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EL VUELO DE UN CUERVO EN EUROPA III. VALDEMOSA Y CHOPIN

By viernes 15 de septiembre de 2017 No Comments

Por: Alberto Ángel “EL Cuervo”

el vuelo de un cuervoEl vuelo de Madrid a Mallorca fue breve y divertido. Lleno de turistas que iban prácticamente listos para llegar a la playa… Por primera vez pisaría la tierra de la madre de Miró y de alguna manera de Miró mismo dado que gran parte del tiempo la pasaba ahí de vacaciones y la última parte de su vida sería en esa isla… Me recibe la sonrisa infantil de mi nietecita y su abrazo es como un bálsamo milagroso que cura todo… Los días ahí, en compañía de ellos, mi hijo, mi nuera y mi nieta fueron de lo más bello imaginable…

—Hoy iremos a Valdemosa, papá…
—Valdemosa…
—Sí, Valdemosa… Es un pueblo muy lindo, ya verás…
—¡Sí, abuelo, es muuy lindo, muuuy lindo…!
—¿Lo conoces, mi amor…?
—¡Sí, abuelo, yo conozco muchos lugares, muchísimos lugares…!

Prendo mi celular para buscar en los mapas esa pequeña población y los posibles sitios interesantes y aparece como pantalla el retrato de mi viejo amado y siempre recordado… De inmediato la nena me pregunta con toda la inocencia de sus cuatro añitos…

—¿Quién es esa foto, abuelo…?
—Es mi papá, mi amor… Es el abuelo de tu papá y tu bisabuelo… Mira…
—Ah… ¿Es tu papá…? ¿Ya se extinguió…?

Mi carcajada se escuchó hasta el otro lado del mar… La ocurrencia infantil me pareció maravillosa y le respondí “sí, mi amor… Tu bisabuelo ya se extinguió…”
Caminando, por el bellísimo pueblo de Valdemosa, me sentía como en un verdadero estudio cinematográfico… Caminando y fantaseando entre juegos infantiles y el contemplar el paisaje, llegamos hasta uno de los puntos obligados de la visita a esta pequeña población, el Monasterio de Cartuja, donde vivió un largo tiempo el celebérrimo compositor Fréderic Chopin.
Considerado uno de los más importantes e influyentes músicos de la Historia, Chopin ha sido comparado en su influencia y aportación a la música del mundo, con otros grandes genios musicales como Johan Sebastian Bach y Wolfgang Amadeus Mozart.

Nacido en Polonia, en una familia de la nobleza en su etapa de decadencia sobre todo en lo que se refiere a la economía, fue un empedernido estudioso de las materias que giran alrededor del arte no solamente musical, sino en esa formación integral que en aquel entonces se acostumbraba para quien decidiera abordar el camino de las artes. Así, estudió piano, muchos otros intrumentos, armonía, contrapunto, composición, historia del arte, literatura clásica, canto y dibujo. Cuánta falta haría una preparación así en los compañeros que estudian hoy en día en todas las escuelas de música de nuestro país y en muchos otros para que la comprensión de los oficios del arte se diera de manera absoluta y pudiera lograrse un trabajo interdisciplinario para beneficio de todos…

Pero por infortunio, estamos viviendo una época de prisas en las que los cantantes, por ejemplo, en vez de buscar su preparación integral, se dedican a soñar con el material del que harán la estatua de su persona en su puel vuelo de un cuervo 2eblo natal y a organizar el cuerpo de asistentes y guardaespaldas que los protejan de la “muchedumbre hostigante”… En fin, Chopin en su peregrinar por el mundo físico y artístico, viajó de Polonia a Berlín, de Berlín a Viena, de Viena a París que era considerado como la capital cultural y artística del mundo y justo ahí establecería contacto con Gioachinno Rossini el autor de “El Barbero de Sevilla” que en innumerables ocasiones había visto en Viena dado que el músico polaco era admirador de la ópera. Después de mucho recorrido por el periplo de la vida, en el que le negaron o más bien deshicieron el compromiso matrimonial por la enfermedad que Chopin padecía, conoce en Londres a la célebre baronesa Dudevant, mejor conocida hasta la actualidad por su seudónimo, George Sand, mismo que se vio obligada a adoptar para poder tener mayor libertad como escritora en un mundo de varones. La antipatía, que fue mutua, fue el primer sentir que se despertó entre Sand y Chopin, sin embargo, con el tiempo vivirían una pasión desmedida que los llevaría después a convertirse en grandes amigos para siempre.

