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EXPLÍQUESE ROBERTO VÁZQUEZ; EL TEXANO

By sábado 15 de diciembre de 2018 No Comments

TEODOSO NAVIDAD SALAZAR

Fue Roberto Vázquez Méndez sin duda, un buen hombre. Alto, delgado, piel blanca y huellas de acné mal cuidado. Llegó al campo San Antonio, cerca de Estación Alhuate, en la sindicatura de Costarica, Sinaloa con sus padres don Salvador Vázquez Arámbula y doña Micaela Méndez; y su hermanos: José María, Paula, Antonia, Ramón y Desiderio. La familia era originaria de Zacatecas con descendencia también en Aguas Calientes y emigró a Sinaloa, a finales de la época de los cincuenta buscando mejores condiciones de vida. Don Salvador Vázquez muy pronto encontró trabajo con el señor Miguel Gaxiola como vigilante de los predios sembrados de caña, que alimentaban a la incipiente fábrica de Azúcar llamada Central Sanalona, ubicada en Costarica. Toda la familia trabajó duro para salir adelante.

Por ese tiempo, mis padres radicaba en el campo La limonera donde sembraban verdura tanto para el consumo familiar como vender. En sus recorridos por las siembras de caña, don Salvador llegaba a casa a platicar, beber agua o calentar la comida del mediodía y de paso comparaba la verdura necesaria para su familia. Desde entonces la amistad de las familias Vázquez Méndez y Navidad Salazar quedó sellada para siempre; hasta que los viejos se fueron, sin embargo la amistad entre los hijos de las dos familias ha perdurado con quienes seguimos vivos, por supuesto. Forjada en sólidos valores los hijos de estas familias como tantas otras en el ejido, crecieron como gente de bien. Al igual que mi padre, don Salvador Vázquez condujo a su prole, con estricto apego al respeto a los demás; trabajadores, honestos y alejados de los vicios.

Al iniciar la década de los sesenta don Salvador y su familia se avecindaron en el campo Mezquitillo (La Curva); se hizo de un solar y construyó su casa, y en un excedente de tierra sembró maíz. Luego se afilió a un grupo de solicitantes de tierra que más tarde sería dotado de parcela en el campo El Chapeteado, propiedad de un griego afectado por la Secretaría de la Reforma Agraria. De tal manera que los campesinos a través de resolución provisional tomaron posesión de las tierras, fundándose el ejido Mezquitillo. Encabezados por el presidente del Comisariado Ejidal, Ramón Castañeda Salas, llegaron al nuevo asentamiento Loreto Rodríguez, doña Secundina Pacheco, doña Trinidad Bojórquez, Felipe Luna, Encarnación López, don Francisco García Villegas, mejor conocido como don Pancho Dulces, y otras familias más, que no recuerdo.

El Texano y El Explíquese

He entrevistado a algunos muchachos de la época y ninguno recuerda dónde o cuándo Roberto Vázquez Méndez, tomó el apodo de El Texano. Todos en el Chapeteado lo llamaban así desde que llegó; hasta sus hermanos. Creo que en ocasiones si alguien se dirigía a él por su nombre, El Texano se sentía hasta extraño, incómodo, ajeno a su nombre de pila. Era dicharachero y de buen carácter; contaba una que otra mentira para que los demás se rieran. Jamás se supo que hubiera tenido alguna diferencia con alguien. Fue respetuoso siempre con sus semejantes pues sus padres lo educaron como se educaba a las familias tradicionales; siempre en el respeto a los demás, especialmente a los mayores.

Antes de llegar la tecnología para roturar la tierra, El Texano trabajó como todos, en lo que hubiera oportunidad de ganarse honradamente unos pesos para ayudar al sustento familiar. Cuando llegó a la región la era de los tractores, se convirtió en uno de los operadores más reconocidos. Tractorista calificado como de los mejores. Para hacer las primeras rayas en las tierras prestas a la siembra era el número uno en trazar las rectas: tuvo siempre un gran sentido de la dirección, los surcos parecían hechos con una regla de medir. Creo que por eso, los agricultores lo buscaban para que hiciera este tipo de trabajos.

En los ratos de de descanso en El Chapeteado, como en muchas otras comunidades, los hombres acostumbraban (o acostumbran), jugar a las cartas: al con quían, La Malilla, los dados, etcétera. Todos aquellos que no tenían que hacer hacían rueda para ver a los jugadores. Cierto día, por alguna razón, El Texano que era ya un joven de unos 17 años, se encontraba entre los mirones; sabía mejor que nadie que su padre les tenía prohibido acercarse a esos lugares donde se reunían los mayores dedicados a este tipo de juegos.

En esas estaba, cuando recibió, a través de un hermano, mensaje de su padre para que se fuera a casa de inmediato. El Texano contestó que sí, que luego iría, que se esperara. Su hermano fue a casa y regresó de nuevo con el mismo mensaje; El Texano, por su parte, volvió a decirle que esperara, que en rato más iría. Transcurrieron varios minutos. Mientras tanto en su casa don Salvador Vázquez bajaba de un gancho una soga de regular extensión y encaminó sus pasos a donde se realizaba la partida de cartas. El Texano no se dio cuenta, porque estaba de espaldas. Algunos de los presentes lo vieron llegar pero nadie malició nada. Don Salvador tomó la soga y descargó un duro azote sobre la espalda de El Texano, que entre el dolor, la sorpresa y algunas lagrimas que asomaron a sus ojos, sólo alcanzó a expresar- EXPLÍQUESE-. Dicho esto, volvió a recibir un segundo azote y un tercero, –Explíquese- explíquese- explíquese- expresó de nuevo el pobre Texano.

Con la cara encendida don Salvador contestó- allá en la casa te voy a explicar- mientras amenazaba con darle un cuarto azote, que El Texano ya no recibió porque corrió rumbo a su casa.

Desde entonces El Texano adoptó otro apodo. Muchos lo llamaban “El Explíquese”. El Texano, solamente sonreía, al recordar aquel suceso. El Texano falleció hará unos cuatro años, con poco más de setenta años, víctima de penosa enfermedad. Quienes tuvimos oportunidad de tratarlo recordamos su trato amable, respetuoso, siempre salpicado de anécdotas y una que otra mentirilla, para darle sabor a las pláticas.

Casó con Élida (Lela) Murillo Pacheco, una buena mujer y formaron una familia integrada por Rafael, Edmundo y Juan Antonio, éste último, fue quien heredó de El Texano (su padre), habilidad para el trabajo de maquinaria agrícola. Fue un buen hombre; honró a sus padres y hermanos y aportó a la sociedad su esfuerzo al educar a su familia en la cultura del trabajo honrado y servicio a los demás. Lo recordamos con alegría, por la forma en que trató siempre a sus amigos.

*La Promesa, Eldorado, Sinaloa, diciembre de 2018
Sugerencias o comentarios a teodosonavidad@hotmail.com

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