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REFORESTAR NUESTRA CONCIENCIA

By martes 31 de julio de 2018 No Comments

ERIKA PAGAZA CALDERÓN

En estos días, me siento muy entusiasmada, el contexto político del país se presta para divertirnos con aquello de imaginar cosas chingonas que no tengan un balón de por medio. No hablo de aquellas ideas desproporcionadas donde se piensa que la situación cambiará hoy y que diciembre será un momento para bailar en las calles, tirando confeti. En estos momentos de cambio tan vigilados me imagino que pueden caber propuestas serias para rescatar nuestro patrimonio natural, ¿qué hacer en cuanto al valor ambiental de lo que nos rodea?.

Estamos ante una enorme oportunidad de que se diseñen nuevas directrices, que retomemos un camino que ponga en un lugar fundamental la calidad de nuestro entorno y sumar a las soluciones que impacten en temas como la violencia, las oportunidades y los derechos de la comunidad a tener un ambiente saludable, pasar de las celebraciones insulsas de las efemérides ambientales a acciones contundentes. Imagino jóvenes exigiendo su derecho a tener espacios verdes y recreativos con criterios ambientales congruentes con el discurso de la sustentabilidad.

Por ejemplo, continuamente me encuentro con proyectos donde no importa la selección de las plantas que colocan, con tal de cumplir la cuestión de poner “algo verde”, y me pregunto ¿qué pasará con su vida, será ese el principio que rige su elección para un compañero de vida? , no me puedo imaginar diciendo: el que sea…con tal de tener marido.
Ya entrada en el tema se me ocurren muchísimas cosas:
¿Qué ocurría si en todas las plazas comerciales fuera obligatorio plantar por lo menos cinco Ébanos, cinco Clavellinas, cinco Retamas y cinco Guásimas?
¿Cómo lograr que en cada parque público de Sinaloa se plantaran y cuidaran por lo menos un Guanacaxtle, un Capule, un Tepeguaje y un Arrayán?
¿Qué pasaría si en las escuelas hubiera paisajes con identidad, y todos los maestros pudieran ser capaces de nombrar por lo menos a 10 de los árboles regionales? Soy necia, pienso que insistiré hasta que la edad me lo permita, en dialogar sobre la calidad de los parques y jardines, así como la selección adecuada de los árboles; la vegetación que nos rodea puede influir perfectamente nuestro sentir, y es determinante para contribuir a generar otra actitud entre las personas. Recuperar los espacios verdes y reconsiderar la naturaleza a nuestro alcance, son dos estrategias que nos permiten alentar mejores formas de comunicación, tener una noción distinta del otro.
Al vernos rodeados de Guayacanes frondosos, de Amapas amarillas y rosas, de Copalquines, de Cacaraguas, de Papelillos, y sentarnos plácidamente a ver llegar a las mariposas y los colibríes, tendremos mejor actitud para relacionarnos con nuestros vecinos, amigos y compañeros. Yo no firme un pacto por los árboles, pero declaro que tengo un pacto con ellos desde hace mucho. La vegetación de cada lugar le brinda esa distinción única, unir la conservación de las especies y formar arquitectos y diseñadores de los espacios públicos conscientes de su entorno, requiere una reflexión profunda. Colmar nuestra imaginación de flores y texturas que nos cuentan historias, será un trabajo interior necesario para superar el terrible lastre de la planeación de espacios infructuosos sin sombra, sin árboles, sin naturaleza. Primero hay que reforestar la conciencia para lograr paisajes únicos que maravillen y eduquen.

*M. C IPN

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