SALVADOR ANTONIO ECHEAGARAY PICOS
Un día, tempranito, en la ribera del Rio Piaxtla de San Javier, se bañaban unas ranitas jugueteando en su orilla; la acompañaban sus papás, el hermano chavito rana, primas y amiguitas que vivían en un charco cercano.
Los peces y demás animales que habitaban en el rio, respetaban a las ranitas, por lo que estas criaturas, nadaban y se paseaban en las tranquilas aguas, alimentándose con camaroncitos que encontraban entre las piedras de la corriente y comían insectos que volaban sobre la superficie de aguas poco profundas, en las lagunas que había por el rumbo.
Casi todas las ranitas se sentían felices en ese apacible ambiente del rio donde habían nacido. Pero ¿por qué señalo que casi todas eran felices?… pues lo ¡afirmo!, porque había sólo una ranita que no estaba satisfecha, en ese paraíso ribereño, que las demás ranitas disfrutaban a plenitud.
Esa ranita, respondía al nombre de “Al-Re”, de quien decían las demás ranas y sapos, así como otros animalitos vecinos, que ella, era la más hermosa de todas, ya que tenía sobre su esbelto cuerpo, un color verde mar, tan divino, que hacía palidecer de envidia a cuantas ranas había en la colonia. Ahora déjenme contar algo problemático, referente a nuestra ranita, pués “Al-Re”, soñaba con viajar y ver cosas extravagantes; anhelaba conocer otros lugares y tener nuevos amigos con quienes jugar, diferentes a los que ahora trataba, viviendo en el mismo río.
“Al-Re”, se notaba preocupada. No encontraba como dar a conocer a sus papás, las inquietudes de recorrer el mundo extraño y distante, donde según comentarios de sus amigas las garzas, existía un río tan grande, que ¡no se le divisaba la otra orilla!
Así, la más bella de toda la especie, buscó a sus amiguitos que paseaban por el río, pidiendo le aconsejaran como solicitar permiso a sus papás, para que le permitieran viajar hacia ese rio que se hallaba tan lejano… en un lugar donde no había montañas; ¡sólo agua y nubes en el cielo! Pero sucedió que ninguno supo que decir; ni como pedir el permiso.., menos sobre el desconocido río. Una tarde, cuando las aguas el río se iban vistiendo de los colores que le prestaba el señor Sol y quien a distancia, se iba ocultando entre los cerros para dormir, ya que debía salir de madrugada, al día siguiente, para que hubiera luz en el planeta, la Princesa ranita, se encontraba sentada en el lomo de su compañero, el Cocodrilo, mejor conocido como “Coco”; por cierto, gran cuate del chavito. Le preguntaba a éste, si conocía a alguien que le dijera como hablar con sus padres, para conseguir el permiso que necesitaba para hacer realidad el viaje anhelado.
Entonces su amigo “Coco”, le contestó: habla con Doña Tortuga, búscala en el arenal próximo a la laguna; el que se encuentra al empezar la curva, aquí cerquita. Pregunta a las tortugas por la “Tortuguina”. Te aseguro que ella, por ser la más sabia, te dará el mejor consejo.
La linda ranita, comprobó que “El Coco”, tenía razón, pues Doña “Tortuguina”, la aconsejó sobre “qué debía decir a sus Papás para convencerlos”, por lo que obtuvo el permiso solicitado.
Por fin, la más bella de todas las ranitas, del río, como de las lagunas y charcos circunvecinos, podría hacer la esperada travesía para ver otros lugares.., otro mundo, …y admirar, sobre todo, ese gigante y profundo río que tenía únicamente una orilla y en donde, según “Tortuguina”, conocería ciudades que flotaban, aves y grandes animales, que ni podía imaginar…
Pero como es de entender, “Al-Re”, no sabía, ni siquiera tenía idea sobre cómo llegar hasta ese remoto paraje, a donde, por cierto, iba a dormir, todos los días, el señor sol. Así que la ranita regresó con “Tortuguina”, para que le indicara el camino que debería recorrer para llegar a ese lugar.
También le comentó a la ancianita tortuga, que le faltaba resolver el problema del transporte, es decir, quien la llevaría al gran río, ya que siendo ella tan pequeña, tardaría mucho tiempo en trasladarse, al sitio, dando puros saltitos, sin considerar los peligros que pondrían en riesgo su vida, durante el trayecto.
La “Tortuguina” recomendó hablara con la señora Águila, ya que era fuerte y seguido, volaba de cacería por esos rumbos; “de seguro te llevará entre sus inmensas alas”, le prometió.
