Nacional

RITUAL PARA CONTROLAR EL TIEMPO Y DESTINO EN AÑO NUEVO

Por domingo 31 de diciembre de 2017 Sin Comentarios

ALBERTO ÀNGEL «EL CUERVO»

Qué me dejó la vida…

Una canción azul un perro triste…

Un viejo sillón de cuero como el de León Felipe…

Los rituales de año nuevo… O noche vieja, como en algunos lugares le llaman… Son curiosos estos rituales… Casi todos coinciden en la búsqueda. Esa búsqueda mágica agorera, de esfera de cristal, eurística en donde se posea el control del destino antes que el destino nos alcance… Desde el principio de la memoria de los tiempos, el control, el mandato sobre el destino es algo que preocupa y ocupa a la mayor parte de los seres humanos…
El destino y el tiempo que para fines prácticos a veces convergen y se tocan en algunos conceptos y dimensiones, son parte insoslayable de los rituales que se llevan a cabo durante el ultimo segundo del último minuto de la última hora, del último día del año que termina… Generalmente, se hace una recapitulación de lo que fuera el tiempo del año que fenece… Se revisan errores, se otorga y se pide perdón…
Se cierran ciclos o cuando menos eso es lo que se dice, es necesario cerrar ciclos para seguir adelante… En esa recapitulación se producen todo tipo de emociones, de sentimientos, desde los sentimientos de culpa y los arrepentimientos a veces sinceros, a veces de dientes para afuera, hasta los abrazos cargados de esperanza porque “ahora sí” se realicen en el año venidero, todos los sueños, todos los proyectos, todos los planes que el destino no quiso o no pudo concedernos en el año que agoniza…

En esa recapitulación, pareciera diseñarse una estrategia adecuada para modificar el sendero y “ahora sí”, tomar el camino adecuado para lograr el control y “decretar” mágicamente que lo que se desea fervientemente, llegue a su realización… Que haya tiempo para todo lo bueno, que haya tiempo para conseguir lo anhelado… Tiempo, tiempo… El tiempo es una dimensión, un concepto que siempre ha traido de cabeza a legos y filósofos… Ya aquel celebérrimo filósofo griego, Platón, definía el tiempo como “La imagen movil de la eternidad”…
Esto es algo que siempre me ha parecido maravilloso: La posibilidad de utilizar el tiempo como la posibilidad de medir el movimiento para poder tener a la vez, la posibilidad de disminuir la angustia existencial misma que es inherente a la conciencia humana… Medir el movimiento

de los cuerpos celestes, el movimiento cíclico de las estaciones, del día y la noche, el movimiento de la vida y de la muerte… Porque, contrariamente a lo que pudiera considerarse, la muerte misma, símbolo de lo estático, de la quietud eterna, es eterno movimiento… Y así, ante esa imposibilidad de capturar y controlar el tiempo, que ha sido motivo de fascinación en todas las culturas, los seres humanos llegamos a sentirnos satisfechos con cuantificarlo…
En todos los pueblos de la Tierra, en todas las culturas, lo dicho ha sido parte relevante de la actividad del hombre… Esto se constata cuando observamos los diversos diseños de calendarios que permitan al hombre sentir que obtiene un cierto control sobre los tiempos, sobre el destino… Y dentro de ellos, se hace necesario mencionar en forma detacada no sólo para México sino para el mundo entero en tanto que el impacto que ha tenido sobre la humanidad, el calendario azteca.
Le pude haber pedido el sol el arco iris o una tarde en el mar como te dije, pero me dio el silencio… El bendito silencio de mis tan silenciosas soledades… Y me dejó el sabor maravilloso de aquel beso que tienen los amantes.
El 17 de diciembre de 1790, a tan sólo medio metro de profundidad, en la plaza principal de la Ciudad de México, misma que hoy conocemos como zócalo, se descubrió una laja cuadrangular de piedra basáltica que tiene en una de sus caras un cilindro de 30 cm de altura y 3 metros de diámetro esculpida al bajo relieve profundo. Esta piedra, según los historiadores, “explica el método que tenían los indios para dividir el tiempo”.

