ALBERTO ÁNGEL «EL CUERVO»
—¡Maestro, me da mucho gusto saludarlo… Mire, yo soy de Sonora, soy un gran admirador suyo y quiero que me permita tomarme una foto con usted.
—Con todo gusto, muchas gracias por sus palabras…
—Sí, mire, Maestro, perdón que lo interrumpa. Quiero comentarle que me gusta mucho visitar museos, exposiciones y en general todos aquellos sitios donde podamos estar en contacto con el arte y la cultura… Y acostumbro tomarme foto con lo que mayor impacto me produce en el terreno del arte. Y le voy a ser absolutamente sincero: Hoy, en esta visita, lo único que he encontrado que tenga un gran valor dentro del arte y la cultura es usted, Maestro. Por eso me permito pedirle que nos tomemos una foto…
No pude evitar soltar la carcajada… Lo anterior sucedió en una exposición en el Museo Tamayo de la Ciudad de México. Museo destinado desde su fundación al apoyo del arte moderno. En esa ocasión, se trataba de una exposición dentro de los conceptos del dadaísmo que en la mayoría de las ocasiones pareciera bromear con el espectador dado su carácter manipulador, pose y muchas veces ofensivo para la inteligencia intentando llamar arte a verdaderas barrabasadas que son expuestas con otras obras que, es menester decirlo, sí cumplen con lo que uno esperaría al asistir a una exposición de arte… ¿Arte Moderno, arte contemporáneo…?
Arte… con una serie de las llamadas “instalaciones” y las llamadas “perfomance” que en verdad hacen pensar que los llamados “artistas” están bromeando… No se podría concebir, salvo honrosas excepciones, que verdaderamente creyeran que lo que están haciendo es un trabajo en el arte… Por si fuera poco, todo lo anterior se combina con un término que muchos mexicanos, reciben de todos los países del mundo que envían “novedades” que no son otra cosa que conceptos pre existentes y muy comunmente desarrollados (como en este caso) por mexicanos pero que tendrían que ser propuestos por un extranjero para conferirles un justo valor. Así, la exposición la complementan con la llamada música “microtonal” y los visitantes se quedan admirados ante ello… Y “¡Ah, qué bonito… Es increíble!” y “¡Por algo son países del primer mundo, sí!” y “¿Cómo se les habrá ocurrido?” y “¡uf, música microtonal, es otra emoción!”… Y la ola estúltica que se deja arrastrar por la xenofilia sin detenerse a pensar…
Julián Carrillo, extraordinario músico mexicano, es quien descubre o inventa este concepto cuando propone la teoría del sonido 13. La música occidental contemporánea, se compone de 12 sonidos divididos en los llamados medios tonos. Carrillo, divide en cuartos de tono, en octavos y en dieciseisavos de tono los sonidos dando esto como resultado una música completamente vanguardista en la que arpas, pianos y demás instrumentos temperados, hubieron de ser afinados en dieciseisavos de tono para ejecutar las obras del Maestro por parte de grandes orquestas como la Filarmónica de Londres en obras como “Preludio a Colón”, música escrita por Carrillo bajo el concepto del sonido 13 en la que verdaderamente nos transporta al momento en que Colón arriba al entonces “nuevo continente”…
¡Ah, pero habría de venir un término extranjero a señalarles (no me incluyo) lo que un mexicano ilustre ya había propuesto para retomarlo…! Todo lo descrito arriba, había motivado, con justa razón, el malestar del camarada que llegó de Sonora en busca de Arte y lo único que de Arte encontró en el museo, según sus propias palabras, fue a mi persona… Con la risa aún resonando por dentro, decidí entrar en la siguiente sala, lo que definitivamente me produjo un sabor de boca completamente distinto.
Artaud 1936… Bajo ese nombre, entramos a una sala que resguarda una especie de pared que recuerda alguna choza de algún pueblo en alguna región de nuestro México… Entrar al mundo de Artaud, es algo que debe realizarse asumiendo la responsabilidad del riesgo que representa… La locura es algo fascinante y contagioso y más cuando ésta se encuentra inmersa en el arte o envuelta en él, es inevitable verse atrapado en toda esa vorágine mágica que puede llegar a ser verdaderamente aterrorizante. Antonin Artaud, genio literario-poético-filosófico nacido en Francia y perteneciente al mundo. Creador de “El Teatro de la Crueldad”, hijo de la ciudad de Marsella y de dos progenitores que le dejaron como herencia una neurosífilis que le provocaría dolores físicos y una paranoia que le acompañarían a lo largo de toda su existencia… Místico por excelencia, devoto católico en una etapa de su vida que le llevara incluso a buscar el seminario un tiempo y después se alejaría del concepto formal de iglesias y religiones para buscar un mundo mágico más auténtico y profundo en otros lugares del mundo como el mundo mágico de los tarahumaras en México.
