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JOSÉ REVUELTAS, EL FANTASMA DE LAS LETRAS MEXICANAS

By miércoles 28 de febrero de 2018 No Comments

JUAN DIEGO GONZÁLEZ

El club de lectura “Vino con Elena” cumple su primer aniversario este próximo 8 de marzo de 2018. Además de la necesidad de leer, el club surge como iniciativa para promocionar la obra de Elena Poniatowska entre los habitantes de Todos Santos, BCS. Esto debido a la inauguración de la biblioteca que lleva el nombre de la destacada escritora. En noviembre del año pasado, en una de las charlas con Elena, le comenté sobre el ciclo de lecturas a punto de finalizar: “Ya terminamos La noche de Tlatelolco e iniciamos Hasta no verte Jesús mío. Para enero lo concluimos… ¿con quién nos recomienda seguir?” A lo cual, Elena contestó muy contenta: “Sigan con mis amigos, por ejemplo José Revueltas, Carlos Fuentes, Octavio Paz”.
Aceptamos la sugerencia y decidimos continuar con el club de lectura. Nos propusimos avanzar con José Revueltas. Y ahora sí, como dice el refrán, aquí es donde la puerca torció el rabo. Es casi imposible conseguir un libro del duranguense. Como coordinador del club me aferré a no continuar con la cultura Xerox, nada de copias. En la librería Educal de La Paz apenas si hay oído de Revueltas, “¿Cómo dice que se llama el escritor? Debe ser nuevo porque no me suena”. Aquí en Todos Santos hay una pequeña librería “El Tecolote”, cuya dueña Kate Lewis hace todo lo posible por promover la lectura. “No te preocupes Juan Diego, just tell me the author and the book’s name”. Ella buscó en Gandhi, en Mercado libre, en Amazon. Consiguió 5 ejemplares de “Dormir en tierra”. Bendito sea Dios pensé.

A leer, a disfrutar, reflexionar, a sufrir con la propuesta de Revueltas. En México –estarás de acuerdo conmigo lector, lectora- esto de los libros y la lectura es una peregrinación de rodillas a la cima del Popocatépetl, de rodillas entre los huizaches y los nopales. ¿Por qué el gobierno sigue empecinado en evitar la lectura en general y en particular, la lectura de José Revueltas? Vamos el hombre ya está muerto. Es cierto, el 2014 con motivo del Centenario de su natalicio se hicieron algunas actividades como proyección de películas de sus guiones o lecturas de fragmentos de su obra en algunos puntos del país, la publicación de sus obras. Pregunto de nuevo ¿El tiraje de cuántos volúmenes fue? ¿Llegaron a todas las librerías del país? ¿El precio era accesible?.
Incluso, tengo en mis manos una antología hecha por la SEP para ser distribuida entre los docentes del país. Me topé con una caja –literalmente me tropecé- en una biblioteca de secundaria. Las autoridades escolares sabían mediante oficio que esos libros eran para los maestros. Sin embargo por una razón desconocida para mí, la bibliotecaria los mantendría en la caja o en los estantes, sin derecho a préstamo fuera de la biblioteca. Investigué en otras tres secundarias, en una echaron la caja en una bodega y se mojó, en otra, estaban en la sección más oscura y arrinconada de la biblioteca, junto a 54 volúmenes de “El Quijote”, llenos de polvo, telarañas y cagadas de ratón. En la tercera, tenían el oficio pero no los libros.
Pasó el 2014, las discursos, las películas y los cohetes. De nuevo, José Revueltas se ha convertido en el fantasma de las letras mexicanas. Es más fácil encontrar libros de Harry Potter o The maze runner que las obras de Revueltas. Es cierto, en los círculos literarios se habla de él, su vida, el activismo político, anécdotas. Hasta yo tengo una, cuando ni siquiera tuve la fortuna de conocerlo. Alonso Vidal me contó alguna vez que lo visitaba en su casa. Eso fue cuando Alonso vivió en la Ciudad de México (hoy horrible CDMX). “En las tardes pasaba por él. Decíamos en su casa que íbamos por pan. En la primera cantina que veíamos nos poníamos a beber y platicar. Poquito Alonso, porque estoy enfermo”, le decía Revueltas a Alonso. Después regresaban a buscar pan, para cubrir sus pasos.

Varias veces le pregunté a Alonso ¿cómo era Revueltas? “Fuera de serie, no lo puedes comparar con nada ni nadie. Hablaba con una firmeza y tranquilidad al mismo tiempo. Las palabras lo poseían, parecían que no hablaba por la boca sino por todo su cuerpo, como si las palabras salieran por cada poro de su piel. Palabras claras, nítidas, luminosas, a uno se le caía la baba de escucharlo. Luego guardaba silencio y respiraba despacio. Te miraba para atravesarte la carne, los huesos, el alma. Uno le contestaba cualquier cosa. Y entonces, las palabras del cosmos, del universo volvían a él y salían como chorros de agua para cubrirlo todo y purificarlo”.
Bueno, entonces, basta de recuerdos y anécdotas, de biografías y quejas. A leer la obra de José Maximiliano Revueltas Sánchez (Santiago Papasquiaro, Durango, 20 de noviembre de 1914 – Ciudad de México, 14 de abril de 1976). Nosotros en el club de lectura “Vino con Elena”, los miércoles de 5:00 a 6:00 pm, en un rinconcito que nos presta el restorán “Los Adobes” en Todos Santos, BCS, ya empezamos. Si alguna vez nos visitan, los esperamos. Ya tenemos un año y pensamos seguir. La idea es leer al menos tres o cuatro obras de Revueltas y luego seguimos con Carlos Fuentes. Aquí una muestra de lo que Alonso me contaba:
“Hubiese querido romper algo, destrozar algún objeto, alguna materia eterna, resistente hasta la eternidad, pero que él podría convertir en polvo a puñetazos, a dentelladas; la embarcación misma. Se detuvo, jadeante, del lado de la banda de estribor y volvió la vista hacia el muelle. Algo como una fascinación aplastante le hizo sentir que todos los músculos del cuerpo se le aflojaban con una especie de frío repulsivo, lleno, de precisión fisiológica. Ahí estaba el infeliz, ahí estaba el desgraciado. Ahí estaba, en el muelle, aquel niño inverosímil y espantoso, quieto como desde un principio, como desde hacía tres o cuatro horas, igual que una estatua, sin apartar la mirada muda que salía de sus dos grandes ojos atónitos de la figura del contramaestre, fijos sobre él como los de un pájaro disecado que lo persiguiera completamente sin expresión”. (Revueltas 2013. Dormir en Tierra. Editorial Era. 13ª reimpresión. México. Página 113. Primera edición Universidad Veracruzana, 1960).

* Docente y autor Sonora/ BCS

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