ALBERTO ÁNGEL «EL CUERVO»
Insisto: El sólo hecho de entrar al edificio del Museo Nacional de Las Artes, es ya per se una experiencia estética incomparable. Me encuentro ahora con que el afamado “Caballito”, está totalmente restaurado después de limpiar lo que el vandalismo había causado sobre esta escultura que, independientemente de lo aborrecible que pudiera ser el autor y su ideología, es una obra emblemática de nuestra amada Ciudad de México. Tolsá, el autor de El Caballito, no fue precisamente un ejemplo a seguir en cuanto a muchas cosas, pero eso es otra historia.
Los pendones, anuncian una prometedora exposición con la obra de Saturnino Herrán, uno de los trabajadores del arte mexicano que sin lugar a dudas constituyó en su tiempo, la vanguardia en la pintura. Nombre completo: Saturnino Efrén de Jesús Herrán Guinchard, nació en Aguascalientes el 9 de Julio de 1887. Para tener una referencia, y me refiero a mi memoria y oficio, nace Herrán dos años después de María Grever, la celebérrima compositora Guanajuatense. Supo aprovechar su breve existencia con toda intensidad y se entregó a la creatividad para que en sólo 31 años de vida, trascendiera hacia la inmortalidad a través de su obra, su entrega, su trazo que le valió ser considerado como uno de los iniciadores del Muralismo, ejemplo referente en la Escuela Indigenista y representante por antonomasia del llamado Modernismo mexicano. Si algunos de los jóvenes actuales trabajadores del arte se detienen a pensar en el Maestro Saturnino Herrán como uno de los representantes de las corrientes de vanguardia en nuestro país y en el mundo entero, tal vez se reirían considerándolo como asombrosamente inocente. Pero, mucho he insistido en ello, el romper atavismos en el trabajo del arte, nunca ha sido fácil en ningún sentido, y Herrán rompe con ellos en muchos terrenos. Herrán, considerado por muchos como un expositor del simbolismo, logró dejar como legado toda una escuela por medio de su obra sumamente extensa no obstante su corta existencia terrenal. Para poder comprender ese afán simbolista en la obra del pintor hidrocálido, me permitiré abordar ligeramente los conceptos básicos de la corriente simbolista.
El simbolismo en el arte, es considerado como un sistema de símbolos que permite representar un concepto, una creencia o un suceso. Este sistema funciona a base de la asociación de ideas que promueven los símbolos y de las redes de éstos que van surgiendo. Surge este movimiento, en Francia y surge como una reacción literaria contra el naturalismo y el realismo durante el siglo XIX. Ambos movimientos eran anti-idealistas y pretendían exaltar la realidad cotidiana. Debemos recordar aquí, que el realismo no se refiere al arte figurativo ni a aquel que se encuentra en contraposición con el arte abstracto, sino a aquellas manifestaciones dentro del trabajo del arte que, contrariamente a lo que antes sucedía, intenta plasmar escenas cotidianas, surgidas de la vida real; de ahí que hayan acuñado el término realismo para referirse a esa corriente que si bien en la actualidad no podría consierarse como precisamente vanguardista, en su época fue un verdadero rompimiento con lo establecido.
De esta forma, el realismo era incluso proscrito debido a que era amenazante para todo lo establecido y por tanto considerado peligroso desde el punto de vista de la sumisión social. Surge así el movimiento del simbolismo como una fuerte reacción frente a estos movimientos pues los acusa de “agotamiento plástico” que logran anular la fantasía y la imaginación. Por otro lado, Saturnino Herrán, es considerado como dentro de los iniciadores del muralismo, y como es bien sabido, al ser de los pioneros de esta escuela muralista mexicana, se convierte automáticamente en un vanguardista dada la importancia del muralismo mexicano como escuela a seguir en el mundo entero. Como dato que avala la importancia de los muralistas mexicanos a nivel mundial, recordemos que uno de los más importantes y representativos artistas plásticos de esta época, Jackson Pollock, fue justamente alumno de uno de los considerados grandes muralistas de la primera generación de México, David Alfaro Siqueiros. Así de trascendente ha sido la escuela muralista mexicana y Saturnino Herrán, uno de los iniciadores de la misma. Como bien podrá entenderse, después de todo lo comentado, el anuncio de la exposición con obras del Maestro Herrán en el MUNAL, resultaba por demás atractivo así que una vez más me dispuse a disfrutar de las ofertas culturales que este magnífico museo de la Ciudad de México ofrece a todos.
