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INMIGRANTE, UN DESARRAIGADO DE SÍ MISMO

By martes 31 de julio de 2018 No Comments

CARLOS VARELA NÁJERA

La pérdida de toda captura simbólica, que Jacques Lacan desarrolla muy tempranamente en su enseñanza deja al sujeto sin una protección. El sujeto funciona con identificaciones que le permiten vincularse con el Otro, de modo tal de construir o quedar inserto en el lazo social. Fuera de esa referencia es la nada, la errancia en una pura metonimia (Jacques-Alain Miller).
Cuando los sujetos emigran bajo diversas circunstancias de su tierra de origen, esta elección forzada tiene consecuencias estructurales en sus modos existenciales. La transculturación es una de ellas, generando la pérdida paulatina de sus raíces idiosincráticas, es por así decirlo una transpersonalizacion casi completa, un desarraigo de sus usos y costumbres que colocan al sujeto en el borde. En este sentido, el sujeto se despersonaliza, algunos lo asumen como “ni de aquí, ni de allá” puesto que los nuevos retos en entidades geográficas adversas van creando una metamorfosis grotesca con respecto a sus raíces, se observa en lo chilango, pocho, mocho, spanglish, hasta llegado el momento en un desenraizado, y en ese desarraigo queda en su lugar el oprobio, odio, e indiferencia a sus raíces originales, lo vemos en el propio Trump, siendo un inmigrante, hoy, odia a los migrantes, se odia Trump a si mismo en el odio a lo migrante.
En el emigrado sus raíces culturales se van quebrando, se asume con una identidad exageradamente alienada, más que nada a una sociedad de consumo, creyendo que consumiendo lo que esas nuevas entidades geográficas le ofrecen se transformará y será aceptado en esas nuevas realidades. Es decir, se apropian de los bienes de consumo, intentando en este consumo masivo ser igual a su vecino, para así ser aceptado sin cuestionamiento, pero el resultante de este mimetismo nunca es el esperado, ya que la condición de emigrante lo coloca como sujeto barrado, tachado, incompleto para esa comunidad, que nunca le quitará el ojo de encima, incluso su condición de extraño, de tener otra raíz genera odio racial, como se observa cotidianamente en los Estados Unidos de América.
El desarraigo por ser inmigrante de sus propias raíces, hace que el sujeto pierda su identidad personal, psicoanalíticamente hablando ese desarraigo implica una pérdida de toda referencia simbólica, e imaginaria, quedándose con el hueso de lo real que lo lacera, lo desidentifica aun para su propia familia que se quedó en el lugar de origen, lo desconocen, mientras que al inmigrante solo le queda la nostalgia, el estado depresivo o melancólico que acallará con tóxicos, encontrará pues, una salida etílica, toxicómana, persecutoria, o de consumo para amortiguar sus penas, y como la India Maria, no será ni de aquí ni de allá como reza una película de esta actriz. Cuando se pierde la raíz de origen, el sujeto queda suspendido en lo imaginario, su vida se realiza en puro semblante, siendo casi siempre errático, algo así como lo caricaturiza el judio errante, pero más que errante será un errático puesto que pierde toda posibilidad en esas nuevas tierras de emitir su opinión, o bien que sus opiniones tengan peso, ya que su condición misma lo hace abyecto, lo arroja a su no lugar, aunque tenga ya documentos que acrediten su estatus legal. Hoy Trump también va contra eso, es aborrecer lo distinto, lo diferente, perseguir lo extimo, lo familiar como si fuera ese otro, mi vecino, mi enemigo, algo que debe ser eliminado, encarcelado, asesinado.
El inmigrante es un desarraigado, alguin sin raíz, un extraño para sí mismo, incluso para sus propios hijos, pierde sus raíces, queda suspendido sin poder agarrarse, sin asirse a algo que amarre, y ya desamarrado da una voltereta convulsiva culturalmente hablando en su condición de inmigrante, que sin querer queriendo pierde su raíz de origen marcándolo hasta su tumba.
Lo inmigrante supone entonces que en su desarraigo, su transculturación no logra sostenerlo frente a los significantes que lo amarran a un otro que desaparece, ya que ese otro extranjero como no lo reconoce lo asesina especularmente, y de hecho el inmigrante nunca deja de serlo, y aunque como diga folcloricamente la canción de los Tigres del norte aunque la jaula sea de oro no deja de ser prisión.

* Doctor en educación y Lic. en psicología

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