JUAN DIEGO GONZÁLEZ
Velar por la educación es una de las labores más
importantes del legislador. Tengamos en cuenta que
entre mejor sea educado un ciudadano, la ciudad
también lo será”.
Aristóteles, La Política, Libro VIII
Zapatos nuevos, uniforme bien planchado, bien peinado, cuadernos con olor a recuerdo virgen, lápices con su pie bailarín dispuesto a trazar la mejor de las danzas en la pista cuadriculada, un sacapuntas de corazón color verde, porque el verde es la esperanza en la bandera. Antes de salir, el mejor desayuno: machaca de camarón con huevo, tortillas de harina, frijoles refritos, un vaso de leche. La sonrisa de mi madre y la bendición eran los compañeros de camino a la escuela. Primer día de clases, de un agosto nuboso, con pringas de gotas suspendidas al viento. 40 años después y la misma sensación de volver a la escuela me acompaña. Como maestro, ahora la perspectiva es diferente, los actos son los mismos, llegar antes del toque de la campana, saludar a los compañeros y ver quienes regresan, quienes son los nuevos, pisar el zapato nuevo para que “duren” todo el año, los maestros que acomodan los grupos para los honores, la escolta “firmes, ya, saludar, ya”, el himno con su letanía bélica, el juramento a coro y los brazos en alto. “Estudiantes –dice el director- bienvenidos a la escuela, aprendan de todo, disfruten el día y por favor, en orden, pasen a sus aulas”. Risas, carreras, abrazos, hasta pequeños bailes, los niños hacen de todo antes de entrar a sus salones. Los maestros con energía renovada después del verano, cierran la puerta y el aula se vuelve un camino al conocimiento –al menos, es el deseo- para los estudiantes. Particularmente este año, la expectativa es diferente con la entrada en vigencia del nuevo modelo educativo, tan llevado y traído, analizado, comentado, vilipendiado, exonerado, vuelto a analizar… ¿Qué será entonces? Al menos, desde la propuesta teórica, suena realmente grandioso: buscar una educación centrada por completo en el estudiante. El proceso enseñanza-aprendizaje debe girar en torno a las necesidades, habilidades, actitudes, gustos e incluso la personalidad del propio educando. Tarea compleja y complicada para el docente y el director de cada escuela. Una educación vista de esta manera implica promover la libertad de decisión (desde la responsabilidad) de cada estudiante, obviamente acorde a su edad. Se trata entonces de retomar el sentido amplio de educación, es decir, educar es formar ciudadanos comprometidos, proactivos, generosos, con espíritu comunitario, críticos y con una alto sentido de la responsabilidad. Un estudiante que se pregunte ¿Qué puedo aprender? ¿Qué puedo hacer para mejorar? ¿Quién y en dónde necesita de mí? ¿Podemos imaginarnos un mundo en el cuál no haya reprobados ni regaños de los padres? ¿Un mundo donde cada estudiante disfrute el conocimiento y el maestro se vuelva un guía en vez de un pequeño tirano en el aula? Claro que sí. Por eso me dedico a la docencia, porque creo en eso. Y lo creía desde antes de esta “reforma educativa”. Comparto la tesis de Sócrates, cuando explica que el conocimiento hace mejores a las personas. De hecho, el Antiguo Testamento repite el término como sinónimo de atolondrado o ignorante. Y esta persona puede cambiar conforme llega al conocimiento, de tal forma que incluso puede llegar a ser un sabio <jokj•máh>. Si lo ponemos en este contexto, Salomón es un claro ejemplo de un sabio; y también un ejemplo de cómo una persona puede aprender por sí misma, cuándo se lo propone. Antes le decíamos “autodidactas”, ahora es el “aprender a aprender”. La función del maestro en este nuevo modelo es entonces, volverse un facilitador, o como a mi gusta decir, una puerta al conocimiento. Desde que estaba en la secundaria decidí sacarle la vuelta a las puertas cerradas con tres candados o bien, buscar ventanas y balcones; para evitar como don Quijote, “dar con el bulto que hacía la sombra” y seguir adelante en busca de la nunca bien ponderada, azas de fermosa doña Dulcinea del Toboso. Esa es la misión principal de todo educador (maestro), llevar a sus educandos a que siempre busquen aprender por sí mismos. Un nuevo regreso a clases, un nuevo modelo educativo, una nueva presidencia de la República, un 2018 lleno de esperanzas y cambios. La educación debe ser la principal consideración de cada uno de los mexicanos, de todos, no sólo de los maestros. ¡Viva México!
* Autor /docente, Sonora / B C S.