GILBERTO LÓPEZ ALANÍS
Culiacán contaba con 20 policías que poco podían hacer para garantizar la seguridad ciudadana, por ello el jefe de los cuicos locales el señor Santiago Tirado, se enojó por las críticas vertidas por El Monitor hacia el desempeño de los genízaros, en su defensa argumentó que nada más para mantener el orden de las cantinas y billares instalados por las calles Escobedo y Juárez se necesitaban más de la mitad del personal. En el fondo los policías se sentían más a gusto en contacto con rateros y vagos que con el tranquilo ciudadano; cosa de la cual no estamos muy alejados en la actualidad.
Mientras tanto en la Colonia Almada, atravesando la vía del Tacuarinero en enero de 1910, se descubrió una fábrica de monedas falsas, que operaban Rafael Martínez, acuñando tostones de plomo bañados de plata, Natalia Chavarría los ponía en circulación en los comercios locales y al bote fueron a dar los amantes libérrimos de la numismática. Los descubrieron porque en el canto les faltó la leyenda “Independencia y Libertad” y precisamente en la esquina de Independencia y Libertad, sitio de la cárcel pública que había construido Molina fueron a visitarlos sus parientes, para preguntarles donde habían dejado el otro guato de monedas clasificadas que la policía no pudo encontrar, o dijo no haber encontrado.
En el fondo estos auxiliares de la circulación monetaria estaban prestando un servicio social de amplias repercusiones, al romperle el esquema a los chinos y japoneses que acaparaban la morralla, propiciando el mantenimiento de la fluidez comercial y supliendo el cierre de la Casa de Moneda de la ciudad en 1905. Claro está que ni la policía, ni otras autoridades municipales comprendieron tan sacrificados servicios de los falsificadores de la Colonia Almada. Producto de su libérrima actividad, muy de mañana tuvieron que sumarse a los ejercicios escobatrices junto a los presos que sufrían las penas correccionales, unos por andar cazando gatos a balazos a altas horas de la noche y algunos más por andar de brinca bardas en citas amorosas, otros por practicar el tiro al blanco en plena calle, el caso es que la cárcel estaba en su mejor nivel de ocupación. Algunos ante el descuido del gendarme ponían pies en polvorosa ante la algarabía de sus compañeros y las maledicencias del policía que no podía perseguirlos ya que se le escapaban los demás. Don Alejandro Zazueta, con la honrosa ocupación de fotógrafo, que nos dejó imborrables recuerdos del Culiacán del porfiriato, se casó en Mocorito con la señorita Josefa Pérez en enero de 1910. Conoció a la Josefita en las tertulias etílicas del poeta Enrique González Martínez, donde recalaban, Sixto Osuna, Gabriel Leyva Solano, Julio G. Arce, Genaro Estrada, Sabas de la Mora, Rafael Buelna que ya traía pleito cazado con el poeta que le torció el cuello al cisne, aparte de otros bohemios del Évora. No se crean que las serenatas de Concilión a altas horas de la madrugada fueron del todo tranquilas, cuando no les caía el producto del bacín, los perseguían los perros que les hincaban los colmillos en la sufrida humanidad de los filarmónicos. Existió también la casa de “Las Tres Rosas” donde de seguido se suscitaban altercados entre las damas y los clientes saliendo a relucir cuchillos y tijeras como armas tanto de un lado como del otro.
Hasta los boleros andaban en el comercio informal, Juan Niebla fue sorprendido vendiendo un reloj cuya procedencia no pudo explicar pasando unos días el chirona, hoy los boleros no practican tan sustancioso negocio, la boleada de veinte pesos está al nivel del dólar y ninguno quiere renunciar a tan sugestivo negocio de tallarle los pies al prójimo. Y no nada más en los bajos fondos de Culiacán se practicaba el chanchuyo, el fraude o la falsificación, también esto tuvo expresión internacional con respecto a Sinaloa, se descubrió una empresa fantasma denominada la “Yaqui Sinaloa Mines Company” que emitió acciones de propiedades mineras, haciendo promesas de ganancias considerables. Decía la fantasmal empresa poseer extensas propiedades mineras en nuestro estado y que la ley de sus minerales era muy alta y de fácil explotación, prometiendo ganancias sustanciosas. Fraude a la alta escuela lo calificó El Monitor; hoy nos hemos superado, los fraudes a la alta escuela se hacen al interior del país, hace poco el FOBAPROA fue nuestra fehaciente y Sinaloa tiene sus émulos porfiristas. Quizás la plaga de gitanos con unos monos y osos bailando al son de la pandereta aliviaría estos sinsabores de los culichis que sin embargo tenían que cuidarse ante estos avezados vagos de profesión, que traían a sus quiromancianas que les veían el futuro y la cara a los incautos. Fue tan la mala fama de los gitanos que por lo regular en aquellos años y muy cerca de estos, cuando visitaban la ciudad los circos y los gitanos las madres ponían atención especial en la seguridad de sus pequeños hijos por la fama de robachicos que tenían estos turistas del espectáculo.
Como toda cantina que se precie “La Sierra Mojada”, la morada del poeta Chuy Andrade y a donde años después, le gustaba aterrizar al “Locho” Guerra, en tiempos más recientes, fue escenario de las riñas acostumbradas entre la clase laboral de la ciudad. Y un poco más al centro por la calle Rubí, se instaló una colonia de damiselas que laboraban desde muy noche a muy temprano, incrementándose el interés de los maridos por traer el mandado del Mercado Municipal, para algunos era el mañanero. Hoy no se acostumbra pero en 1910, la mujer podía sufrir arrastre público por las calles de la ciudad por motivos amorosos, tal caso le sucedió a Santita Cázarez, en manos de Martín Durán, Nicasio López y Francisco Hijar, que borrachos cometieron tal tropelía, ante el azoro de los vecinos que no se atrevieron a intervenir hasta que los gritos de la infortunada llamaron la atención de la policía.
A la Santita ya no le quedaron ganas de andar con tres al mismo tiempo. Pero cuando de robar se trata el ratero no puede tentarse el corazón, tal caso le sucedió a Brígido Landeros, atolero del mercado que mientras sufría un ataque epiléptico y pataleaba con los ojos volteados, una soldadera se apropió del producto de la venta y al regresar Brígido de su viaje a las entrañas de la mente, no encontró nada y por poco le dan un segundo soponcio, que hubiera sido definitivo. Y ya por último fueron inusitadas las promociones de la Cervecería Cuauhtémoc en 1910 en el afán de afianzar el consumo de sus marcas; se les ocurrió soltar globos con vales de cervezas y la chamacada junto con algunos adultos persiguieron los globos hasta donde cayeran para reclamar su caja de cerveza Carta Blanca.
Hoy este Culiacán arrabalero, festivo y popular ha desaparecido existen otras osadías, pero en el fondo seguimos siendo los mismos.
* Director del Archivo Histórico del Estado de Sinaloa