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LLEVE SUS RICOS Y DELICIOSOOOOS TAMALES

By jueves 15 de febrero de 2018 No Comments

ALBERTO ÁNGEL “EL CUERVO”

“ lleveeee sus ricooos y deliciosooooos tamales oaxaqueñooooos… Acérqueseeeee y pidaaaaaaa sur ricooooos tamaleeees oaxaqueños… Tamaleeees oaxaqueñooooos tamaleees calientitoooos…” Y la imagen nos envuelve… Enfundado en una camiseta ligera no obstante el frío tremendo en la Ciudad de México, con la grabadora a todo volumen, perfectamente se distingue el vapor que brota de la olla tamalera que hace más pesada la bicicleta cuesta arriba… Al abrir la puerta, corroboro lo evocado…

—¿Trae rojos…?
—Rojos, verdes y de mole, patrón… De cuáles le doy…
—10 rojos y 10 verdes…
—A ver, déjeme ver si se los completo… Mmmmm sí, sí alcanzo a completarlos. Y ¿’ora por qué quiere tantos…?
—Cómo por qué… Es día de la candelaria…
—Ah, pos sí… Y qué, le salió el niño en la rosca…
—Así es, pero ni modo que yo los haga jajajajaja así que me toca pagarlos… ¿No tiene frío…? Le va a hacer daño, está muy baja la temperatura…
—No, patrón… En subidita ni se siente empujando la bici… Hasta calor da
—Pero cuando se detiene a entregar tamales se va a enfriar…
—No, ya estoy acostumbrado… Además ahí traigo mi chamarra en la bici…
—En la bici, pero la debería traer en la espalda…

Y al entregarme los tamales solicitados, cuando se aleja del pequeño fogón que trae en la plataforma de la bicicleta de tres llantas, como se le conoce, el vapor se traslada de la olla tamalera a la espalda del joven, lo que habla del intenso generar de calor en el esfuerzo de empujar cuesta arriba sus tamales… Para nosotros, es día de festejo, para él, es un día de intenso trabajo… Día de la Candelaria… Culminan aquí los festejos que comienzan en diciembre…
El día 2 de enero, se levanta al “niño Dios” del nacimiento, esa tradición mexicana que data de 1223 cuando Francisco de Asís realizó la dramatización con figuras vivas del nacimiento de Jesús de Nazareth en una cueva cerca de la Ermita de la población de Greccio, Italia. Esta celebración se convierte en costumbre en Europa y con los españoles llega a México donde como muchas otras tradiciones, el sincretismo cultural le convierte en algo muy propio de México. De ahí que se sigan festejando en algunos lugares de nuestro país, los llamados nacimientos en vivo con figuras vivas, personas y animales incluso dentro de las Iglesias.

En Capulhuac, Estado de México, por ejemplo, en el altar de la Iglesia, se lleva a cabo la dramatización y la gente arrulla al “niño Dios” con cánticos mexicanos y las figuras vivas de pastorcitos con atuendos méxicanos y animales típicos de la región. Esto, durante la nochebuena, y algunas fechas posteriores, para continuar hasta llegar a la celebración de la noche de reyes en la que se come la famosa rosca que contiene figuritas de plástico o de barro que representan al “niño Dios” y aquel que en su rebanada le toque la figurita, se convierte en una especie de padrino del niño y se compromete a realizar una fiesta el día dos de febrero cuya característica principal es la abundancia de una delicia culinaria de México: Los tamales…

Tamalli, voz náhuatl que significa envuelto… Obviamente, el Tamalli es originario de México y de aquí se lleva a toda la región del antiguo imperio del Anhahuac que llegaba hasta regiones sudamericanas que hoy día son territorio de diversos países hermanos de Latinoamérica. Hay una enorme variedad de tamales en nuestro México. Pero podríamos decir que a grandes rasgos, por ejemplo, en la región del valle de México, en el centro del país, en general se acostumbran o tal vez sea mejor decir se acostumbraban los tamales envueltos en hoja de maíz y son conocidos en su variedad, como “verdes”, “rojos” “de rajas” y “dulces”. Y digo se acostumbraba, porque a partir de los “ricoooos tamaleeees oaxaqueñooooos”, ya se convirtió en una parte del arte culinario de la Ciudad de México este tipo de tamal que se envuelve en hoja de plátano.

Así, varían en forma, nombre, sabor, envoltura y demás, de acuerdo a la región de México donde se haga el tamal. En Monterey, los tamales son verdaderamente diminutos y con un sabor adobado delicioso. En Michoacán, hay distintos como aquellos que se conocen con el nombre de uchepos y las llamadas corundas cuya forma es como una especie de pirámide triangular. En el sureste de México, la mayoría de los tamales son envueltos en hoja de plátano, muy probablemente debido a la abundancia de esta mata frutal oriunda de Australia y las Islas Canarias que llegó a America con la llamada conquista. En el sureste, en el istmo de Tehuantepec, también se envuelven los tamales en hoja de maíz, pero con la diferencia que en este caso la hoja que se utiliza es de mazorca nueva, llamada también hoja de elote. Si el tamal no lleva “presa”, es decir, algún tipo de carne, se conoce con el nombre de “bollito”, y se convierte propiamente dicho en tamal cuando lleva carne del tipo que sea.

