ANDRÉS GARRIDO DEL TORAL
No es lo mismo encomendarse a Dios en un templo nuevo, moderno, sin arte y sin historia, que en nuestros seculares San Francisco, San Sebastián, La Cruz, San Antonio, La Congregación, Santiago, Santo Domingo o El Carmen; ¡hasta la Catedral –San Felipe Nerime parece novísima comparada con aquellos añejos y eso
que ésta es de 1802! Ver la escultura modernista afuera de San Agustín es como pintarle bigotes a la mal llamada Monja Bonita en el hermoso óleo de la sacristía de Santa Rosa de Viterbo; es como oír el aria de “O mio babbino caro” con Chayito Valdez; es como escuchar música de banda Tex-Mex en el barroco de Santa Clara o como echarle refresco de grosella a un cognac Paradise. Observar el jacalón horrible de la Tienda del Sol en nuestro centro histórico en lugar del viejo cine Plaza es como pegarle a un Santo Cristo a las tres de la tarde un viernes santo o como perfumarte con Bleu de Channel para ir a cenar a “Las Brisas”.
Escuchar los informes de las fracciones parlamentarias en el Poder Legislativo es como oír el Ave María de Charles Francoise Goudnod con un buey grupero o una canción grupera con Plácido Domingo. Es tan clarito como oír un discurso de Alejandro Sáenz o a Vicente Fernández como maestro de ceremonias en Palacio Nacional. Casarse en la playa o en un hotel playero es tan falso como un título o cédula profesional expedidos por los evangelistas de Santo Domingo CDMX. No es lo mismo titularte en la UNAM y UAQ que en los posgrados patito de la internet o de las dizque universidades que nos han invadido inclementemente.
No es lo mismo tampoco enamorarte a los quince años que amar a los cincuenta años, como no es igual querer hacer sexo tántrico en una ciudad estrangulada por el tráfico y las prisas que hacerlo de veras en la selva o en el bosque. No puedes llevarte a un tiradero municipal a una dama culta y fina a yacer en tu vocho 1980 –con placas viejas chilangas y calcomanías del América y Morena como no tiene caso llevar a una hippiosa a lo mismo pero en la suite de La Casa de la Marquesa. Ya sé que existe el derecho humano de igualdad y la correspondiente garantía constitucional, pero no todos los hombres y mujeres somos naturalmente iguales: cualquier baño de vapor nos delata.
No es lo mismo escuchar en la parroquia de Santiago música de Joan Sebastian Bach que en una feria de pueblo lagartijero a Joan Sebastián, como no es igual sintonizar Radio Universidad que “La Z”. ¡Hasta en las estaciones de radio y audiencias hay niveles y categorías! No es igual escuchar a don Pedro Vargas la de “Hoy Tengo Ganas de Ti” como no concibo que Julio Iglesias cante “Ay Jalisco no te rajes”, así como de necio es que Rigo Tovar grabara rancheras y boleros con su labio leporino y Luciano Pavarotti cantara baladas rockeras en sus conciertos a beneficio de la UNICEF.
Afirmar que Junípero Serra pasó por el convento de La Cruz en 1750 antes de irse a Jalpan es tan absurdo como tener prisa e irte a Guadalajara desde Querétaro pasando por Piedras Negras, Coahuila. Improvisar cronistas oficiales es como dar clases de natación exclusivamente en un aula. Creer que la canción de “Paloma de dónde vienes” es dedicada a San Juan del Río (Querétaro) en lugar de a San Juan del Río (Durango) es como pensar que los mayas vienen de Miami. Es tan absurdo como querer dejar el alcohol y sigues escuchando a José Alfredo Jiménez con tus mejores amigos un sábado por la tarde en Dolores Hidalgo, Guanajuato, o querer desapegarte del sexo y andas de guzgo con una ninfómana. ¡Si quieres cerrar un ciclo deja de follarte a ese ciclo!.
