Por: ALBERTO ÁNGEL “EL CUERVO”
México-Tenochtitlan
La sala estaba como siempre, completamente llena. Nos encontramos a la entrada con Jesús… Jesús no aquel, sino otro, uno de los millones de Jesús terrenales… Jesús González, el actual director del Instituto de Astronomía de la UNAM. Con una gentileza y conducta que proyecta paz, nos condujo hasta los asientos correspondientes… Ahí estaba ya el maestro, el Doctor Manuel Peimbert… Con su sencillez característica, charlaba con un niño que preguntaba acerca de todo y nada… Pacientemente, el Doctor contestaba interesado todas las preguntas del niño y éste, al verse realimentado en la charla, continuaba en su cuestionamiento hacia el astrónomo cuya fascies, es necesario señalarlo, también muestra una paz interior al igual que Jesús González, quien sería el encargado de presentar la conferencia y conferencista después de escuchar, como todos los asistentes, las instrucciones acerca de los procedimientos de seguridad que en caso de cualquier evento ya sea sismo, incendio etc., habríamos de seguir… Ambos científicos, mostraban… Proyectaban esa paz interior que muchos mucho tiempo intentan encontrar como una especie de meta vital en la existencia toda… De ahí que la pregunta obligada al interior del raciocinio, fuera: ¿A qué se debe que ambos científicos se comportaran de manera similar…? Los dos se desenvolvían alrededor de la ciencia que sin lugar a dudas, es una de las ciencias más antiguas en la existencia del hombre… Más antigua que sus hermanas de las ciencias naturales… ¿Qué son las ciencias naturales…? Es una pregunta que quizá no tuvo la atención debida en todos nosotros y sin embargo nos acompaña desde la educación primaria básica. Ciencias naturales era una materia obligada… Pero ¿qué son… De dónde surgen… Para qué sirven…? Estas y mil cuestiones más, quizá hicieron falta que los educadores de primaria hicieran… O quizá sea mejor decir sigue haciendo falta que hagan en sus educandos para poder cobrar conciencia de su importancia. Las ciencias naturales, nos dicen la mayoría de las definiciones, buscan entender el funcionamiento del universo y el mundo que nos rodea y en ellas, las cinco ramas principales son: Química, Geología, Física, Biología y Astronomía. De todas estas, por simple lógica se deduce que la más antigua es la Astronomía.
Imaginemos que podemos trasladarnos en el tiempo hasta aquella época en que el hombre no era más que algo así como un primate cuyo discernimiento era por demás concreto… Su preocupación básica era encontrar alimento y al mismo tiempo protegerse de los depredadores… Veo una pradera… Los alimentos se ofrecen abundantes al alcance de la mano… Frutas y mazorcas de maíz esperan porque llegue y disponga de ello… Todo luce tranquilo… Algunos compañeros me acompañan en la recolección y ahí mismo consumimos el fruto que la madre tierra nos ofrece… El cuestionamiento que me hago no va más allá de cómo hacerle para escoger los mejores frutos… Nada más… De pronto, la tranquilidad de la hora de la comida, se ve interrumpida por un rugido y los gritos de mis compañeros de grupo, de tribu, de clan o como quiera llamársele, me alertan y motivan en mí al igual que en los demás, el impulso a correr para escapar de la amenaza del depredador… Un árbol… A la velocidad que puedo, trepo hasta el punto más seguro cercano a la copa… En algunas ramas, algunos compañeros permanecen alarmados… Abajo, las bestias se alimentan del cuerpo de uno de los homínidos que no tuvo la suerte de escapar… Pasa el tiempo y el sol empieza a ocultarse… Una bola roja va cayendo allá en el horizonte… Un horizonte que se dibuja en curvatura extensísima… Más tarde, otra esfera hace su aparición… a simple vista parecería estar más lejana que el sol… Colgada en el horizonte, esa esfera plateada ilumina de manera más tenue la noche que silencia la vida momentáneamente… Miro la luna y más atrás, otras luces muy lejanas como puntos luminosos apenas perceptibles… Y entonces surge la inquietud, la pregunta: ¿Qué hay más allá de aquellos puntos luminosos… Alguien me estará mirando desde ese remoto sitio… Somos parte de lo que veo o lo que veo es parte de mí…? En ese momento, en ese remotísimo momento, habría nacido la Astronomía… De ahí la enorme capacidad de contemplar el universo, la vida y la muerte que tenían los antiguos mexicanos ¡Grandes poetas, filósofos y astrónomos. Bien sabida es la sapiencia maya por ejemplo en torno al universo.
