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LOS MIEDOS DE LOS NIÑOS

By lunes 30 de abril de 2018 No Comments

VERÓNICA HERNANDEZ JACOBO

El miedo es un afecto, patético. Busquemos un término que le sea completamente opuesto. Debe ser uno que pertenezca al registro que llamamos del significante. Esto se encuentra justificado en la Fobia, dónde si bien se experimenta a nivel del afecto, se analiza a nivel del significante…Una fobia no es un miedo, no se reduce a eso en absoluto.Tal como se revela en una cura de orientación analítica una fobia es una elucubración de saber “sobre” o “bajo” el miedo, en la medida en que ella es su armadura significante. Jacques-Alain Miller y otros. (2017).

El niño tiene un lugar muy especial en la Clínica de la orientación lacaniana ya que es un dispositivo que defiende la existencia de la subjetividad sin reducirla a la monotonía de una conducta o una mera variable orgánica, sino que lo infantil es un tiempo que abre y pone a operar el mundo de las subjetividades dónde el miedo y la angustia tienen una función fundamental, que estructuran un mundo psíquico y un reflejo de la realidad a partir de estos miedos.
La orientación lacaniana tal como se lo planteaba Judith Miller intenta proteger al niño de las buenas intenciones y de las varias prevenciones, al cual lo infantil es sometido en el nombre de la buena voluntad del amo. Sabemos que de aquí no sale nunca algo bueno, sino una forma de segregación de lo infantil en el nombre del diagnóstico, mientras que el dispositivo psicoanalítico plantea que un niño es un sujeto de pleno derecho, y no tiene porque ser capturado en un diagnóstico. Lo infantil es un tiempo, un discurso, es un libro abierto al mundo, es un poema que deletrea historias donde la verdad se esconde mágicamente en sus fantasías, ellos y ellas desafían a todos los dioses en sus juegos, y esta forma de expresión infantil es diagnosticada como un trastorno, socavando y sometiendo lo infantil en el nombre de los diagnósticos.
Los autores mencionan que cuando un niño dice tengo miedo, se cava el agujero del miedo por la boca del niño, la bestia del miedo dejó oír su voz de angustia, tal vez llegue a decir su nombre, porque la bestia del miedo tiene varios. De este modo, el decir de un niño da una nueva profundidad a su mundo, a partir de esta cosa, que hace en en el efraccion. El miedo que se dice, es a la vez marca de una herida y construcción de un borde, de un límite, en el corazón mismo del sujeto. Es así cómo los lobos, tiburones, cocodrilos, hormigas, arañas y otros monstruos se vuelven para los niños, según el caso, animales de compañía o síntomas de una angustia desbordante.
Cuando lo infantil es llevado a lo institucional en ese momento se entrega al amo, este amo escondido bajo la apariencia de un saber que transforma al niño en un esclavo, en un sujeto sujetado, volviéndose lo infantil un asunto de poder, se le somente y se le domestica. Para el sujeto infantil la vida se presenta como un terror porque debe someterse al juego de las reglas y las leyes, donde la prohibición debe ser una constante, dando como resultado angustia frente a los avatares que la vida le presentan.
El miedo de igual modo se usa como un recurso para imponer límites, “el cucuy, o “la mujer de negro” son acontecimientos necesarios que acompañan toda infancia porque estos habitan en el fantasma de cada uno y forman parte de su subjetividad de ese modo son indisociables de lo infantil.

* Doctora en educación

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