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OCHO AÑOS… Y CONTANDO

By jueves 31 de mayo de 2018 No Comments

ALBERTO ÁNGEL «EL CUERVO»

Chopin, sigue emocionando el alma con su Nocturno en Mi mayor opus 9 número dos… Recuerdo tanto aquella película que quizá en ese entonces no entendía bien a bien… Melodía Inmortal, se llamaba… Se llama… Pero mi padre siempre se refería a ella como La Vida de Eddy Duchin…
La habré visto unas cuatro o cinco veces en compañía de mi viejo amado y cada vez que la vimos, él se emocionaba hasta las lágrimas… Un día, mi viejo se fue… Volvió a ser parte de la armonía universal… Trascendió hasta ese plano donde vuelven los seres a integrarse al todo… Volví a ver la película…
Y ahora quien no pudo contener el llanto fui yo… Recordé que en mi infancia muchas veces intentaba tocar el famoso nocturno de Chopin, dado que era el tema musical de aquella película… Logré complacer a mi padre quien algunas tardes me pidió que tocara aquella “melodía inmortal”… Y como en uno de esos cuentos de Cortázar, el tiempo se detuvo… y una y otra vez, vivía la emoción de mi padre que, mientras me escuchaba, volaba a… Quién sabe dónde… Volaba y sus ojos brillaban y me narraban mil historias que se agolpaban en su remembranza… Y así, de la misma manera, como si fuera una vez más ese cuento de Cortázar en el que el tiempo se detiene y se repite en interminables ciclos, han pasado ocho años ya desde que mi hermano Mario Arturo… Mi hermano gato…

Ese gato a quien resulta imposible dejar de lado las andanzas, a quien resulta futil el satisfacer necesidades que para otros son de vital importancia… Ese gato con quien he compartido ideales, sueños, inocencias a veces… Con quien he tenido logros inconmensurables… Tan grandes logros como el poder convencer a quien sea de ser nuestro cómplice en llevar la cultura por medio de una gaceta, un periódico a lo largo de ocho años… Contra viento y marea en muchas ocasiones…
Complaciendo o quizá sea mejor decir: Haciendo como que se complace el deseo o la orden de quien ordena o quizá sería mejor decir: De quien hace como que ordena… Ha sido una experiencia maravillosa… Nos han leído en muchos lugares del mundo y continúan leyéndonos… Hemos revivido ese Ateneo legendario por el que han pasado grandes celebridades de una manera u otra… He tenido el privilegio de compartir mi pluma con la de extraordinarios compañeros de gran talento y preparación y a veces más emoción que talento sin que ello suponga menoscabo alguno por su valiosa colaboración…

Ocho años a lo largo de los cuales he recibido comentarios bellos de parte de muchos lectores… Despistados lectores que insisten en leer mi colaboración al mismo tiempo que disfrutan del valioso contenido de “La Voz del Norte” y los escritos de todos mis compañeros, hermanos de andanzas en este difícil camino de la difusión del arte, la cultura, tradición, raíces…
Todo aquello que finalmente nos brindará la oportunidad de cohesionarnos y reconocernos a nosotros mismos por medio de la identidad que parte de una historia común y bellísima como bellísimos han sido estos años en los que he tenido la oportunidad de expresar sin cortapisa alguna mi pensar, mi sentir y a veces, muchas veces, mi sinrazón que brota directamente de esta bendita locura contagiada y compartida con mi hermano gato desde hace ya… No sé cuántos años… Ni me interesa saberlo… Los años no se miden por los años mismos, sino por la intensidad con la que se les haya experimentado…

Y gracias a La Voz del Norte, he podido experimentar todos estos años con mayor intensidad y mayor conciencia cada vez… Cómo olvidar todos esos personajes que han estado involucrados en cada uno de los sueños que se han ido tejiendo en esta telaraña incomprensible a veces que resulta la realidad… Cómo olvidar los desatinos divertidos de todos cuando se ven expuestos a las bromas de los demás… Las emociones compartidas cuando, por ejemplo, Chuyito, en esa sorprendente capacidad de raciocinio muchas veces por encima de los considerados normales en su inteligencia, se me ha acercado y me dice:
—Cuervo… ¡Qué chingón cantas…!
—¡Gracias Chuyito…! ¿te gustaría cantar…?
—No…
—Jajajajajaja… ¿Por qué no…?
—Eso es para Mongolitos…

