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ACOSO

Por sábado 15 de septiembre de 2018 Sin Comentarios

VERÓNICA HERNÁNDEZ JACOBO

Normalmente, el sujeto da a los objetos de su identificación primitiva una serie de equivalentes imaginarios que aumentan los engranajes de su mundo: esboza identificaciones con otros objetos, etc.
Cada vez, la ansiedad detiene la identificación definitiva, la fijación de la realidad. Pero estas idas y venidas proporcionarán su marco a ese real infinitamente más complejo que es el real humano. Después de esa fase durante la cual los fantasmas son simbolizados, aparece el estadio llamado genital, en que la realidad entonces es fijada.
J. Lacan, Seminario 1. Los escritos técnicos de Freud, p. 114.
Se dice de manera simple que no hay amor sin acoso, podría ser para un seguidor del Marques de Sade, pero hay más de fondo, el acoso sería un lazo perverso que el sujeto lanza a quien victimiza en el nombre de las pasiones o calenturas, por lo tanto, implica violencia en acto, pasiva, activa, pero violencia al fin.
El acoso puede tener una dimensión tan humillante, que destruye la fragilidad psíquica de quien la sufre sino está medianamente preparado para tal situación, la humillación y amenaza pueden ser tan traumáticas que se genera una especie de asesinato del alma, tomando el concepto que usa Daniel Paul Schreber para denunciar a su psiquiátra persecutor a quien acusó de almicida.
El acoso se vive en múltiples escenarios: trabajo, escuela, empresa, religiones, ahí donde existan sujetos puede aparecer el acoso como modo destructivo del lazo social, quien acosa gana en su actuar un plus de goce, el acosador asume un rasgo perverso, una pequeña dosis de perversión en el acto de acosar y un beneficio suplementario al producir una víctima, de ahí, pues el semblante perverso de acosador se instala en todos, doctores, maestrantes, y toda la fauna que sigue asumiendo que “somos” animales pensantes.
También el acoso le viene al propio sujeto desde sí mismo, con las propias ideas o bien de las fantasías mas íntimas, funcionando como disparador de culpas o deseos, esta situación es muy incómoda porque está en nosotros queramos o no. Es decir que nos convertimos en víctimas de nosotros mismos ante el acoso, fracturándonos a nivel psíquico, al convertirnos en nuestras propias víctimas, de ahí que estamos encerrados en nuestras fantasías, que se convierten en nuestros enemigos en el nombre del acoso.
Cuando el acoso es provocado por nosotros mismos es posible que éste se vehiculice por pequeñas perversiones que nutren la vida psíquica, estas pequeñas representaciones cumplen la función de goce perverso, son esas situaciones incomodas muy tuyas que no se pueden dejar tan fácilmente, mas no por eso se hará el sujeto un monstruo desbordado.
El acoso se da de igual manera cuando se dio el rompimiento de una relación y uno de los sujetos perturba la vida privada de su expareja con amenazas, realizando actos bochornosos, amenazas e incluso el asesinato; todo ello desde la posición de victimizar al otro, desbaratarlo, destruirlo, asesinarlo, en este sentido el acoso insidioso y perturbante adquiere características innombrables por el grado de lesiones físicas y psíquicas que genera llegando incluso al asesinato.
Nuestros hijos incluso no se salvan del acoso materno y paterno, algunas veces es tanto el amor a nuestros hijos que los asfixiamos, los degradamos a objetos, a juguetes de nuestros deseos, ese acoso el niño lo vive como una intrusión en su vida privada, el acosador paterno o materno degrada a cosa de su propiedad al hijo, lo pone en una situación crítica, se apropia de su singularidad, lo trastoca y convierte en su desecho, en aras de apropiarse de su corporeidad, el acosador no tiene ante esta situación límites.
Sin embargo, este tipo de acoso de los padres, en lugar de afianzar los lazos con los hijos deja a estos incapacitados para enfrentar la vida cotidiana, ya que quedan atrapados en las fauces del deseo materno o paterno, de ahí que ellos viven con la angustia real producto de esta situación indescriptible e imposible de ser simbolizada por ellos.
En el ámbito empresarial, el acoso se instala desde el poder y el dinero, o bien el simple puesto contra la víctima, el acosador se oculta tras el poder que la empresa leotorga, ya sea ese poder faccioso o transitorio, desde ahí ubica a la víctima tensando sus lazos, intimidando al otro, atacando la vida privada.
Esta posición amenazante que se puede vivir laboralmente es muy perturbante, porque desencadena improductividad, resentimiento, odio, y genera desconfianza en el otro, haciendo del acosado una víctima, y a la vez imposibilitándolo para que pueda creer que la vida le ofrece en lo inmediato otras posibilidades, o bien que él o ella son dignos de respeto, al generarse en posición de víctima ya nada de la vida le dará tranquilidad y paz.

* Doctora en educación

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