FAUSTINO LÓPEZ OSUNA
Si dedujéramos por oposición, lo opuesto a “muertes silenciosas” sería “vidas ruidosas”. Pero no se trata solamente del adjetivo que proviene del sustantivo silencio, que es ausencia de todo ruido o sonido, como el silencio de la noche. De igual modo, el sustantivo muerte, es acción o hecho de morir o dejar de vivir, como fallecer de muerte natural. Conecta con silencio, en tanto que en el morir cesa la vida (conjunto de las propiedades características de los seres orgánicos, por las cuales evolucionan, se adaptan al medio, se desarrollan y se reproducen). Por todo ello, “muertes silenciosas” suena a redundancia o a pleonasmo.
Pero más allá de asomarnos en este terreno a lo más íntimo de la materia con las herramientas de la física, la química y la biología, es necesario indagar en las ciencias sociales para valorar, independientemente de la desencantada visión existencialista, el “sentido” de la vida en sociedad. En la concepción cósmica de los aztecas, por ejemplo, el nacimiento no tenía la mayor importancia, pero sí la forma en que se moría, lo verdaderamente trascendente de la existencia.
El reconocimiento, la gratitud, el nimbo, eran virtudes más que apreciadas en los mortales. (Nimbo: círculo que aparece, algunas veces, alrededor de un astro especialmente del Sol o de la Luna. Igualmente, círculo luminoso que en la antigüedad se colocaba alrededor de la cabeza de los dioses y de los emperadores deificados). Cualquier ateo descalifica tal costumbre, pero aún en la vida cívica en ocasiones se llega hasta el insulto o la ridiculez (que provoca risa o burla), como cuando se sepultó la pierna de Antonio López de Santa Ana, con un desfile multitudinario (que envidiarían las actuales campañas electorales) y toda la solemnidad y los honores patrios, ante la presencia enlutada de todos los embajadores acreditados en México. Aquí sí no fue una muerte silenciosa de un miembro del cuerpo físico de Santa Ana. En cambio, ¿quién lamentó masivamente la muerte de Jesucristo, a quien le tuvieron que prestar una tumba para que lo sepultaran? Los judíos de entonces que lo consideraron impostor, continúan aún en nuestros días esperando la llegada del verdadero hijo de Dios, según sus creencias.
A escasos años antes de tan abominable hecho que enlutó a la humanidad, sobrevino la muerte de José, su padre, bajo el mismo procedimiento, cosa no divulgada ni por la misma Iglesia, como sería de merecer, pero narrada por el Premio Nobel de Literatura portugués, José Saramago, en su extraordinaria novela “El Evangelio según Jesucristo”, donde da cuenta que un vecino suyo (de José), harto del sometimiento romano, decidió irse a la guerrilla, encargándole que no dejara morir de hambre a su mujer. Al tiempo, José se entera que en un poblado cercano los romanos tenían detenidos a cientos de guerrilleros para ajusticiarlos. Convencido de que entre ellos se encontraba su amigo, lo fue a buscar, pese a rogarle María que no lo hiciera, porque le podía suceder lo mismo. Lo encuentra, encadenado, junto con los demás que esperaban la muerte. Y, descubierto, no obstante que repetía que él nada tenía que ver, lo detuvo un guardia romano, lo encadenó a los otros y, por la tarde del mismo día, fue crucificado igual que su amigo y los demás guerrilleros. En los pueblos por donde pasaba el ejército romano, quedaban plantadas cientos de cruces de infelices que preferían tal muerte que seguir soportando su existencia desdichada. Luego los soldados de Roma proseguían a otros pueblos arrastrando tras de sí carretas cargadas de cruces. ¿Por qué, 2018 años después, perdura el silencio de la muerte de José? ¿Por qué nadie reivindica, junto con el Derecho Romano de la propiedad privada, la debilidad romana de las crucifixiones?
Aunque ya lo he mencionado, por tratarse esta vez del tema, evoco dos “muertes silenciosas” más, propias del sistema económico tan amado por los liberales y neoliberales.
Los que saben que el genio Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791) es uno de los grandes maestros de la ópera, que trató con maestría todos los géneros musicales, que compuso sinfonías, sonatas, 27 conciertos para piano, música de cámara, 27 cuartetos de cuerda, tríos, quintetos y música religiosa, ¿saben también que, con menos suerte que Jesucristo, no hubo quien le prestara una tumba para sepultarlo y fue enterrado en la fosa común? Del mismo modo, los que saben que Juventino Rosas, en la época del porfiriato, compuso para su esposa (de don Porfirio) el bellísimo vals Carmen, y nos dejó el inmortal vals Sobre las Olas, ¿sabrán que, igual que Mozart, fue enterrado en la fosa común?
Los dos años que permanecí en Sofía, Bulgaria (1967- 1969) asistí a la costumbre luctuosa de ver pegados en muros por toda la ciudad la fotografía impresa en blanco y negro y tamaño carta de personas recién fallecidas, con su nombre y las fechas de nacimiento y muerte. Así se comunica a familiares y extraños del fallecimiento de los seres queridos, cuya fotografía permanecía ahí hasta que el viento o la nieve los desaparece para siempre. Anuncios sileniosos. Surrealistas.
* Economista y compositor