En el viejo Querétaro no era lo mismo acudir a un baile al “Salón Victoria” en la calle Estío que arreglarte para bailar en “El Casino Leonístico” en el mirador de Los Arcos; como tampoco fue anormal que el gobernador y presidente de la República en turno fueran a inaugurar “La Yegua”. No es lo mismo saborear los mariscos y pescados de “La Costa Cantábrica” que ir a escondidas a “Mariscos El Chilo”, como tampoco saben igual los auténticos tacos al pastor –con carbón y todo- en el callejón de Guadalupe Victoria esquina con 16 de Septiembre que probar la tercermundista carne de los tacos “La Guelaguetza”.
No puedes comparar el arraigo de Silvano Téllez con el de Adolfo Ríos como no puedes hacerlo con el de “La Mariposa” y una franquicia cualquiera. Qué mal gusto es el de vestir de pants si no es para hacer ejercicio: es como llegar con bermudas y chancletas a la misa del Fuego Nuevo en Catedral el sábado santo. Qué fea es la gente que no se baña cuando menos una vez al día: es tan fea como un coche por abajo o como los baños del mercado Escobedo, sobre todo en sábado. Qué fodonguez la de los chambelanes de las quinceañeras que usan su trajecillo negro milanés (de Tiendas Milano) con calcetas blancas; al igual que la de los viejos borrachos que introducen pomos de Bacardí blanco (techador) en fiestas infantiles vestidos con su camiseta del odioso América.
No es lo mismo comprar un helado artesanal de mamey o mantecado en “Nicos” que comerte uno industrial de “La Michoacana”; como no es igual besar una boca que amas que babear y babearte de unos labios comparados. Los cañadienses (nativos de La Cañada, El Marqués) se sienten los más chingones de esta región porque La Cañada se fundó unos diez años antes que Querétaro, pero se les olvida que El Cerrito, en el actual El Pueblito, Corregidora, tuvo presencia de la cultura Chupícuaro, Teotihuacana y Tolteca desde seis siglos antes de Cristo. La verdadera cuna de Querétaro está en El Pueblito y no en La peregrina Cañada.
No sabe lo mismo una pizza de Nabuco, made in 1986, que una de franquicia norteamericana, así como saben mejor las atascadas hamburguesas del carrito atrás del Gómez Morín que del imperialista McDonalds. Prefiero los perros calientes de La Congregación que los insaboros hot dogs de cafetería chafa de una tienda de conveniencia.
No es igual escuchar una canción de Mario Arturo Ramos que un bodrio de música TexMex, como no es lo mismo contemplar un atardecer en Querétaro que uno en Ciudad Nezahualcóyotl. No es lo mismo leer la escritura fina y puntillosa de Sergio Arturo Venegas Alarcón que la de un descerebrado amargoso de Facebook que solamente sabe dizque escribir sandeces, llenas de faltas de ortografía.
No se obtiene la misma paz interior de un discurso de un merolico de secta patito que de un sermón amoroso, firme, enérgico y bien articulado del padre Javier Martínez Osornio. No es lo mismo escuchar una entrevista del senador Gilberto Herrera Ruiz –que te da la solución a un problema específico- que una declaración de un politiquillo boquiflojo que apenas sabe pronunciar su nombre. No se ve igual la percha de Franz Beckenbauer que la de “El Piojo” Herrera, como no se ven iguales mi comadre “La Chupitos” y Julie Christie en el Doctor Zhivago.
No es igual escuchar música sacra en la voz de Enrique Benítez con el coro y orquesta del Conservatorio de Música “José Guadalupe Velázquez”, que oírla de voz de una viejita ronca y desgañitada a las seis de la mañana en La Cruz. Parecen la viejilla hipócrita que canta al inicio de la película de “El crimen del padre Amaro”. EL RINCÓN DE NOSTRADAMUS: El próximo gobernador de Querétaro vive en Zamatao. He dicho. Les vendo un puerco profético.
* Doctor en Derecho, Cronista de Querétaro