En el año de 1838, la salud de Chopin vuelve a quebrantarse. El diagnóstico es contundente: Tuberculosis, una enfermedad incurable y mortal en ese entonces. La recomendación médica es irse a vivir a nivel del mar en un clima moderado y ambiente tranquilo. Así, Sand, sus hijos y Chopin, se mudan a la población de Valdemosa, bellísimo y tranquilo pueblo devoto a más no poder de la virgen de Santa Catalina, al grado que no encontré ninguna casa en todo el recorrido que hice por el pueblo de Valdemosa, que no tuviera un mosaico con la imagen de la virgen y el letrero en lengua mallorquí que dice: “Santa Catalina pregau per nosaltres” cuyo significado es: Santa Catalina, ruega por nosotros. Caminando, llegamos hasta el monasterio conocido como Cartuja de Valdemosa, ahí se conserva intacta la celda de Chopin donde vivió con su amada George Sand hasta su muerte. Al entrar al monasterio, puede palparse la tranquilidad que fue motivo de inspiración para Chopin para escribir la mayoría de sus preludios.

El piano, reposa en la celda como celoso guardián de las virtuosas manos de su dueño… Piano que Chopin se vio obligado a vender a la familia Kanut y que fue donado por los mismos a la Cartuja para ser expuesto desde 1932 en la misma celda donde el genio musical polaco viviera y escribiera muchas de sus obras consideradas cumbre en compañía de la no menos célebre escritora. En las paredes, pueden observarse cuidadosamente enmarcadas, las partituras de muchas de las obras del compositor. Obviamente la sensación que nos envuelve al contemplarlas es la de estar asistiendo a una especie de concierto postmortem dado que de manera constante se escucha por el sonido del ahora museo de la Cartuja de Valdemosa, la música de Chopin en la ejecución de muchos talentosos pianistas intérpretes de la obra del músico polaco.

La llamada celda, es en realidad lo que en la actualidad pudiera considerarse un apartamento de lujo y de gran tamaño. Son cuatro habitaciones que dan a un bellísimo jardín que tiene en medio una fuente. Al caminar en ese jardín, imagino a Chopin filosofando, inspirándose en la maravillosa vista que desde ahí se tiene hacia todo el bello pueblo de Valdemosa. Una vida verdaderamente paradisíaca la que debe haberse experimentado en la Cartuja… No había necesidad de salir siquiera del edificio para respirar tranquilidad, libertad, paz e inspiración. Dentro de la celda hay un gran letrero que nos habla de la colección de objetos pertenecientes en un tiempo a Fréderic Chopin y a Georges Sand. Ahí permanecen todos ellos cargados de la energía de dos grandes creativos que dejaron huella indeleble en el arte de todo el mundo.

Finalmente, con un delicioso sabor de nostalgia,  salimos de aquella celda de Chopin llenos de la evocación del compositor polaco a disfrutar de la belleza y hospitalidad de la bella población de Valdemosa en Mallorca. Una tasca nos recibe con toda la gentileza de los meseros que de inmediato se dan cuenta que somos mexicanos…

—¿De dónde sois…?
—Mexicanos…
—Vale… Me he dado cuenta porque un tiempo trabajé en un barco y visitamos muchas veces México, aunque el acento de esos mexicanos era un poco distinto parecido a la gente cubana.
—Ah, seguramente llegaron al puerto de Veracruz en la costa del Golfo de México…
—Sí, sí, puede ser… Pero bueno, seais todos bien venidos y ya me dicen lo que querais y para la princesa supongo que algo especial…

Después de anunciar en su vocecita infantil que desde luego me derrite, que ella es mexicana, mi nietecita pide de comer: helado y chocolate. La carcajada de todos no se deja esperar. No pasarían más de 30 minunos de habernos servido los platos fuertes que, dicho sea de paso tenían una presentación y un aroma espectacular y el sabor excelente, cuando el chef llegó a saludarnos a nuestra mesa… Mi hijo bromeó un poco diciendo que me habían reconocido y que por eso recibíamos esa gran atención…

El chef resultó ser argentino y un gran conocedor del arte culinario mexicano. Así, degustando platillos deliciosos en ese bello pequeño (todo en Europa es pequeño en realidad para ahorrar espacio) restaurante que mi hijo encontró en nuestra caminata en Valdemosa, sin faltar desde luego el vino tinto que brindaba mayor magia al paisaje, nos despedimos con otra caminata en el pueblo que por todas partes muestra tiendas que ofrecen las afamadad perlas de Mallorca (Majorica) y que el turista común busca. Las tiendas repletas contrastando con la celda de Chopin que apenas recibe unas cuantas personas…

—Abuelo… Chopin ¿ya se extinguió como, como mmm… como tu papá…?
—jajajajajajajajaj… Sí, mi amor… Chopin ya se extinguió como mi papá…

* Pintor, autor e intérprete

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