ANDRÉS GARRIDO DEL TORAL
Al morir Fernando de Tapia en 1571, su hijo Diego de Tapia heredó sus bienes pero no su título de gobernador vitalicio de la República de Indios, por lo que podemos concluir que Conín fue el único personaje queretano con ese rango. Diego de Tapia, conocedor de que su padre había fundado un hospital para naturales de Querétaro, quiso construir uno nuevo con mayores elementos y comodidades, para ello dispuso de un solar de su propiedad ubicado en las actuales calles de Allende esquina con Madero. Esta edificación no la hizo solo sino que contó con la ayuda de caciques de la región, mismos que cooperaron con semillas, alhajas, ganado y tierras para alcanzar el objetivo, terminándose en 1586 con acabados de adobe que sin embargo fueron suficientes para las necesidades hospitalarias y sanitarias de ese pueblo naciente de Querétaro.
Con el objeto de que esa obra perdurara en el tiempo, los indios ofrecieron al rey de España el patronato de la institución para su sostenimiento, mismo que contestó afirmativamente mediante cédula real del 22 de mayo de 1622, a costa de los diezmos que daba el pueblo queretano. Como el rey aceptó el patronazgo y el hospital estaba dedicado al señor San José, el nombre oficial de dicho sanatorio fue, a partir de 1622, el de Hospital Real de San José de Gracia.
El lugar siguió siendo administrado por los caciques indios que tenían que rendir cuentas al arzobispado de México, teniendo el hospital una capilla administrada por un franciscano, pero en el año de 1624 el rey ordenó la entrega del edificio a los padres de San Hipólito, ante el rechazo de los indios que consideraban suyo el hospital y se alzaron en rebeldía encabezados por el franciscano Juan Núñez.
Las medidas rebeldes fueron cerrar con llave las puertas y tapiar ventanas con el fin de impedir el paso a los frailes hipólitos, pero el alcalde mayor de Querétaro utilizó la fuerza pública para hacer cumplir las reales órdenes y ordenó destruir las bardas de adobe y las puertas de madera. Hizo entrar el alcalde mayor -tomándolo de la mano- al hermano mayor y provincial de los hermanos de la Caridad de San Hipólito, fray Juan Rosson, en señal de toma material de posesión, dejando que el franciscano anteriormente nombrado siguiera oficiando misa en la capilla.
Quiero aclarar que para 1622 el edificio ya estaba ruinoso, por lo que la llegada de los hermanos hipólitos permitió rehacer por completo la obra, construyendo una gran sala para indias, otra para indios y una más para españoles, refectorio, grandes corredores, cocina, oficinas, celdas o habitaciones para los hermanos de la Caridad etc.
Estas obras de dignificación se pudieron hacer gracias a la concesión real para pedir limosnas públicamente y a la donación de tierras y ganados que el monarca también les hizo en su favor. La iglesia, que todavía conserva el nombre de San José de Gracia, fue rehecha desde los cimientos.
El rey se reservó la facultad de revocarles estas licencias sin dar explicación alguna en el momento que lo considerara pertinente. La obra se terminó en 1652 y se contaba con cuarenta camas para enfermos. A finales del siglo XVIII Juan Caballero y Ocio acusó ante las autoridades penales la malversación de fondos hospitalarios por parte de los hipólitos, en 1691, quitándoseles el control y entregándose a los clérigos de la Congregación de Guadalupe, para finalmente devolverlo en 1693 a los de la Caridad.
El autor del bello patio y arquería interior fue el Fraile Juan Cabrera. Como el retablo mayor de la iglesia contenía una hermosa esfinge de la Virgen de la Concepción, el hospital fue llamado desde entonces Hospital Real de la Limpia Concepción, el que dejó de funcionar en 1863 cuando se cambió la función de hospital al ex beaterio de Santa Rosa de Viterbo, mismo que funcionó hasta 1962 en que se construyó el Hospital General de la antigua carretera Constitución, hoy 5 de Febrero.
A partir de 1982 se instalaron en el viejo hospital de la Limpia Concepción las oficinas de Telégrafos Nacionales, rescatándose el edificio del abandono en el que permaneció por más de 130 años a partir de las Leyes de Reforma (1855-1863), pero hasta 2014, nuevamente lució deteriorado por la falta de mantenimiento al no contar el organismo descentralizado federal con presupuesto suficiente para reparaciones. ¡Qué bueno que el presidente municipal de Querétaro, Lic. Roberto
Loyola Vera, lo consideró para destinarlo a un museo! Ahora es el Museo de Arte Sacro y mediante convenio con el Municipio lo administra la Diócesis de Querétaro.
Mi reconocimiento a don Faustino Armendáriz Jiménez, Martín Lara Becerril y a Pepe Niembro Calzada por las actividades que allí tienen lugar, logrando hacer tejido social entre los queretanos. Antes en ese sitio se curaban cuerpos, hoy se cura el alma.
* Cronista de Querétaro