Conocide como el Calendario Azteca, primeramente la situaron bajo una de las torres de la catedral y en 1910 fue trasladada al Museo Nacional en las calles de Moneda. Ya para el año de 1963, la Estela de los Soles, como también se le llama, ocupó su lugar definitivo en el bellísimo Museo Nacional de Antropología e Historia de Chapultepec. Según los doctos en la materia, el Calendario Azteca representa dos tipos de documento: El calendario solar y el adivinatorio.
Así, en esta bellísima escultura, se puede observar: el orden de los días, los cambios de estaciones, el siglo y por si fuera poco, también pueden fijarse fechas pasadas y futuras, con una exactitud sorprendente… De igual manera, se trata de una escultura de adoración a Tonatiuh, el dios sol y con ello, los antiguos mexicanos se relacionaban con la deidad para lograr mantener en movimiento al sol y el equilibrio cósmico.
Por ello, en la Estela de los Soles, se tienen plasmados los tiempos de rotación de los planetas que se ven a simple vista: Venus, Júpiter, Saturno y Marte, por ejemplo así como la información acerca de las fases lunares y la conjunción de todos los cuerpos celestes. Todo esto, permitió que los sabios mexicanos pudieran predecir con gran precisión, fenómenos celestes como los eclipses y la aparición de los cometas.
Por medio de la lectura adecuada del Calendario Azteca, los antiguos mexicanos explicaron la manera en que el hombre se integra al universo en movimiento comprometiéndose a conservarlo por medio del quehacer cotidiano de todos los días de todos los años y todos los siglos en todos los rumbos y todos los lugares y espacios… Si comparamos el pensamiento del antiguo México con lo dicho por Platón, fácilmente observaremos una similitud tal que bien podría considerarse escrito por una sola persona si la distancia en tiempo y geografía no fuera tal. Por ello, cada vez más, La Cosmogonía de los antiguos mexicanos es juzgada como un verdadero tesoro universal.
El año solar azteca, se compone de 20 meses de 18 días cada uno. Además, se tenían al final del año, cinco días conocidos como Nemontemi o inútiles, lo que da un año de 365 días. Estos días Nemontemi, eran considerados como de mala suerte y había que tomar algunas precauciones cuando llegaban. El año solar, llamado Xiuhpohualli, que significa la cuenta de los años, llevaba un número y nombres de animales o plantas y objetos cotidianos que tenían una significación con algunos aspectos mitológicos.
Vale la pena asomarse a una descripción a mayor detalle de la utilización de nuestro Calendario Azteca que, como la inmensa mayoría de las veces y casos, resulta ser motivo de estudio, asombro y admiración de extranjeros y parecería no causar mayor interés en los connacionales.
La medición del tiempo por medio del Calendario Azteca, es asombrosamente exacta. El cómputo matemático que ha sido llevado a cabo por renombrados científicos contemporáneos, indica que en el año solar de los mexicas, solamente se tenía un error de dos diezmilésimas de día. Algo similar sucede con el manejo del tiempo por parte de otra cultura asombrosa del antiguo México: Los Mayas… Y tanta influencia han tenido en el mundo entero los conceptos científicos de nuestros antepasados y la intención eurística de los mismos, que en muchas ocasiones se producen verdaderas oleadas de conductas sociales que se vinculan a la creencia de los habitantes del Anahuac, que en el año 2012, concretamente el día 21 de diciembre, se produjeron migraciones a sitios que supuestamente quedarían a salvo de la supuesta finalización del mundo y los tiempos.

Asimismo, en el año 2000, mucha gente comentaba acerca del final o principio de milenio relacionándolo con la parte eurística de los calendarios del antiguo México.
Me gustaría decirles que me dejó el recuerdo de aquel viejo café que cuentan los poetas… Pero no bebo café, ni fumo, ni voy al teatro Ni me emborracho oyendo los trovadores de “canto nuevo”…
¿Qué traerá este año venidero… Qué estrategia habrá que seguir para controlar el destino… Qué rituales serán los indicados para que la vida se porte de manera más gentil con nosotros…? Calzón rojo para el amor… Amarillo para el dinero… Echar agua en la banqueta para espantar lo malo… sacar las maletas y barrer… Sea lo que sea, vayan mis mejores deseos para ustedes, lectores que alimentan esa bendita posibilidad de controlar el destino de los que trabajamos con gran amor en “La Voz del Norte”. Feliz año a todos y de manera especial a mis compañeros colaboradores de este periódico cultural de nuestro México.

* Pintor, interprete, autor

 

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