VERÓNICA HERNÁNDEZ JACOBO
El sueño humanista fue domesticar a los hombres por medio de relatos, según el modelo del “amigo lector”. De este modo, mediante la cultura y la literatura, aspiraba a proteger al hombre del salvajismo que históricamente lo amenazó. Para algunos, el surgimiento de internet fue, tal vez ingenuamente, motivo de renovada esperanza. La globalización permitiría afianzar los lazos entre las naciones, acortando las diferencias culturales y fomentando la armonía internacional. Pero lejos estamos de todos estos sueños. (Patricia Moraga, 2018) en Deriva de los goces.
Hace poco tiempo en un evento público se me objetaba sobre mi práctica de psicoanálisis, llamándolo psicoanálisis radical, no pude contener la risa ante la pregunta, pues sólo puede hacerla un sujeto para el cual el psicoanálisis es un horror, y obvio, el fascismo de derecha y la moral burguesa vestida de cientificismo o humanismo se incomodan ante la práctica analítica que les debate ese mundo confuso de ideas donde el humanismo doctrinario echa raíz, formando una suerte de religión portátil, alejados del humanismo filosófico que junto al siglo de la luces tomaron como objeto de estudio al sujeto, no para someterlo ideológicamente a una concepción cuasi religiosa sino para que analice sus formas de alienación y sujeción del otro.
En este sentido la práctica psicoanalítica aparece como un “método peligroso” para los bienpensantes, esos sujetos que se escudan en el pensamiento correcto o la psicología positiva, intentando que sus usuarios vean el mundo color de rosa, alienándolos a las formas más totalitarias de normalización, ante esto, el psicoanálisis denuncia por un lado la normopraxia, que es la religión cientificista, y otras tantas maneras de domesticación en el nombre del saber, por eso esta práctica aparece incómoda para conservadores, mochos y fifis.
La hipótesis freudiana en la cual el psicoanálisis denuncia toda forma de opresión en el nombre del bien, instala el desacato frente al pretendido “lo hago por tu bien”, desacato sin renunciar a la ley que estructuralmente nos humaniza vía el lenguaje, desacato en cuanto al ordenamiento y sometimiento a los cuatro discursos que Lacan ofrece como una forma de deletrear al sujeto en sus deseos y goces, desacato que al fin y al cabo vivimos como sinthome, tragando y respirando goce esto es en todo caso nuestro trauma porvenir.
El psicoanálisis es la única práctica que se vive con pasión, pasión por los goces desatados, en los cuerpos, una pasión que nos anima a mantener vivo el espíritu Freudiano y Lacaniano, esto aparece como la ortodoxia, es de esperarse que a ningún humanista creyente le gustará comprender, porque estos tiene serios problemas para comprender, no tienen por debilidad las bajas pasiones de las letras, sino sólo del sentir, viven de las cosquillas en las pantorrillas, no del saber intelectual que prefieren demonizar como “psicoanálisis radical”.
Freud era un erudito algunos le llamaban genio, Lacan un sujeto demasiado letrado, las críticas a estos dos personajes son más personales, pretendiendo de esta manera obstaculizar su pensamiento, pero parece que entre más se critica esta práctica más pasiones desborda en los usuarios, ya hace buen tiempo que se intenta asesinar esta práctica y sigue más viva que nunca, de tal suerte que el psicoanálisis no es una miserable técnica sino que es un estilo de vida sostenido por una pasión, elucubrando siempre un sujeto supuesto saber, que no llega a completarse por eso goza.
Tampoco es muy gratificante saber que todo mundo es loco, como dijera Jacques- Alain Miller, un poco parodiando lo que Lacan ya había esbozado, eso intranquiliza a propios y extraños, por ello el psicoanálisis es mitoteado entre pasillos, se le critica y se le rebaja a una perversidad, o inventan que sus exponentes son enfermos mentales en potencia, en fin se instala sobre la figura del psicoanalista todo el DSM5 y otras tantas hierbas para demonizar al psicoanalisis no bastaba con decir que es ortodoxo o radical.
Luego de un siglo de romanticismo, el psicoanálisis introdujo la perspectiva del deseo en la civilización. Sin el psicoanálisis, el deseo no habría llegado a ser uno de los atributos esenciales del sujeto de la democracia. (JacquesAlain Miller, 2008). El amor en las psicosis.
* Doctora en educación