CARLOS LAVÍN FIGUEROA
El pasado 4 de mayo envié un escrito recibido y sellado en Lima por Ministerio de Cultura del Perú, quedando abierto el Expediente 009138-2018; Registro 618-9393, Anexo 2520, donde expongo; que al no haber conocimiento de la razón por la que Machu Picchu se fundó en ese áspero lugar de peligroso acceso, les notifico sobre la investigación que he realizado y sustentado, fundada en que las dos montañas -Huchuypicchu y Uñapicchu- que dominan esa Ciudad Sagrada en su lindero, semejan al mitológico cóndor posado con sus dos alas abiertas en actitud de resguardar la ciudad. Propuesta que me confirma el Arqueólogo José M. Bastante, Director del Programa de Investigaciones Interdisciplinarias del Parque Nacional Machu Picchu, mediante correo del 27 de julio, donde después de comentarios, concluye: “Estimado Sr. Lavín. Lo que le puedo confirmar es que efectivamente nadie ha propuesto que las montañas Huchuypicchu y Uñapicchu semejan a un cóndor. Saludos”. por tratarse de un hallazgo que devela la desconocida razón de la fundación de Machu Picchu, se integró el expediente relativo. La postura academicista de los arqueólogos, está estrictamente limitada a técnicas científicas, y siendo este tema más bien de carácter sagrado, el sustento científico pasaría a segundo término, a esto se suma que la forma natural del cóndor en esas dos montañas rocosas es algo tangible y no esotérico, que casualmente no tiene otra forma sino precisamente la de un cóndor gigantesco posado, en una formación natural que sería la razón para la fundación de Machu Picchu, quizá agregándole acondicionamientos para darle forma más precisa. El caso, es que las plazas de la ciudad están alineadas de tal forma para que el cóndor pueda ser apreciado, generando todo un espacio ritual, conjuntamente con el Sagrado Templo del Condor.
En las investigaciones de esa Ciudad Sagrada, deben incluirse no sólo las de carácter arqueológico, antropológico, etnográfico que trata de las costumbres y tradiciones de los pueblos sino también hierático que refiere a objetos de culto. Quizá para los antropólogos academicistas mi propuesta linda en lo esotérico, luego entonces, si así fuera, se debe reconocer que no es un tema exclusivo de las ciencias tradicionales, sino un tema multidisciplinario que debe considerar otras alternativas. En mayo del 2002, partimos de Cusco a Machu Picchu, era la primera ocasión que visitaba el lugar, todavía estaba en servicio el viejo tren, a través de la rivera del rio Urubamba y su Valle Sagrado, llegamos a Aguascalientes, abordamos el vehículo que zigzagueando sube a la ciudad incaica oculta por cinco siglos. Desde el punto más alto, miré hacia abajo los detalles y la ordenación de sus plazas y construcciones; el conjunto lo dominan esas dos montañas contiguas, de inmediato percibí que semejan a un cóndor con las alas abiertas en postura de resguardar la ciudad. El conjunto de “canchas” -plazas- contiguas permite la vista libre -así serían planeadas- para apreciar en lo alto al majestuoso cóndor que daría motivo de la fundación de la” llacta” en ese lugar, al ser considerado por los antiguos incas como el santuario natural del cóndor. La evidencia es gigantesca y a más de un siglo de su descubrimiento no se había descifrado la razón fundamental de su construcción en ese sitio. Las “llactas” se diferenciaban de las ciudades o de las ciudadelas, en que el grueso de su población era móvil, y sólo residía en ellas por temporadas antes de ser reemplazada por otro grupo de pobladores, todos ellos eran personas que seguramente acudían a cumplir culto al cóndor además de tributar en trabajo comunitario en construcción de caminos, puentes, edificios, terrazas de cultivo en las laderas de las montañas.
A lo largo de la vida se van acumulando experiencias, conocimientos naturales, tradicionales, saberes fundados en razonamientos, en la exploración, en la lógica, de las que van resultando juicios, que, en este caso, hacen a un lado en lo fundamental a la antropología, a la arqueología; ahora me entero que esto, se trata de la llamada ciencia marginal o ciencia limite, un campo de estudio que se aparta significativamente de las teorías de las corrientes principales u ortodoxas, o, también llamada proto ciencia que se usa para describir una nueva área de esfuerzo científico en proceso de consolidación.