La obra de Herrán, tiene una calidad extraordinaria, eso es indubitable. Pero a medida que se va uno adentrando en ella, se descubren más y más elementos que nos envuelven en la magia del concepto que de la pintura tiene este gran artista mexicano. Había en la ciudad de México, un edificio tan magnífico y bello, como impactante debido a su utilización. Tan bello y calmo era el sitio al que me refiero, que muchos intelectuales iban a pasear en sus jardines, verdadero bosque, para pintar, para escribir, para encontrar la inspiración en las emociones diversas inherentes al lugar. Me refiero al antiguo Hospital de La Castañeda. Enorme terreno el de este hospital. Fue el centro psiquiátrico más grande de México hasta mediados del Siglo XX, por cierto, año de mi nacimiento 1950. Curiosamente, ahí, justo donde era la afamada Castañeda, me tocó vivir al iniciar mi propia familia. Ahí fue mi sui generis “luna de miel” (no había para más) y ahí nacieron mis hijos. En ese manicomio familiar que sucedió al Centro Psiquiátrico, habitó el Maestro Federico Baena, desde las plazas escuchábamos al Maestro cantar acompañandose de su piano. En otro de los Edificios, habitó Joaquín Capilla, célebre campeón olímpico de clavados mexicano. Y en el Edificio A-13, nos tocó experimentar parte de la magia de La Castañeda que se iba extinguiendo poco a poco a mi querido amigo el Actor Jorge Lapuente (la voz de ese legendario personaje Ladrón Sin Destino.) y a mí junto con mi familia… Pues toda esa magia fue capturada por Saturnino Herrán que se muestra en la exposición del MUNAL: Jardines de La Castañeda. Pero la considerada obra cumbre de Herrán, desde luego ocupa un lugar especial en la curaduría y me refiero a “La Ofrenda”. Ahí, podemos observar el pensamiento… Sí, leyeron bien, observar el pensamiento de los personajes que son de muy distintas edades. Muchas historias concomitantes pueden leerse en la mirada de quienes están plasmados de manera magistral por parte de Herrán. Si se fija usted en la mirada de los niños, en el gesto reflexivo del remero, o la resignación del que parece ser el jefe de familia, las historias surgen una tras otra inevitablemente alrededor de aquel grupo que sobre una trajinera lleva su cargamento de flores de Cempazuchitl para vender tal vez en Xochimilco; flores que posteriormente adornarán las ofrendas de casas mexicanas para cumplir con la tradición tan arraigada de la celebración del día de muertos construyendo los altares para ayudar en su viaje a aquellos que ya no permanecen en este plano. Por eso, Saturnino Herran es considerado con gran razón por parte de críticos y curadores, como uno de los representantes del simbolismo mexicano.
Continúo la andanza en el bellísimo recinto, entre obras de Herrán y algunos otros pintores de su época. Pero hubo un cuadro que me impactó de manera personal y especial… La Labor. Para comenzar, el manejo de la luz y la sombra en el óleo sobre tela de mediano formato, es verdaderamente magistral. Basta con observar el cuadro unos cuantos minutos, para sentirse inmerso en el momento que Saturnino capturó con toda su esencia por medio de su trazo. Cuántas veces habremos estado envueltos en una sombra que nos proteja del calor, del sol sin que nos hayamos apercibido de las diferencias cromáticas que el paisaje y la escena nos regalan… Pues “La Labor”, nos permite hacer conciencia de ese momento, de ahí la fascinación que de inmediato ejerció sobre mi persona. En seguida, se hace necesario referirse a la historia, a la narrativa que se desprende de la escena. Por un lado, los trabajadores de la construcción a pleno sol sudando la gota gorda en diferentes posturas magistralmente capturadas en su miokinética por parte del artista y con la tipología de raza por demás mexicana así como su temporalidad estética. Por otro, esa escena de familia refugiados en la sombra profundísima en la que se plasma el amor maternal y el apoyo del marido así como la aparente falta de pudor en la inocencia que la madre muestra al amamantar al crío sin reparar que los demás trabajadores pudieran observar la desnudez de su pecho.
Por último, no puedo evitar visitar el cuadro maravilloso de Felix Parra como parte de la exposición permanente que este bello museo ofrece a sus visitantes. Es un agasajo maravilloso contemplar la perfección figurativa hiperrealista de “La Conquista”. Así, salgo del MUNAL, agradeciendo nuevamente ser habitante de la Ciudad de México y tener el privilegio de poder ser partícipe de la gran oferta cultural que nos obsequia.
* Pintor, intérprete, autor