También en el sureste se acostumbran los tamales de “masa colada” que son más grandes que los otros tipos de tamal y concretamente en Tabasco, hay una variedad de tamal que es típico de la región, el tamalito de pejelagarto que es un animal en peligro de extinción cuya forma arcaica es justamente la boca de un lagarto y el cuerpo de un pez de escamas muy grandes. Los tamales oaxaqueños que ahora forman parte de la costumbre culinaria del valle de México, se envuelven también en hoja de plátano y pueden ser de chile verde con carne de puerco, de chile huajillo con el mismo tipo de carne, o bien los de raja con queso. En la huasteca, hay un tipo especialísimo de tamal que se conoce con el nombre de Zacahuil.

Aunque ahora este tipo de tamal se acostumbra todo el tiempo, surge como tradición en las fiestas de bodas. En nuestro país, la ayuda, el apoyo que se brinda en la congregación, la llamada “coperacha” propiamente dicho coperación, es una tradición arcaica. Tequio le dicen en algunos lugares como Oaxaca.

Y en la Huasteca, cuando alguien se iba a casar, se acostumbraba cooperar con lo que cada quien tuviera para el banquete de la misma. Así, llegaban como coperacha pollos, pavos, cerdos, carne de res, pescados, maíz, etc. De tal manera que con todo lo que llevaban se preparaba un tamal gigantesco que llegaba a pesar a veces hasta 50 kilogramos y se cocinaba en horno de piso y podría decirse era de distintos sabores en cada fragmento del tamal que aprovechaba las distintas carnes que llegaban por parte de los invitados. Actualmente, ya no es estrictamente así, y puede degustarse esta delicia huasteca en cualquier época, no solamente en las bodas. Hay muchas festividades mexicanas en donde el tamal es infaltable: Día de muertos, desayunos de primera comunión o bautizo, bodas, etc. Pero tal vez la tradición en donde los tamales son infaltables, es la de la fiesta de la candelaria.

El día 2 de febrero, se llevan a la Iglesia las figuras de “niño Dios” para recibir la bendición y el padrino que es aquella persona a quien le tocó el “niño” en la rosca de reyes, se encarga de “vestir al niño”, es decir, paga la manufactura del ropaje de dichas figuras que son de varios colores dependiendo de lo que se pida en el momento de la bendición (ayuda espiritual, económica, etc.) también se tiene como costumbre en algunos lugares llevar animales a bendecir dado que es cuando se “levanta al niño del nacimiento” y se recuerda que los animalitos fueron a adorar a Jesús en el pesebre. Después de la bendición que conlleva el arrullo de las figuras, se dispone la fiesta, la “tamaliza” y el padrino tiene que alimentar con tamales y chocolate o atole, a todos los asistentes a la fiesta de la Candelaria.

Se origina esta fiesta en la presentación de Jesús de Nazareth al templo, es la celebración del día de la Luz en varios países del mundo. Pero en México, como muchas otras tradiciones, es un sincretismo, una fusión entre la costumbre prehispánica y las que llegaron básicamente con la intención catequizadora impartida por los misioneros católicos. En la cosmogonía del antiguo México, la fecha del día de la Candelaria, coincide con celebraciones religiosas muy importantes realizando rituales diversos de purificación en la terminación y comienzo de distintos ciclos. Para ello, los antiguos mexicanos acostumbraban llevar ofrendas a los dioses de las cuales una parte insoslayable eran los mexicanísimos tamalli. Con este festejo, culminan las fiestas navideñas y comienza, supuestamente, una etapa de preparación espiritual para la celebración de otras festividades otrora meramente religiosas y hoy en día fiestas que buscan la mera diversión como es el caso del carnaval y también la misma llamada semana santa que ya nada tiene que ver con la reflexión y el recogimiento para la espiritualidad sino con los desmanes de las vacaciones en las que las playas y demás destinos turísticos son escenario cotidiano absolutamente alejado de aquellas intenciones de antaño.

En todo esto me quedé pensando al ver al joven de los “tamaleeeeeeees oaxaqueñoooooos, tamaleeeees calientitoooooos…” alejarse cuesta arriba empujando la bicicleta de tres ruedas (paradoja semántica) y sin preocuparse de cubrir la espalda y el pecho más que con una muy ligera camiseta no obstante las bajas temperaturas que se dieron este invierno… Perdiéndolo de vista, cerré la casa y nos dispusimos a la famosa “tamaliza de la candelaria”… El pregón, ahora parte de los sonidos cotidianos vespertinos de la ciudad de México, se fue diluyendo a la distancia: “lleveeeeee sus ricooooos tamaleeees oaxaqueñooooos”.

* Pintor, autor, intérprete

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