Desde siempre empecé a investigar de historia, la intuición me animaba, lo que fui confirmando por placer intelectual, luego lo fui escribiendo relacionando cosas, datos, palabras, objetos, estilos, fui rastreando, probando y comprobando que los temas que yo descifraba se iban convirtiendo en verdades sustentadas, la simple curiosidad fue un detonante. La historia se puede recrear con datos no dichos con anterioridad, sólo que para lograrlo se requiere, entre otros de contar con la llamada “presunción humana” que es una prueba circunstancial -casual, fortuita, accidental, imprevisible- para arribar a una verdad, lógica, histórica y hasta legal, absolutamente válida incluso en el contexto jurídico, pero esto no lo entienden, o no lo quieren entender los limitados “investigadores”.
Catorce años después regresé a la Ciudad Sagrada ya estaba el moderno tren, fue por dos días, esta vez, con fines de ahondar en la investigación me las arreglé para estar en el sitio desde el amanecer, percibiendo que el cóndor es lo primero y lo último que ilumina el sol. Fue una exploración visual, relacionada con datos y mitos similares como el del águila posada en un nopal en un pequeño islote en medio de un lago, que fue el excepcional inicio de la gran Ciudad de México-Tenochtitlan; el caso de Machu Picchu es también un caso raro, ya que se fundó en lo más alto de una escarpada montaña. En ambas poblaciones se tuvieron que acondicionar los terrenos porque ahí precisamente tenían que construir su ciudad, los aztecas cultivaban en chinampas y los incas en terrazas. Los que llevamos descubrimientos más allá de los límites académicos, estamos más allá de la ciencia, y es que esa ciencia dogmática y autoritaria no nos da respuestas satisfactorias a ciertas cuestiones fundamentales y es cuando buscamos respuestas con métodos muy distintos a los suyos.
El resultado, es que esa ave formada entre las escarpadas montañas, su medio, incluso de reproducción, motivó a los incas para construir ahí su llamada Ciudad Sagrada. ¿Qué otra razón más poderosa pudo existir para edificarla precisamente en un abrupto terreno que tuvo que ser acondicionado para poder habitarlo? En más de un siglo el misterio no había sido descifrado, ni por su mismo descubridor Hiram Bingham en 1911. El Condor es un animal ancestralmente venerado, símbolo nacional de todos los países andinos que abarcaba el Imperio Inca a lo largo de la Costa del Pacifico sudamericano, donde ha sido declarado por ley patrimonio natural o cultural; se creía que era inmortal, simboliza la fuerza, la inteligencia, la exaltación y responsable de que el sol saliera todos los días. Existe sólida evidencia de que los constructores tuvieron en cuenta criterios astronómicos y rituales para su construcción de acuerdo a los estudios de Dearborn, White, Thomson y Reinhard, entre otros: “En efecto, la alineación de algunos edificios importantes coincide con el azimut solar durante los solsticios de manera constante y por ende nada casual, con los puntos de orto -nacimiento- y ocaso del sol en determinadas épocas del año y con las cumbres de las montañas circundantes”, refiere particularmente, a los dos montes con la figura del cóndor.
