GILBERTO J. LÓPEZ ALANÍS
No cabe duda que del pasado se aprende. En esta y tan publicitada Cuarta Transformación (4T), aparecen los antiguos enfrentamientos, entre los grupos y lo personajes que los representan, todos luchando por la hegemonía del poder.
Son muchos los ejemplos para visualizar lo anteriormente anotado, quizás donde se vea nítidamente reflejado el reacomodo sea en el presupuesto federal de ingresos y gastos aprobado para 2019. Cualquier movimiento que modifique alguna partida provoca escozor e inquietud. El confort anterior se ve afectado y surgen las protestas; surge la crítica de botepronto y esto da pie a las aclaraciones y rectificaciones que son bienvenidas; otras modificaciones a este importante instrumento que resume crudamente las políticas públicas, afectan notablemente la estabilidad laboral de muchas familias.
La tersura de la 4T necesita instrumentarse con prontitud y justicia, sin olvidar que las perversas manipulaciones a que ha sido sometido el Presupuesto Federal.
El recurso necesario de la experiencia que nos ha dejado la historia política en México, conserva muchos ejemplos de enfrentamientos que devinieron en tragedias. Sabemos que nada se repite, los contextos y los actores son diferentes, pero existe tanto parecido entre unos momentos y otros, que muchas veces los interpretes de las coyunturas se confunden y los identifican como iguales.
Los conflictos emanados de la lucha por el poder en la Independencia afloraron rápidamente y de un imperio pasamos a otro. El proyecto liberal de corte juarista se impuso a sangre y fuego y en ese contexto, se generó la tendencia trasnacional de un segundo imperio, con Maximiliano de Habsburgo a la cabeza con las contradicciones propias de una transformación que llegó de fuera.
La persistencia juarista resolviendo y actualizando las contradicciones internas dieron paso a un régimen denominado porfiriato, donde otra transformación y lucha por el poder fue el pan nuestro de cada día, hasta que Francisco I. Madero se hizo el propósito de proponer otra, que inicialmente la diseñó como pacífica y le salió terriblemente violenta; ni su asesinato pudo atemperarla. Desatado el nudo histórico del porfiriato las regiones buscaron la forma de imponer sus caudillos y modelos de país; maderistas villistas, zapatistas, carrancistas, obregonistas, callistas, cardenistas y otros más, se enfrascaron en una lucha escalonada que se vio apaciguada a través de innumerables tragedias hasta que los barruntos del modelo estabilizador, logró perfilar un proyecto que le llamaron “El Milagro Mexicano”. Del pasado reciente son muy evidentes los casos que evito mencionar.
En el centro de lo anterior brillaron las contradicciones resueltas no de la mejor forma, así que en esto existe una larga experiencia; el menú de las soluciones es extenso y se puede escoger a placer, según sea el estilo del gobernante.
Aunque todo parece nuevo, persiste en la estructura política del Estado Mexicano, una tendencia poco elegante de resolver las situaciones. La 4T enfrenta este reto y me parece que el Presidente Andrés Manuel López Obrador, al que le gusta la historia política mexicana, se le presenta la oportunidad de abrevar en los mejores ejemplos, los cuales persisten en la memoria popular.
* Director del Archivo Histórico del Estado de Sinaloa