Es precisamente en el año de 1936 cuando Artaud viaja a México para visitar a su amigo Federico Cantú y convivir con el amigo mutuo André Breton, que desarrollaba el activismo dentro del movimiento surrealista y su manifiesto. En México, Artaud entra en contacto con intelectuales y trabajadores del arte de la época… Es cuando entra en contacto con María Izquierdo, entre otros… Pero sería su visita y convivencia con los tarahumaras lo que impactaría más que nada al poeta… Artaud, considera a los habitantes de la sierra de Chihuahua como una “raza principio”, como portadores de una cultura superior a la de los llamados pueblos civilizados europeos… Y no solamente a los tarahumaras sino a los pueblos amerindios en general. Así lo constata en varias conferencias de prensa, de las que da testimonio la prensa escrita, en las que apunta que la sabiduría de los Mayas… Es necesario recuperar, nos dice Artaud, el espíritu de la antigua cultura sintética de los toltecas y los mayas para que se produzca el abandono definitivo de las culturas europeas. Artaud encuentra en los tarahumaras, que es con quienes convive, a sus iguales… Los tarahumaras son para el poeta y dramaturgo, símbolos de la santidad de la tierra… Tanto le impactan las culturas del México prehispánico, que propone como puesta en escena del Teatro de la Crueldad, La Conquista de México… Para poner de manifiesta la historia de una opresión por parte del hombre blanco y su carácter pútrido. Como resultado de su convivencia con estos pueblos fascinantes, mágicos, sabios y en armonía con el universo entero, Artaud atesora conocimientos y objetos (generalmente instrumentos musicales con carácter mágico), que son expuestos atinadamente en el museo Tamayo en esta curaduría. Es menester aquí, esbozar el concepto que Antonin Artaud tuvo acerca del Teatro de la Crueldad y que viene a fortalecerse con sus experiencias en tierras mexicanas. Artaud, buscaba impactar a la audiencia con efectos teatrales extremadamente reales ya fuera iluminación, sonidos, imágenes, la actuación misma, etc. Y lo logró en innumerables ocasiones. No fue rara la vez que en alguna función de sus obras dentro de ese rubro, más de un espectador haya vomitado de la impresión que la obra dejaba en él.
El Teatro de la Crueldad ha sido creado para restablecer en el teatro una concepción de la vida apasionada y convulsiva, y es en este sentido de rigor violento y condensación extrema de elementos escénicos que debe entenderse la crueldad en la cual están basados. Esta crueldad, que será sangrienta en el momento que sea necesario, pero no de manera sistemática, puede ser identificada con una especie de pureza moral severa que no teme pagar a la vida el precio que sea necesario.
Antonin Artaud. The theatre of Cruelty. Después de haber abrevado con los videos de Artaud charlando y conviviendo con los tarahumaras en la “raspa del jíkuri rarámuri”, la ceremonia del peyote en las que manifiesta haber obtenido un aprendizaje universal invaluable, después de haber leído las declaraciones del poeta en los periódicos expuestos en esta curaduría del museo Tamayo, en los que manifiesta su admiración por México, pero no por el México turístico sino por el profundo, mágico, histórico, sabio etc.
La magia bella se hace más grande al contemplar la máscara póstuma del poeta maldito ( y esto, desde luego, es porque es considerado dentro de ese grupo de literatos) que nos permite viajar en el tiempo-espacio-magia hasta los momentos de sus iluminaciones que le llevaron a escribir por ejemplo que Van Gogh fue un “suicidado de la sociedad”, lo que implica que la sociedad contemporánea es en cuanto a valores verdaderos sumamente reprobable, o el escribir en “Para Acabar con el Juicio de Dios”:
“El hombre bien habría podido no defecar, no abrir nunca el bolsillo anal, pero escogió cagar como habría podido escoger la vida en lugar de consentir en vivir muerto”, después de todo ello, pararse frente al magnífico autoretrato en grafito que Antonin Artaud deja en su valiosísimo legado y que sería atacado, denostado, destruído en parte porque se tornaba peligroso para lo establecido y que necesitaría del transcurrir del tiempo para ser valorado en su justa dimensión, salgo del bellísimo recinto arquitectónico que Rufino Tamayo fundó con la finalidad de apoyar el arte contemporáneo… Rufino, siempre fue un rebelde, se rehusó una y otra vez a seguir las pautas establecidas en el arte… Quizá por eso me haya parecido tan adecuado en esta exposición el vínculo Tamayo- Artaud… Exposición que no deja de llevarme a la risa y reflexión de lo dicho por ese amigo sonorense que el único arte que encontrara en el museo ese día fuera mi presencia.
* Pintor, autor, intérprete