MARIO ARTURO RAMOS
En Querétaro, capital del estado , el 25 de julio de cada año se celebra su fundación: Una leyenda cuenta que, en una batalla singular- patadas, coscorrones, piquetes de ojos, pedradas- en 1531, entre chichimecas y conquistadores encabezados por un tlaxcalteca converso,
Conin quien al bautizarse se llamó Fernando de Tapia, al sentirse en inferioridad los invasores hispanos invocaron a Santiago Apóstol, Santiago Matamoros y en América Santiago Mataindios. La figura es el Santo patrón de España ya que, en la batalla de Clavijo ayudó a Ramiro I o II a vencer a los discípulos de Mahoma. Se dice que Ramiro pidió ayuda para vencer a los enemigos y entonces en una nube apareció un jinete quien raudo como Superman derrotó a los árabes. Un poco después en la batalla de Hacinas, el Conde Fernán González invocó al galáctico para derrotar a los rivales, nació la frase de Santiago y cierra, España, como lema de guerra de las fuerzas militares hispanas-. En fin, en el Querétaro que en purépecha es posible que signifique Lugar de piedras- variante de Queréndaro- o en Ñandú Juego de Pelota, adquirió su fecha en la imaginación, circunstancia que comparten muchas ciudades de la época de la Colonia.
En los 70s del siglo pasado, mi amigo, Sergio Arturo Venegas Alarcón, me invitó a presentar una velada musical en el Museo Regional, con cantores avecindados o nativos para conmemorar el aniversario. Invite a Claudio Estrada, compositor y guitarrista, a Ramón Inclán, periodista y compositor, a Luis Rubio, director artístico de RCA Víctor, a Alejandro Corona, compositor, docente y pianista entre otros ilustres, desde luego a cantores, intérpretes, músicos, locales y avecindados en la ciudad colonial quienes compartieron el resultado de su tarea artística.
Un día antes del acto musical me trasladé desde la Ciudad de México para la organización, acompañado de mi compañera y el inseparable asistente, Jesús Pimentel (QEPD) -sostengo que hay que tener en el corazón a Jesús y yo a Chuchito lo llevo siempre- al Museo Regional ubicado en el Centro Histórico. El sitio tiene un lugar esplendido llamada: Sala de Profundis, en el escenario un piano de cola de manera monárquica – no podría ser de otra formapresidiría el evento. Temprano el día veinticinco llegué para agendar a los participantes, dando especial importancia a la presencia de Estrada, Inclán, Rubio y, programando el final del acto con una ejecución pianística de Corona.
Llegaron una buena cantidad de participantes y suspirantes. El primero que apareció fue un cantor largo y flaco con un traje negro maltrecho de charro, su nombre “El gavilán queretano”, a su lado un pequeño personaje con un traje que alguna fue vez verde, solicitaba participar, le pregunte su nombre, “El serranito”, ¿Cómo, pregunte? Acomodándose el sombrero del cual colgaban escapularios, contestó con tono bravío, si como el chile serrano, lo que sucede es que es por chaparro ese es mi nombre artístico. Entre la constelación una mujer gorda con traje de china poblana, medio arrugado que se hacía acompañar de un conjunto de mariachis, con paso ágil tomó la parte de atrás del escenario y comenzó a ensayar, llamé a Chuchito y dije ¿quién es? “La palomita”, una cantante de aquí mero, contestó el inolvidable Pimentel. Bueno no está en el programa, pero veremos Jesús, fue el comentario.
La función programada para las 7 P.M., como todo en mi lugar natal comenzó tarde. El último en llegar fue el director del recinto. Entonces trovadores, conjuntos musicales que a mi juicio cultivaban el Sonido 14, uno más que el de Julián Carrillo, solistas con acompañamiento de pistas, afinadas y, todo lo contrario, etc. Por casi dos horas desfilaron ante el beneplácito del público; el platillo principal esperaba en primera fila, Claudio y Alejandro. Estrada pulsó su guitarra y logró hacer vibrar las cuerdas con magistral talento, los asistentes aplaudían y aplaudían. Venegas comentaba con el funcionario que también reconocía el trabajo. Entre actuación y actuación, Chuchito preguntaba ¿señor, a qué horas canta La palomita? Por su volumen corporal pensé, La palomota…
Alejandro cerró espléndidamente con el Nocturno de Chopin y fragmentos de la 9ª sinfonía; el director y mi amigo el periodista, comentaban en voz baja lo acertado de la ejecución del pianista. Jesús insistía, en la actuación de su conocida, a mi se me había olvidado, para salir del compromiso, señalé, de despedida Chichito que cante El queretano, tema de Guillermo Bermejo; despido a los participantes, doy las gracias y que cante y así fue… al bajar del escenario busqué al anfitrión y a Sergio Arturo, el funcionario cultural dándose una palmada en la frente grito: “Mario Arturo está cantando una proxeneta… A punto de soltar la carcajada alcance a decir, no la conozco, pero si a usted le consta. Terminando el evento, el rector de la UAQ, nos ofreció una cena en una conocida marisquería, mientras intercambiaba opiniones con los comensales sobre el acto, Chuchito se acercó y muy quedito pregunto, ¿oiga quién les paga a los mariachis?…
Entonces el 25 del séptimo mes me la paso recordando un aniversario inolvidable.
* Autor e investigador