Los que tratamos temas reveladores que investigamos principalmente fuera de academicismos, nos vemos en dificultades, porque la academia no lo acepta. No les es posible. No es que yo sea anti académico, pero los universitarios aprenden sistemas preestablecidos escuchando a sus maestros, que dan por resultado investigadores artificiales, es decir forzados y no naturales, que después se limitarán a repetir lo que les dijeron o dentro de lo que les dijeron. Y hay que ver las mentiras que sostienen, incluso “descubrir” lo que ya había sido descubierto para justificar sus elevados sueldos. Si pasa esa línea ya no es universitario y entonces lo marginan, no le pagan, no le dan cátedras, no le dan apoyos, lo despiden, por eso no se atreven a cruzar esa limitativa línea académica, y no reconocen como válido ningún otro procedimiento de investigación que esté fuera de los suyos. Quienes se limitan solo a información ya escrita con anterioridad, tampoco aceptan nada que no cumpla con fuentes; pero para sacar a la luz cosas distintas a las ya dichas, se requiere entre otros, sensibilidad de discernimiento para relacionar las cosas, de afinidades, de equivalencias, de análisis. Europa está más abierta a las investigaciones de este tipo, incluso hasta esotéricas, por ejemplo las de Daniel Ruzo -con quien conversé en algunas ocasiones- que fueron admitidas y presentadas en La Sorbona de Paris, tesis que tratan sobre las gigantescas formaciones megalíticas en varias montañas del mundo, inclusive las del Tepozteco, que asegura fueron esculpidas por el hombre de la que no se poseen testimonios escritos, son investigaciones sin fuentes solo que son creíbles por razonadas y lógicas, pero a la vez difusas que suelen tener varias interpretaciones, mismas que considero mucho más alejadas de la realidad, en comparación con la del muy definido cóndor de Machu Picchu. Aun cuando el libro de Daniel Ruzo “El Valle Sagrado de Tepoztlán” es calificado de esotérico por las interpretaciones que dio a las formas de las montañas, aun así, ha sido publicado por la UAEM, institución a la que cedió todos los derechos.
Para mí los viajes no son sólo vacacionales, si hay interés también ilustran; he vivido largas temporadas en ciudades como Barcelona, Madrid, Lima; he recorrido América, Europa, Norte de África, y si se cuenta con un amplio sentido de observación nos va dejando importantes acervos, relacionando datos de un país a otro, de un continente a otro, de una cultura a otra, la vida misma da oportunidad de ir almacenando saberes, rastros, dudas, enigmas, y eso me ha permitido hacer indagaciones de historia con resultados inéditos, y por novedosas, también valga decir históricas.
Hoy tengo la satisfacción de haber contribuido a enriquecer la historia de mi ciudad y estado con temas fundamentales, otros más de interés nacional, y este de carácter universal por ser Machu Picchu Patrimonio Mundial de la Humanidad declarado por la UNESCO en 1983, y en 2005 una de las Siete Maravillas del Mundo Moderno. Apenas a mediados del pasado siglo, la historia se convirtió en una ciencia, pero lo que no quieren reconocer los historiadores académicos es que la historia y los historiadores ya existían desde que se inventó la escritura, sus significados y mensajes eran ya historia testamentada desde sus inicios, miles de años atrás y no apenas a partir del siglo XX. La historia no es una ciencia pura, está entre la literatura, la escritura, el texto, el contexto, el subtexto y su interpretación, por tanto, más bien es un género literario, apoyado, sí, con bosquejos teóricos y científicos, pero al fin, es, y así se debe reconocer, un género de la literatura, sólo que a los historiadores académicos no les da la gana reconocerlo. Los más destacados descubrimientos arqueológicos no los han realizado los arqueólogos, sino aficionados a la exploración y a la arqueología como Hiram Bingham interesado en leyendas incas que descubro el propio Machu Picchu; otros aficionados como Heinrich Schlieman, un soñador quien con la Ilíada de Homero en la mano recorrió Turquía, es el descubridor de la legendaria Troya y del Tesoro de Príamo en la misma ciudad.
Las mejores historias no las han escrito historiadores, sino literatos, como Fernando del Paso en su obra “Noticias del Imperio”. Los mejores pintores surgen cuando rompen la barrera académica, Picasso, Dalí, Goya, Renoir, El Greco, Van Gogh, los muralistas mexicanos; los mejores trabajos de investigación lingüística y filológica son aquellos en que sus autores no son académicos, como mi maestro Gutierre Tibon quien vivo aquí en Cuernavaca la mayor parte de su vida.
Y después de haber realizado diversos trabajos inéditos me encuentro también con lo dicho de manera genérica por el maestro Antonio García de León Griego vecino hace más 20 años en Tepoztlán Morelos a poca distancia de Cuernavaca, a quien se le otorgó el Premio Nacional de Ciencias y Artes 2015, dice que “a los historiadores académicos les apena reconocer que la historia no es una ciencia, sino que es un género literario”. Así que, hay temas en que las ciencias académicas se ven limitadas, que puedan ser tratados con otras formas de investigar.
P.D. Hasta la próxima