CARLOS VARELA NÁJERA
Que la vida pulsional de la sexualidad en nosotros no puede domeñarse plenamente, y que los procesos anímicos son en sí inconsicentes (…) equivalen a aseverar que el yo no es el amo en su propia casa. Ambos reunidos, representan la tercera afrenta al amor propio, que yo llamaría psicológica (Sigmund Freud). Freud era un personaje muy escéptico, aun ante temas como felicidad, maternidad, relación sexual, no creía como lo hace la religión, y su brazo armado la psicología humanista, en la dicha y felicidad como tablitas de salvación de la humanidad, incluso tenía sus dudas con respecto a la función materna, y paterna, era nuestro querido Freud un escéptico valiente. Insumiso a pesar de las lápidas que se cernían sobre su movimiento, hoy sigue su influencia viva ante los que declaran su muerte y extinción, fresquito nuestro Freud.
Frente a la función materna y paterna, Freud irreverente, no creía en las escuelas para padres, que están muy de moda en las aulas, éstas suponen que educando “inteligentemente” se evitará el conflicto, ante la pregunta de ¿Cómo educar a nuestros hijos de la manera más correcta y sana?, Freud contestaba, “Eduque como quiera, que de todos modos cometerá errores”, ese es nuestro Freud irreverente.
Con respecto a la vida Freud sabía que ella sólo nos lleva a la muerte, la vida es sólo un suspiro, la meta es la muerte, que nos convierte en caca, el placer del instante es el que se quisiera eternizar, las religiones de eso se aprovechan para vender una vida eterna gozosa, el placer es el lindo amo que nos ha domesticado, sobre el placer, eros, se inclina la servidumbre humana, eros en todos sus presentaciones somete al sujeto a esas satisfacciones cuya lógica sólo es la repetición, y ante ello pocos escapan, porque incluso algunos transformamos el trabajo en un placer o la lectura como sustrato placentero para soportar la vida.
Algunas veces el sujeto se autoexilia, para vivir encerrado en esa felicidad de la quietud, donde se supone que el otro invasor, no lo acose, sin embargo paga con su paranoia encerrarse en su cuerpo, y la locura galopante lo derriba, en otros momentos huye hacia el país de las maravillas, y su santidad el tóxico lo toma por sorpresa, cedándole la vida, y pensando que de esa manera habrá formas de triunfar ante lo perecedero, algunas otras veces tomamos por asalto el amor desoyendo el consejito de que, “jamás nos hallamos tan a merced del sufrimiento como cuando amamos”, estos supuestos freudianos incuestionables hacen de Freud nuestro escéptico valiente, claro, habrá miles de opiniones contrarias enmarcados en la ideología que el capitalismo nos ofrece y el discurso cientificista.
Pero en los hechos se impone el argumento de Freud, más adelante incluso con autores postlacanianos, como Miquel Bassols I Puig, nos entrega un texto muy interesante cuyo título: “Tu yo no es tuyo”, lo único que logra es confirmar lo que Freud nuestro escéptico en un momento de su vida mencionó, que el hombre no era dueño de su propia casa, en alusión al empobrecido yo con sus investiduras débiles, que pretenden gobernar al sujeto sin darse cuenta que este yo es sometido por el placer, encerrándolo en la repetición incesante hasta que la muerte lo separa, la repetición del placer toxicómano, erótico, bulímico, y de otras tantas especies hasta que el cuerpo ya no soporta más y espera la muerte como su más grande benefactora como bien lo dijo nuestro querido Freud.
Si el psicoanálisis no cree en el empobrecido yo, entonces a que santo encomendarse, a ninguno, ya que no hay santo sin erección, entonces estamos en pelotas, nada hay que nos dé certidumbre más que nuestra propia muerte, buena la hicimos, como dijera Cristina a Lea, en el famoso caso de las hermanas Papin, frente a su asesinato atroz, si el yo no es tuyo, como es posible tomar conciencia, aún más si el yo es un sucedáneo de placer, el yo no madura, sólo requiere repetir la dosis de placer para hacer creer que vive.
Ante estas interrogantes que Freud nos lanza queda la invención de verdades absolutas que la ciencia y religión nos lanzan, se trata de desangustiar al sujeto frente al destino nuestro que es la muerte, no por nada hay gente que cacarea la felicidad como sentido último de nuestra especie, sin darse cuenta que nuestra especie esta acabando con su vecino, con las otras especies, y así como el general Custer afirmaba que el mejor indio era el indio muerto, cuyo salmo lo tomaron prestado los primeros mormones, para declarar la muerte a lo distinto a su raza blanca, esto tal vez lleve a Freud a declarar un pesimismo valiente, pero aun con todo un paso más adelante.
* Doctor en Educación/ Lic. en psicología