VERÓNICA HERNÁNDEZ JACOBO
¡Hijo de analisio, Freud, divina llama! Tú no precisas homenajes: sabes bien de tu fama. Tu genio está mal dirigido Creemos a fines de inhibidos, pero si te queremos reprimir, violamos el principio de placer. ¡Deja en paz la libido! Aunque muchos son hoy los que viven sin temor y lo deben a Freud.
Todos los hombres de bien te aclaman, y con sus voces saludan a coro en ti al Caballero de la Neurosis. (Poema aparecido en un diario Vienés en los años 30’s).
En 1930, Sigmund Freud escribe un texto que aun hoy tiene vigencia, El Malestar en la Cultura, es tal su actualidad que pareciera un fotógrafo que con su lente ve el día a día de la humanidad, guerras de alta y baja intensidad, actos atroces innombrables, sujetos desmembrados, descuartizados e incinerados, pasión y sed de sangre, violencia, explotación y rapiña, lazos rotos entre sujetos, una paranoia generalizada donde el miedo se mete en cada esquina de la estructura del sujeto.
Una amenaza latente frente al otro que nos vigila, la condición de víctima en la que nos han convertido el crimen organizado frente a sus batallas, entre tantas otras cosas se pueden leer e inferir en el texto Freudiano.
La naturaleza humana y la civilización siempre se oponen, mientras que el sujeto se civiliza tiene que intentar dominar sus pulsiones encauzándolas por caminos y recovecos no lejos del dolor, depresión y amargura, también de amores e ilusiones pero estos siempre amenazados por lo perecedero de sus estados, donde el amor se inscribe en su reverso que son los celos.
La felicidad es el nuevo discurso teológico que la ciencia intenta ecuménicamente realizar. Algunos también intentan prolongar la felicidad por otros medios, la droga es su satisfactor inmediato, produciendo idiotas felices capturados en las sendas del placer tan fútil como pasajero, siempre requiriendo la próxima dosis, un sujeto impotente que solo en estado intoxicado puede gritar que es Dios.
Freud en su texto narra la imposibilidad de que los sujetos vivan en convivencia, tienen que pagar un alto precio para poder soportar al otro inventando sistemas totémicos, donde el matrimonio fetiche es un lazo que amarra las libertades y somete en esa dulce esclavitud a los sujetos. El otro siempre aparece como presunta víctima, se le seduce, domestica y esclaviza en nombre de cualquier ideal sólo para gozarlo al antojo y capricho de quien somete, para ello se usa el dulce encanto de unas cuantas palabras teñidas de amor, que en el nombre de esas palabras mágicas con contenidos amorosos el otro queda reducido a un esclavo bajo la servidumbre del amo, algunos en esa esclavitud vociferan la felicidad.
El sujeto vive perturbado por sus malestares, a nivel personal, familiar, laboral y social, siempre en una tensión constante, y esto lo anormaliza, es decir que el malestar atenta contra la ideología salutogénica que exige a toda costa ser normales.
El malestar saca de ese riel normal al sujeto y produce anormales al por mayor, aunque se vistan majestuosamente de ropajes morales, y reciban todos los cursos de valores que estén de moda, algo del orden del malestar lo pone a cojear.
En este sentido el amor y el odio son dos puntales que sostienen el andamiaje del sujeto, sean pintos o colorados nadie escapa al odio y al amor, son modos lógicos que organizan a lo humano mediante el lenguaje. De esta dimensión son los lazos que se instalan con el prójimo, odio, amor, celos, venganza y muerte. Nadie escapa de la maldad, ésta se encuentra a flor de piel sólo basta con rascar un poquito y el mal se enseñorea. Estos malestares se viven en las familias, escuelas, centros de trabajo, donde el sujeto vive bajo una amenaza constante, la vigilancia es instrumento común de control, al sujeto no le queda mas que ser un pasivo rebelde sobre estas formas ominosas de amenaza que se viven en los regímenes de terror donde el estado pone todas sus cuotas.
* Doctora en educación