FAUSTINO LÓPEZ OSUNA
Ya he contado que cuando estudiaba Economía en el IPN, en la ciudad de México, una semana antes de la muerte de Javier Solís, las circunstancias permitieron que lo “descubriera” haciendo cuentas sobre la cajuela de su coche en un paraje del Bosque de Chapultepec. A pregunta mía, me hizo saber que todavía no grababa canciones rancheras estrenadas por él, que la compañía (Columbia) lo había hecho grabar los éxitos de otros cantantes, para ver si al público le gustaba cómo los interpretaba con su estilo. Y si gustaba, empezaría a estrenar nuevos temas con su voz.
Sirva lo anterior, para comentar que a Rocío Dúrcal le sucedió lo mismo. No se arriesgó la RCA (BMG-Ariola) a lanzarla desde un principio con canciones rancheras de Juan Gabriel y le encargó a éste que le realizara un álbum con canciones de renombrados compositores mexicanos, para probar si al público le gustaba su estilo cantando rancheras ya consagradas. Así produjo Juan Gabriel tal vez el disco más espléndido con ella, titulado “Rocío
Dúrcal canta con mariachi”. Y de ese modo se abrió paso la Dúrcal interpretando la canción mexicana de manera extraordinaria.
Luego lo de Juan Gabriel. Como el compositor michoacano tenía muchas ocurrencias afortunadas y para no mostrar sus preferencias sobre compositores, decidió buscar, casi al azar, canciones cuyo título iniciara, a modo de acróstico, con las letras del nombre de la española, dando como resultado: Ruega por nosotros, de Alberto Cervantes/
Rubén Fuentes; Oh gran Dios!, del dominio público; Cuando dos almas, de Fructuoso Gándara; Imposible, de Agustín Lara, y Ojos tristes, de Guty Cárdenas, con las que cubre las cinco letras de R.O.C.I.O. Siguieron: Distancia,
de Luis Alcaraz; Un sueño de tantos, de Abelardo Pulido; Renunciación, de Antonio V. Herrera; Cuando el destino, de José Alfredo Jiménez; Amémonos, de Manuel M. Flores/Carlos Montbrun, y Luz de luna, de Álvaro Carrillo, con las que forma las seis letras de D.U.R.C.A.L., presentándolas como si fueran estrofas. Con una dotación instrumental que algunos llaman de `mariachi sinfónico`, los arreglos y la dirección para un proyecto de esa envergadura los encargó a tres arreglistas virtuosos: Pepe Martínez, Eduardo Magallanes y Fernando Z. Maldonado, con el Mariachi Los Vargas, de Arturo Mendoza.
Cabe destacar la labor de rescate de Juan Gabriel de algunos temas de la memoria musical del pueblo de México, como Amémonos, letra del poeta poblano Manuel M. Flores, de quien se sabe que la escribió en los días de gloria de Don Benito Juárez (desde entonces se canta) y que el mismo Flores contrajo matrimonio con Rosario, la famosa musa del Nocturno inmortal de Manuel Acuña.
Lo mismo ocurre con el trabajo de Eduardo Magallanes, quien virtuosamente transforma el bambuco Ojos tristes,
de Guty Cárdenas, en una bellísima balada moderna, conservando su poderosa melancolía. De igual manera, la danza Cuando dos almas, plena de nostalgia, del inspirado sinaloense Fructuoso Gándara, de La Barrigona, Concordia.
Aunque suene frívolo, de los arreglistas se puede agregar que Magallanes acompañó a Juan Gabriel los casi 40 años de su trayectoria artística, hasta su muerte. Y del maestro Z. Maldonado, su triste fin: asesinado junto con su esposa en su propia casa en Cuernavaca, para robarlos.
Juan Gabriel, quien creía a pie juntillas en supersticiones, firmó contrato para producir únicamente siete discos de sus canciones con Rocío Dúrcal, por ser cabalístico.
Jamás un octavo. Se supo que el sexto constituyó un antes y un después de su discografía con ella, pues casi la totalidad de los temas se los dio a Chuck Anderson para sus arreglos y únicamente le dio tres a Homero Patrón y aunque luce muy bien Anderson, la genialidad de Patrón lo superó con los arreglos de dos temas: Costumbres y Amor eterno, con un manejo de las cuerdas inigualable y una vestidura bellísima a Amor eterno.
Se cuenta que los envidiosos, ante el éxito alcanzado con ese disco por el también juarense por adopción, para provocarlo y lastimarlo, expresaron que con un arreglista como Homero Patrón cualquier canción se escuchaba bien, lo que llevó a Juan Gabriel a cometer el error de querer hacer los arreglos del séptimo disco, dictándoselos a Homero Patrón, quien le dio las gracias porque, dicen que le dijo, que cualquier estudiante de música se los podía copiar. Todo apunta a que fue el maestro Magallanes quien resolvió el asunto del copiado. Pero, aún así, algunos de los arreglos se escuchan fatales. Y ahí terminó la mancuerna Juan Gabriel-Rocío Dúrcal en los discos. Por eso es tan valiosa aquella primera grabación sin canciones del primero.
Sirva también como ejemplo de que hubo un tiempo en que la industria del disco tuvo escrúpulos como para poner a prueba hasta a Javier Solís. Hoy vuelve estrellas incluso a lo más desafortunado del canto.
* Economista y compositor