Atendiendo el consejo, la ranita la buscó. La encontró por suerte, al día siguiente, cuando bebía agua a la orilla del río; después de presentarse, le platicó que deseaba viajar hacia el lugar donde se pone el sol y como le dijeron que estaba muy lejos, la señora tortuga sugirió la buscara y le preguntara, si le haría el favor de llevarla entre sus alas. La enorme y comprensiva Águila, escuchó a la ranita y sin pensarlo, le contestó que con gusto la llevaría hasta el lugar que tanto quería conocer. Prepárate desde ahora, porque mañana nos vamos en cuanto salga el señor de la luz, le confirmó. Al día siguiente, cuando apenas alumbraba el señor sol, la inquieta ranita, se hallaba encajada en el emplumado cuello de la majestuosa Águila; feliz volaba y volaba, casi a la altura de las nubes, rumbo a la aventura que le permitiría conocer un mundo lleno de sorpresas, según se lo habían anticipado. Así, la valiente ranita, sintiéndose que también ella volaba como lo hacía su transporte, admiraba, desde las alturas, las aguas de su río, que moldeaban durante el recorrido, su ancho cause, entre los cerros y enormes bosques, huertas con diversos árboles frutales, cultivos de hortalizas, de maíz, frijol y grandes plantaciones de plátanos; también veía, cantidad de ganado paseándose y bebiendo agua de su río, que por cierto, desde arriba, se contemplaba como si fuera un arroyito.
“Al-Re”, no se cansaba de ver, desde esa altura, la variedad de colores con los cuales se vestía la campiña, allá abajo, arropando los verdes prados, labrantíos y también, los ocres de sus siembras, las granjas y pueblos que descubría y admiraba.
De repente, nuestra ranita exploradora, escuchó decir a su amiga Águila: “Al- Re”, dirige tu mirada hacia el horizonte; pronto verás al gran rio que quieres conocer. Y sí, a los pocos minutos, la verde princesa del Piaxtla, empezó a ver hasta donde le alcanzaba la vista, desde las alturas que volaban, ¡la inmensidad de agua que parecía alcanzar el cielo, sin fin!… aguas que semejaban el color verde que ella tenía en su cuerpecito. Se sintió aturdida.., el impacto visual, por inesperado, fue más fuerte de lo que jamás imaginó. Era impresionante el sonido de las verdosas aguas, que en extrañas y grandes burbujas, estallaban al llegar y luego, se retiraban de la única orilla visible del anchuroso río, que absorta contemplaba, con la boca abierta y el corazón palpitando como nunca.
La señora Águila, dejó a la ranita, que aún temblaba de la emoción, en un nido oculto que había descubierto y habilitado, en lo alto de un cerro frente al mar, donde sin ningún peligro, observaría lo que deseaba conocer. Ya en el nido, la ranita preguntó por qué la ubicaba en un lugar tan retirado de la orilla del río. La respuesta fue: amiguita, debes saber, en primer lugar, que lo que has visto, no es ningún río, como el que hay en tu tierra; aquí todos lo conocen como MAR… y si te dejara en su orilla, no permanecerías viva mucho tiempo, ya que en sus playas, viven miles de aves que cazan para comer, todo aquello que se mueve sobre las arenas, de este MAR, que ahora estás conociendo.
Aquí, en este nido, encontrarás comida y agua; estarás segura y podrás dedicarte a observar, desde mañana, a la hora que despiertes, lo que has venido a descubrir, en este lejano y diferente “otro mundo”, que intentas entender. Y así lo hizo “Al-Re”, desde las primeras horas del día, continuó admirando el grandioso mar; divisó enormes casas de varios pisos, llamados barcos o cruceros, así como incontables barquitos de distintos tamaños, con grandes redes, que atrapaban no sólo camarones sino a toda clase de animalitos del mar, que luego morían al no poder respirar; vio angustiada, la cacería de aves de todos los tamaños y diferentes colores, levantando pequeñas tortuguitas y animalitos que nadaban en la playa. Se sorprendió, al mirar la cantidad de basura que arrojaban hombres, mujeres y niños que caminaban por la orilla, que ahí le llamaban playa.
Cuando el señor sol se acercó al horizonte, donde el mar se perdía, “Al-Re”, contempló el crepúsculo. Recordó.., y extrañó, los bellos atardeceres que se reflejaban en el espejo líquido de su río Piaxtla.
Pero lo que más molestó y le quitó el sueño, fueron los ruidos y pestes que producían, minuto a minuto, unas cosas raras que veloces, iban y venían durante la noche; arrojaban humos que irritaron su garganta y no la dejaron pegar los ojos, por lo que amaneció… ¡de pésimo humor! Al día siguiente, en cuanto su amiga llegó al nido, la ranita “Al-Re”, le rogó: amiga Águila, por lo que más quieras, regrésame con Mamá, Papá, mi hermanito Chavito.., a mi pequeño pero apacible río. Prometo no regresar a este lugar… y que ¡jamás dejaré mi dulce hogar, mientras viva!
Otoño del 2018.
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