Cómo olvidar aquella bohemia en aquel rancho a mitad de “quiensabedonde” cuando logré comerme dos kilos de camarones junto con un vino que en aquel calor sofocante se convertía en una especie de “sopa de uvas”, lo que no le quitaba el sabor… Cómo olvidar las bromas de mi hermano gato cuando me dijo:
—Vas a probar ahora la caca de chango más cara de la historia…
—¡Jajajajajajaja…!
—No te rías… Es literal… El café que te está ofreciendo Sosa es el más caro del mundo y no es otra cosa más que caca de chango…
—¡Jajajajajajaja, no le creas al gato, ya sabes cómo es…! Lo que pasa es que hay un animal que no es chango, es gato y se llama Kopi Luwak que se come los granos del café y al expulsarlos se recogen y se procesan y le dan al café un sabor muy especial… Claro, el proceso es largo y complicado, por eso es tan caro… Pero pruébalo y dime qué te parece…
—Lo puedes adornar como quieras, pero es café de caca de chango…

El sabor del expresso en la oficina de quien finalmente ha sido responsable a nivel de empresa de la realización de este sueño octagenario, Antonio Sosa, es muy especial… Pero me mantengo sin indagar el precio del café Kopi Luwak para no amargar el sabor…
Ocho años en los que la hermandad entre ese loco y soñador que es poeta por naturaleza Mario Arturo y yo, se ha fortalecido a niveles indisolubles… “Eres un loco, amigo…/ Eres un loco vestido de etiqueta/Por un sueño sublime…/ Tu palabra…” Este fue un verso corto que dedicara a mi hermano gato en mi primer libro… Y sigue vigente con toda la fuerza de los ideales que jamás abandonaremos… Ideales que siguen reflejándose cada escrito, cada publicación de cada ejemplar de La Voz del Norte en cada uno de estos ocho años de existencia…

Por eso mi agradecimiento nostálgico a todos aquellos que nos han acompañado en este trayecto en pro de la cultura… Por eso mi agradecimiento a la existencia que me da la oportunidad de convertirla en vida cada vez que me siento a escribir mi colaboración… Por eso mi agradecimiento a todos aquellos que alguna vez me han comentado acerca de lo que escribo… Comentarios tan divertidos como aquel camarada de Sonora que me dijo: “Maestro, perdón que lo importune, soy sonorense y me fascina el arte, visito museos y leo mucho acerca del arte y la cultura… Siempre que visito un museo me tomo fotos con las obras de arte que más me impactan y en este museo lo único que encuentro de gran valor artístico es usted, por eso le pido me permita tomarnos una foto”…

Mi carcajada llamó la atención de todos los visitantes y después de tomarme la foto, salí del museo riéndome un buen rato de la ocurrencia… Hoy, escribo desde esta ciudad de Hermosillo Sonora… Me toca cantar en el ya afamado Festival del Pitic… Cantaré con mi admirada amiga Olivia Gorra… Cantaré en una plaza emblemática… La Plaza Alonso Vidal… Se llama así en honor de Alonso Vidal Valbastro, con quien hace muchos años, mi hermano gato, Mario Arturo, formara el primer taller de poesía de la Universidad Autónoma de Sinaloa… Plaza Alonso Vidal…

Alguien dijo alguna vez en alguna reunión que se sabe que te estás haciendo viejo cuando tus amigos se empiezan a volver nombres de calle, plazas o monumentos… Honor a Alonso Vidal, quien merecidamente se ve eternizado en la Plaza que lleva su nombra en esta calurosa ciudad de Hermosillo. Ocho años… en los que el aprendizaje se ha convertido en cotidianeidad a fuerza de llevar a cabo la profesionalización en los reportajes, las narraciones, la búsqueda de temáticas que puedan resultar ilustrativas e interesantes para todos los lectores que nos siguen en México y allende las fronteras… Ocho años en los que se mantiene vivo el sueño de cambiar una realidad dolorosa por medio de la cultura que genere conciencia y modifique la conducta hacia un rumbo, hacia un destino mejor para todos…

Cuando contemplo los ejemplares de La Voz del Norte que conservo para mí, para mis hijos y mis nietos, no puedo evitar una satisfacción parcial en torno a la labor realizada a lo largo de todo este tiempo… Hablo de una satisfacción parcial no porque no haya sido adecuado el camino, sino porque aún falta mucho por recorrer, por realizar…
Alguna vez, dije en un texto que “cuando llegan los hijos, necesariamente muere el guerrillero…” Después de recorrer ya mucho más de la mitad del camino, me doy cuenta que no es así… Y que como en aquella Ley de Lavoisier, el guerrillero permanece, no se crea ni se destruye… Sólo se transforma…

Y esta es una hermosa manera de transformarlo… De seguir en la lucha al escribir consuetudinariamente, neciamente en busca de lograr conciencia en quien nos lee… La palabra hablada o escrita cuando se hace pública adquiere una responsabilidad gigantesca y esta labor de ocho años en La Voz del Norte me lo reafirma en cada uno de los artículos que escribo…
El aprendizaje que me ha brindado el colaborar con La Voz del Norte, es maravilloso… ¡Gracias… Gracias por estos ocho años de volar en la cultura a través de la palabra escrita!.

* Pintor, autor, intérprete

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