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EL HACEDOR DE ESPEJOS

Por jueves 15 de noviembre de 2018 Sin Comentarios

ROGER LAFARGA

¿Qué haces? Preguntó el hombre sobre el camino a otro que, sentado en un promontorio al parecer construido al caso, oteaba el horizonte. ¡No me distraigas! Dijo el visionario. Estoy en pos de la verdad suprema. ¡Disculpa, hombre, no quise molestar. Respondió el viajero y continuó su viaje a las montañas. Largos tragos de silencio, sequías, ciclones, lluvias torrenciales, los cambios naturales y cuarenta años de añadidura.
Amaneciendo… de regreso otra vez por ahí el caminante y en el mismo sitio aquel, encorvado ahora y cano, el devoto introspectivo ¿Qué haces? Preguntó, sonriendo, otra vez, el que volvía. ¡No me distraigas! Replicó el mortificado. Creo recordar que cuarenta años atrás te dije: Estoy en pos de la verdad suprema. ¡Ah! Pero es verdad. Respondió el que preguntaba, mientras se dirigía a una ladrillera ahí cercana, adquirió una cantidad considerable de piezas, las apiló cerca del místico varón, seleccionó un par de entre los adoquines, puso uno en el suelo y le encimó el otro, se acuclilló a un lado del espirituado y empezó a tallarlos hasta hacerlos polvo, luego y sin perder la parsimonia, seleccionó otro par y por procedimiento semejante al anterior terminó con éste.
Y así durante horas, con tediosa lentitud, entre el ruido exasperante de las fricciones pétreas y pilas y más pilas de polvo rojizo y excesivas sudoraciones, producto de aquella insólita labor. Rojiza también se volvió la tarde. Y en tanto todo aquello sucedía, el asceta, cada vez más intrigado, miraba de ganchete la parafernalia aquella hasta que, llegado al punto de no poder ya resistir tanta y tan pruriginosa intriga, olvidando sus votos de introspección absoluta, preguntó, a boca jarro: ¿Qué haces? Y a la pregunta, con sorna desparpajada, respondió el que tallaba ladrillos: Estoy… haciendo espejos. ¿Espejos…? ¡Espejos! Chilló con asombro el cuasi iluminado ¡Poniéndose de pie! Y, con toda suerte de aspavientos, repitió chillando: ¡Espejos! ¡Espejo! Luego, quedamente habló para sí: ¿De modo que hacedor de espejos? Ya decía yo, este no es mula que dé flete, tanto viajar y para nada. ¿Pero acaso tú no sabes que así no se fabrican los espejos? Reclamó, enfurecido, el venerable. ¿Y tuvieron que pasar cuarenta años para que lo entendieras? Preguntó el Hacedor de Espejos, otra vez de pie sobre el camino y, sonriendo, continuó su viaje de regreso a casa.

* Homeópata IPN- Sinaloa

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