que, como todo gambusino, había encontrado la veta que necesitaba para pulir mi escritura, ya que el análisis que se desarrollaba en el centro de trabajo, era lingüístico, rítmico, temático y, eso Ibargoyen como decías es necesario en los poemas.

“Eres como el amor, naces de la destrucción que tu ausencia ha provocado. Mencioné tu nombre muchas veces, y muchas veces hablé de ti con los pájaros. Siempre anduve cerca de aquellos caminos donde iba tu voz, sin encontrarte; y siempre después de seguir señales.”. Belleza S. I. I.

Tres o cuatro sesiones más tarde, una noche de lluvia – las sesiones finalizaban entre 20 y 21 horas-, caminé con Saúl por la calle principal del viejo bosque; buscábamos a Paseo de la Reforma para encontrar transporte a casa, me pareció prudente invitarlo a cenar, a cambiar impresiones de manera personal y, a la luz de un buen ron que aguardaba en mi madriguera. Entre los viejos arboles y la humedad nocturna, le plantee que me parecía que el neoliberalismo permite cierto tipo de crítica “light” para aparentar rostro democrático, que los que hacen este ejercicio normalmente los conocemos como rabanitos, rojos por fuera blancos por dentro. Sonrió y casi en silencio comentó: esos son los más peligrosos, es mejor disentir y confrontar a la derecha porqué entiendes que esa posición política es la antítesis de tu postura y no la otra, que tiene posiblemente el mismo discurso que la vanguardia, pero cobra por la delación, la confusión, la traición, a los mejores ideales de la humanidad. El poeta oriental sabía de lo que hablaba, fue reprimido, encarcelado, torturado, por la dictadura uruguaya pero no impidieron que siguiera escribiendo.

“El hombre de su continuó servicio, indomible al parecer, oficiante de impotencias verbales, educado para el terror y la ofensa, lo miró (o remiró) apaciblemente. Che, Juan Degollado, toma la lista firmada. Pedí que saquen a estos cuantos subversivos y que les hagan el tratamiento completo como de tintorería: lavado y planchado. Y si hay que limpiar alguno ¡que lo limpien! Y chau para él. ¡deciles que procedan nomás…”. Cuento. ¿Quién manda aquí, Nenguno Naide? (fragmento) S. I. I.

En el centro de la nuez capitalina donde se encontraba el departamento que habitaba en aquellos años, junto al librero se encontraban dos sillas de mimbre, una pequeña mesita que es herencia familiar y el habitual cenicero que acompaña mis desveladas y guarda las colillas. Me gusta el ron cubano, con dos hielos y poca agua mineral, serví igual a Saúl y mi compañera se integro veloz a la charla. Hablamos de Juana de Ibarbouru, de su tocaya en oficio y nombre, Juana de Asbaje, del Grupo de teatro, El Galpón, que en esos ayeres residía en México, de la Camerata Punta del Este, de Viglietti, Darwin, Alfredo, Trigo, Amparo y tantos otros que ejercían el arte libertario. La bebida nos despertó el apetito y entonces consideré prudente ir a cenar, ahí cerquita, en un restaurante mítico, llamado Noche y Día – hoy desaparecido-, mezcla de lugar bohemio y buena cocina. Comenzó una indisoluble amistad, basada en el respeto, la solidaridad y el vuelo de las palabras.

Nuestros siguientes encuentros se dieron en el edificio del periódico Excelsior donde habitualmente visitaba a Luis de Cervantes Coronado, jefe de información del informativo y padre de Lourdes; Ibargoyen trabajaba en la revista Plural, que también se editaba en ese sitio; otras veces nos saludamos en la Sala Manuel M. Ponce, en algunas ferias de libros de diferentes partes del país. Siempre amable me preguntaba por la familia; de vez en vez llegaba a Reforma e Insurgentes y salíamos a bebe café, a compartir libros, a pasear por el Jardín del Arte, que a atrás de casa florecía. “Es otro pájaro este/ que el papel fermenta genera/ entre trazos de tinta verde lamidos/ por la lluvia/ que soltó/ la noche eterna/. En su pico de dura agudeza/ se rompen migas secas/ y lombrices fatigadas/ y mariposas sutiles/ y semillas parpadeantes/ y hormigas por el lápiz/ que jamás inventó/. Plumas cerradas sobre plumas/ donde íntimos bichos se resguardan/ plumones, tallos, fibrillas, vástagos/ con apetencia de aire impredecible/ y jugos tal vez amarillos/. Pájaros muy otro en lo distinto… (fragmento) Pájaro escrito. S.I.I.

Todo ciclo inicia y termina, El Taller de Poesía, cerró la etapa bajo la dirección de Saúl, algunos compañeros publicaron una plaqueta con el resultado de su aprendizaje, Ibargoyen me llevo el ejemplar, lo leí con gusto, se notaba el aprendizaje obtenido. En una plática por teléfono (el cementerio de la voz, le llamaba Jaime Sabines) le conté que había asistido a Montevideo a llevar rosas a la tumba de Zitarrosa; al volver a encontramos , sonrió por lo pronto es la última, con esa nostalgia que lo inundaba cuando se mencionaba su lugar natal y sólo me dio palmadas en el hombro; ya se había nacionalizado mexicano.

Llegó el año 2019, el poeta tenía ochenta y ocho años, cuando escribió la vida su final. Dejó en los que lo apreciamos, sus poemas, sus cuentos, sus ensayos, el afecto sincero; cuando se le apareció la muerte quise despedirme de él, estoy lejos de la ciudad que nos reunió y que me permitió conocerlo, no pude hacerlo, sentí la impotencia que brota con la distancia; pensé en el Taller de Poesía, en las jornadas donde compartimos textos, criticas, alientos.

Nos entregó para siempre una buena cantidad de poemarios, debo mencionar en la larga lista algunos: Viento del mundo; El pájaro en el pantano; El otoño de piedra; Un lugar en la tierra; Palabra por palabra; Pasión por una piedra; El sonido del tiempo; Exilio; Epigramas a Valeria; Poeta en México City; Tango Negro; Rojo es el silencio; La espada de fuego; El amor; de este mundo; El libro de sangre… Ganador de reconocimientos y premios como: Premio Municipal de Poesía, Montevideo 1958; Premio Poesía Inédita, Montevideo 1968, Casa de las Américas, Cuba 1983; triunfador de Juegos Florales, Jefe de redacción de la Revista Plural, tal y tal… Entonces tengo que decir el epitafio de Saúl Ibargoyen Islas: Ha muerto un poeta, que las palabras lloren, va a hacernos falta.

* Autor e investigador

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