La charla del Doctor Peimbert, comienza… Su simpatía se evidencia al decir: pongan atención a lo que digo porque al final, todo aquello que quieran preguntar será muy importante… Pueden preguntar lo que quieran, porque de todos modos yo voy a contestar lo que quiera también… Y es que ¡el universo es a veces tan inexplicable…! En ese instante recuerdo una frase de la novela Contacto, escrita por Carl Sagan… Es en el momento en que la Doctora Arroway llega en su viaje a la contemplación del universo y la emoción la invade de tal manera que dice: “¡Debieron haber enviado un poeta para poder describir esto adecuadamente…!” Datos, anécdotas, nombres, fechas… Más datos por demás interesantes que nos hacen entender bien a bien lo dicho por el Doctor Peimbert, el universo es inexplicable… Al igual que un poeta hay que vivirlo intensamente antes de intentar comprenderlo… El propio Einstein, dice don Manuel Peimbert, cometió un error garrafal en sus cálculos y cerca de 30 años después de considerar dogma sus señalamientos científicos en torno al universo, él mismo dijo que había pasado de ser un dogma al más grande error cometido en su vida… Si alguien tan enorme en la ciencia como Einstein cometió tal error, y otros errores igual de grandes fueron cometidos por otros científicos y luego enmendados por otros, qué nos quedaría sino observar y vivir… Vivir la observación del universo entero y maravillarnos con las paradojas que poéticamente nos ofrece… La mayoría de los científicos, por ejemplo, consideran que el 96% del universo, se encuentra constituido por materia y energía obscura… Pero no sabemos, nadie sabe qué es a ciencia cierta esa famosa materia y energía obscura… Y ¿Si nosotros somos una parte infinitesimalmente pequeña del universo, pero parte al fin, estaríamos también constituidos en parte por esa materia y energía obscura…? ¿Tendrá qué ver todo eso con los tan llevados y traídos conceptos del bien y el mal…?
“La discusión entre Astrónomos y Físicos, es permanente… Hasta el las reuniones más informales siempre terminamos discutiendo Físicos y Astrónomos… Los físicos siempre me atacan argumentando mil cosas acerca de la comprobación de los teoremas, las hipótesis científicas y poniendo en duda a la exactitud de la Astronomía… Pero cuando la discusión llega a un callejón sin salida, siempre los derroto con un argumento: Miren ustedes, al final, hay una verdad que es incuestionable en torno a la Astronomía y la Física… La Astronomía es tan antigua y permanente, que siendo tan actual, es una ciencia que tiene musa… La física no…
En ese punto, siempre intentan argumentar que están refiriéndose a comprobaciones científicas y demás, pero el hecho de que sea tan antigua como la humanidad misma y continúe tan mágica, tan enigmática, tan importante para intentar explicarnos nuestra existencia, la Astronomía tiene particularidades que la sitúan en un sitio muy especial de las Ciencias…” Cuando el Doctor Peimbert dijo lo anterior, no pude evitar pensar en qué justamente él es egresado de la Facultad de Ciencias de la UNAM en la Licenciatura de Física… ¿En qué momento entonces hizo a un lado su posición dogmática dentro de la Física y se hizo a la mar en el océano infinito de la Diosa Urania, la celestial, la musa de la Astronomía…? La conferencia acerca del universo cumplía su cometido… Un cometido que estaría muy cercano de la finalidad del arte quizá… El perturbar… El inquietar el alma con emociones maravillosas, que pueden ser aterrorizantes o brindarnos paz al aceptar el devenir de los designios universales y sabernos una parte infinitesimal, insignificante del cosmos y sin embargo tan importante que cada movimiento afecta irremisiblemente al universo entero… Muchas preguntas se iban acumulando a medida que la charla del Dr. Peimbert avanzaba… Sus aportaciones a la Astronomía le convirtieron en el primer científico que no es de nacionalidad estadounidense junto con su esposa la también Astrónoma Silvia Torres, en ganar el premio Has Bethe. Este premio lleva el nombre del científico alemán, por sus aportaciones a la ciencia y a la paz al haberse convertido en promotor del desarme cuando observó la utilización de su descubrimiento que llevó a la fabricación de la bomba atómica. Sigue la charla interesantísima y cuando estaba yo preparando mi pregunta acerca de las ondas gravitacionales como resultado de la fusión de dos agujeros negros, justo aparecen las diapositivas en las que Manuel Peimbert habla de ello… Las ondas gravitacionales que llegaron a la tierra como resultado de esa fusión, se detectaron a manera de pequeños movimientos telúricos… Como pequeños temblorcitos, nos dice… Una y otra vez, nos habla de la cierta relatividad en torno a la ciencia, a la Astronomía, al universo y por lo tanto, insiste en que contestará “todo menos lo que pregunten porque todo es incierto…” Mi compañera me pregunta en voz muy baja: ¿Cómo contemplará la vida y la muerte un Astrónomo con la preparación que él tiene… Tendrá importancia la pequeñísima parte que somos ante el universo…? ¡Uf… Es tan vasto, tan interesante… Quisiera preguntar justo eso… Cómo ven ellos la muerte, con qué óptica… Ya no hubo tiempo… Me quedé con la duda porque no pudo plantearse la pregunta ante la oleada de intervenciones al final de la charla… Pero, definitivamente, los científicos astrónomos al nivel del Dr. Peimbert, deben contemplar la muerte y la vida con una óptica filosófico-poética que considere la existencia como parte de la dinámica, la armonía, la expansión-contracción constante del universo hasta que volvamos a ser… Polvo de Estrellas…