Por: Verónica Hernández Jacobo
Lacan viene a hacer justicia a la mujer al afirmar que esta también tiene el falo, entendiéndolo en su función simbólica, y en sentido común el poder. Mientras algunas mujeres tienen el falo, el hombre en algunas sociedades se mueve hacia lo neutro, por ejemplo en Alemania, los ciudadanos tienen la posibilidad de elegir una tercera opción de género, el neutro. Pero esto parecía destinado a que aquellos que no pueden definir su género por ser intersexuales, y no como parece ser el caso de quienes optan por no identificarse a ningún genero.
La posición “neutra” tiene nuevas consecuencias, entre la posición transexual y la llamada neutra o “genderqueer”. El transexual anhela un sexo, el que ni la biología, ni el Otro llámese social, de la ciencia, parental, le asignó. Quiere el Otro sexo, y como indica Lacan, comete el error de que sabe en qué consiste, ya que confunde el órgano con el significante, su único hierro es querer forzar mediante la cirugía el discurso sexual, es decir un pasaje de lo real y de lo biológico.
La cuestión actual en tiempos de ley, de identidad de género y de derecho a modificarlo hasta donde la tecnociencia lo permita, ya no es que un hombre transforme su cuerpo para poder ser la mujer que cree (o tiene la certeza de) ser, sino que se diga mujer más allá de las modificaciones que haga en su cuerpo, ya que la mayoría de los “trans” no se opera.
El transexualismo infantil sirve aquí de guía, recordemos el caso sonado de “Lulu” como se le conoció en su origen al niño que tempranamente decía ser niña, y que se obstinó en su rechazo hasta el cambio de nombre con todas sus consecuencias, y un día terminó yendo de boca de su terapeuta y de su madre, que era una niña…con pene.
Fácil es cuando se trata de un caso, atribuir esto a la psicosis supuesta de la madre, o a la convivencia con la psicología con el discurso del amo, y de la mano de los derechos del niño, que forcluye las preguntas acerca de la sexuación.
Por qué si el transexual cree saber qué es y cuál es su sexo, y lo anhela, el neutro parece desinterezado en el sexo, elude a aquello que pueda identificarlo, no quiere ser ni hombre ni mujer, es más rechaza toda identidad sexuada, exige su derecho a la no identidad, ni hombre, ni mujer, ni… Si el transexual, parece tomar al pie de la letra que “la anatomía es el destino” , tal como propuso Freud y criticó Lacan, el neutro no repudia sus órganos al punto de querer perderlos, sino que hace caso omiso de ellos, llevando la performatividad al extremo: es lo que se dice ser independientemente del cuerpo que tenga.
El psicoanálisis, ha procurado determinar en qué consiste “la pequeña diferencia” y que daría vida a la feminización del mundo. Aunque hay que decirlo, el transexual yerra porque ubica la diferencia en los órganos y los sostiene con certeza. El “neutro” si creemos en sus dichos, rechaza la diferencia sexual al mismo tiempo que cualquier identidad.
De tal suerte que la reflexión sobre la cuestión trans nos implica y se nos ofrece como una oportunidad para repensar la manera en que nos manejamos desde las posiciones sexuadas, ya que el sexo no podrá ser reducido jamás a lo biológico, sino a las maneras muy particulares que tiene cada sujeto de acceder al goce. Al mismo tiempo, la conmoción que provocan las figuras del transexual, el andrógino o hermafrodita, que va desde la fascinación al odio visceral, merece toda nuestra atención por cuanto revela una conexión profunda con algo que nos concierne, esta es una primera entrega para futuros debates.
* Doctora en educación