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La cultura del miedo en nuestra época, una mirada psicoanalítica

Por miércoles 31 de enero de 2018 Sin Comentarios

VERÓNICA HERNÁNDEZ JACOBO

Al entrar en el desierto los soldados bebieron largamente el agua de la cisterna. Hierocles derramó en la tierra el agua de su cántaro, y dijo: si hemos de entrar en el desierto, ya estoy en el desierto. Si la sed va a abrasarme, que ya me abrase.
Ésta es una parábola…. El hombre dijo: si debo entrar en la soledad ya estoy solo. Si la sed va a abrasarme, que ya me abrase. Ésta es otra parábola. Nadie en la tierra tiene el valor de ser aquel hombre. (Jorge Luis Borges, El desierto, 1981).

En México la violencia alcanza números rojos, pocos están a salvo, en algunos casos la violencia es promovida por grupos facticos, incluido el propio Estado, que controla a la población mediante la cultura del miedo. De igual modo observamos desde otras estructuras sociales incluso academicistas, el imperialismo de la felicidad como búsqueda obsesiva tanto de la ciencia como de la religión, aun entre ciertos discursos psicologístas bonachones que hacen de su objetivo de vida una felicidad sin límites.
Si analizamos detenidamente esta exigencia social de felicidad, su ideología promueve a nivel subjetivo la cultura del miedo, ya que en la búsqueda de la felicidad, no es encontrada, haciendo más intenso el temor, ya que se busca la felicidad y ésta se ve amenazada por la escalada de violencia el sujeto se vuelve más vulnerable y temeroso. Se instala un contraste entre lo que se busca y lo que se encuentra.

Es decir, se busca ser feliz y el Estado devuelve una convulsión social. Por lo tanto, en esa vulnerabilidad se busca refugio en la felicidad que no termina de llegar completamente. En esta tesitura, se transforma a la felicidad en una suerte de religión portátil que el sujeto busca como huída ante la violencia generalizada, el escape a la felicidad es la religión propia que cada individuo busca habitar.
La verdadera habitación del sujeto frente a la cultura del miedo es la angustia y la melancolización cotidiana. Para ser feliz algunos sujetos cierran los ojos a la realidad, se vuelven acriticos, piensan que todo se encuentra dentro de ellos y que basta con dar un click para ser feliz negando la violencia, y lo más triste cuando se habla que tenemos el derecho de ser felices la única libertad sin cortapisa es la tristeza, cuando los modos y medios de producción y de solvencia económica se encuentran acotados y en manos de pocos, atesorando el egoísmo como moneda corriente de su personalidad.
El derecho a la tristeza sería el único recurso que muchos tienen como salida, y la exigencia de felicidad queda escamoteada e imposibilitada por la realidad asfixiante que aplasta la calidad de vida de muchos sujetos en México, es bueno recordar que la tristeza no siempre es patológica como lo quiere hacer pasar la psiquiatría y cierta psicología normalizadora, la inhibición de un ánimo triste a casi todos nos acompaña, y se vale estar inhibido, sin que esta se vuelva patológica, ya que un poco de tristeza es normal, tristeza que nos llega porque nuestros ideales casi nunca se alcanzan de manera absoluta, y entre lo que se busca y lo que se encuentra aparece la tristeza.
La melancolización de la vida cotidiana nos sirve para salir adelante frente a los avatares, mediante la creatividad, que comienza desde la mesa al hacer rendir la comida que, crear artificiosamente platillos que engañan el hambre, y de esa manera gritar bendita felicidad soy feliz…vieras cómo…como.

Borges uno de los más grandes escritores siempre reivindicó el derecho a la tristeza, ubicando esta tristeza como motor de vida, sin la cual esta no valdría la pena vivirse, un poco melancolico como muchas canciones del poeta del pueblo José Alfredo Jiménez, la tristeza ante la imposible satisfacción del ideal todo, eso es la vida una castración tras otra, de ahí la tristeza como respuesta de lo humano. Frente a la tristeza generalizada aparece una exigencia que se politiza, el imperativo a la felicidad, habría entonces una política que busca la felicidad como exigencia social, es decir que la felicidad se vuelve propuesta de campañas solo para jugar el dedo en la boca a los sujetos, tomar como bandera política la felicidad y pretender hacer de la tierra un eden paradisiaco, es una vulgar tomada del pelo, mas aun cuando es el crimen organizado quien organiza las organizaciones que gobiernan el quehacer de lo político.

* Doctora en educación

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