SALVADOR ECHEAGARAY PICOS
Convencido por la familia, acompañé a los viajeros (esposa hijas y nietos) a un crucero, que navegando por el sereno Golfo de México, arribó, primero a Nassau, (Bahamas), puerto antillano que fue colonia Inglesa desde el siglo XVI hasta 1973 y concentró el mayor número de piratas del nuevo mundo, entre los que destacó “barba negra”, el más famoso de ellos. De Nassau, llegamos a la isla de Cozumel, que significa tierra de golondrinas, sitio donde hombres y mujeres, más de estas últimas, desde luego, se desparramaron por las numerosas tiendas en centros comerciales ubicados frente al mar, en el propósito de hacer compras, casi de pánico, aprovechando los descuentos que se ofrecen en las tiendas duty free.
Imposible negar el lujo de las impresionantes instalaciones, así como el disfrute de todo lo que oferta a sus huéspedes, el enorme barco bautizado como “Allure”, en el que miles de personas se divierten asistiendo a la gran variedad de eventos, destinados ya al simple divertimiento de ver y socializar con los paseantes, o asistir a los variados espectáculos artísticos de corte internacional, que noche a noche se ofrecen, en un ambiente que genera esparcimiento a la comunidad de viajeros de diversas razas, que conviven durante la travesía, por el caribe maya mexicano.
De esta paradisiaca Isla, tomamos un ferry, que nos llevó a playa del Carmen. Ahí rentamos una espaciosa camioneta para trasladarnos a Tulum, sitio arqueológico que representa para los mexicanos, un orgullo por lo que ofrece al turismo mundial que viaja interesado por conocer el poderío militar, religioso y sacerdotal de esta casta autóctona que trascendió más allá de las leyendas de los pueblos Mayas que habitaron la península: su historia, el desarrollo ejemplar de las avanzadas técnicas aplicadas en la construcción de los emplazamientos defensivos de la ciudad, la cual se encuentra ubicada estratégicamente, en una gran superficie plana, en las alturas de un acantilado de roca, desde el cual, dominando con la vista las playas y áreas adyacentes, por todos los rumbos, permitía rechazar cualquier intento de invasión por parte de los belicosos pueblos vecinos de la selva interior.
A minutos de que nos dejara el ferry, regresamos a Cozumel, para abordar el barco, donde descansamos del intenso esfuerzo realizado en el recorrido que nos permitió conocer y admirar la gran ciudad/fortaleza maya. El buque continuó su recorrido por el golfo hasta atracar en la isla de Roatán, que presume su increíble arrecife de coral y representa un referente en el occidente, como paraíso para la práctica del buceo con esnorquel. Este islote es considerado una joya del caribe y pertenece a la república de Honduras.
Ya en la Costa Maya, llegamos a Mahahual, importante sitio turístico en desarrollo. Mahahual, el vocablo proviene de “agua de majahua”. En este lugar rentamos un transporte turístico que nos trasladó a las ruinas de Chacchoben, emplazadas en la impenetrable selva maya y las cuales, ofrecen tan sólo dos construcciones piramidales que vale la pena visitar. En este lugar resulta más atractivo, desde el punto de vista ecológico, recrearse en los enormes árboles y en distintas especies de arbustos que crecieron de forma caprichosa, con raíces aéreas, dignas de captarse fotográficamente.
Después de conocer las decepcionantes ruinas de Chacchoben, continuamos rumbo al llamado pueblo mágico de Bacalar, que de ese adjetivo sólo tiene el nombre. Lo verdaderamente atractivo de este asentamiento lo es la enorme laguna conocida como de “siete colores” y es, ciertamente, una maravilla de la naturaleza. Desafortunadamente, sólo se tiene Acceso a ella, recorriendo un “boulevard” en pésimo estado, repleto de baches… ¡y con topes!, colocados uno tras otro, durante todo el trayecto.
Lo desilusionante de la ruta, que pretende mostrar “lo mágico” de Bacalar, es que se tiene la oportunidad de admirar la impresionante laguna, aunque sólo por trechos, ya que existen en su orilla, residencias, hoteles y casas utilizadas por sus propietarios, para disfrutar durante los fines de semana y períodos vacacionales, este hermoso espejo de agua que refleja los siete matices del azul. Terminé la travesía, convencido que disfrutar la familia, el Caribe maya y el crucero, fue una experiencia decembrina que habitará en mi memoria para siempre.
* Autor y notario