Por: Faustino López Osuna
Fecha: 8 de agosto de 2017. A las 6.23 de la mañana, un buen amigo mazatleco, Luis Gerardo González Lejarza, me comunicó por WhatsApp, desde Sonora, la fatal noticia del fallecimiento de Eduardo del Río García, Ríus. Pensaba ir a ver unos asuntos no urgentes a Mazatlán, pero me cambió el ánimo y decidí permanecer el día en casa. Alrededor de las 11.00 horas, el estimado poeta queretano Mario Arturo Ramos en la ciudad de México, por celular me confirmó que había fallecido a las 2 de la mañana. A las 12.30 del día, a nivel nacional, Joaquín López Dóriga informó con mayor amplitud del suceso. Aunque todos los amigos ya estarían al tanto, tuve la intención de remitirles lo último que escribí sobre él hace cosa de dos semanas, recordándolo como homenaje a José Luis Cuevas, también recientemente fallecido. Pero me quedé sin “carga” en la computadora y ya no me fue posible enviar los correos. Ahora el homenaje es para él, Ríus, quien, modesto de toda modestia, a sí mismo se llamó monero y cuando tenía que aportar sus datos biográficos en alguna publicación, lo hacía en tercera persona, utilizando el adjetivo tal que indica indeterminación del término al que se aplica. Se refería a sí mismo como el tal Ríus. Su obra monumental, en la historia de la caricatura mexicana, por su raíz popular, no desmerece junto a la de Guadalupe Posada, siendo, por los géneros que cultivó, más extensa que la del luminoso grabador de Aguascalientes.
El multicitado periódico estudiantil El Colmillo “atinado” que publicábamos en la Escuela Superior de Economía (1963), tuvo la fortuna de que en sus páginas nos reunimos con él, Ríus, apadrinándonos; con Dámaso Murúa, nuestro maestro de Contabilidad, y con Naranjo, que le ilustró a Dámaso la primera edición de los 12 Relatos Escuinapenses del Güilo Mentiras. (Más de 40 años después, Naranjo nos confió a Ríus y a mí un secreto que guardaba de Dámaso).
Desde sus inicios, El Colmillo “atinado” apoyado por Ríus, adquirió buena fama de publicación de cultura en el Politécnico, pues tuvimos la oportunidad de contar con la colaboración un tanto obligada de la plana mayor de la revista Siempre!, ya que los artículos que les censuraban y no les publicaban allí, nos los pasaban a nosotros. Era un lujo contar con la colaboración, por ejemplo, de Renato Leduc. Del mismo modo, en cada número publicábamos una entrevista a verdaderos creadores de las letras y las artes, como fueron Alejo Carpentier, Nicolás Guillén, José Emilio Pacheco, Rosario Castellanos, David Alfaro Siqueiros y el mismo Ríus, quien nos respondió las preguntas de la entrevista con caricaturas. Algo histórico desde entonces.
Casi al finalizar mis estudios de Economía (1966), Ríus ya había probado el éxito con su genial revista Los Supermachos. Un día me dijo, optimista, a su modo: “Fíjate que estoy corriendo el riesgo de volverme rico”. Ojalá, le dije yo. Pero tempranamente también conoció el robo y el despojo de su trabajo profesional: la empresa registró a nombre de ella los derechos de autor de sus personajes. Y los perdió. Entre esa catastrófica experiencia, obviamente típicamente capitalista, tuvo que rehacer todo con Los Agachados. Lo que había ganado lo perdió en pleitos; se endeudó para hacerse de una casita de una planta, de interés social, por el rumbo de la Colonia Portales, y en esas condiciones se casó, con todas las broncas a cuestas. No lo calentaba el sol. Un día por la tarde, lo fui a buscar por primera vez a su domicilio. Me llamó la atención que encontré su casita, sin enjarre exterior, aislada de las demás, entre terrenos baldíos. Él no estaba en ese momento, pero sí su esposa, quien me hizo pasar y, conociendo de nuestra amistad, me puso al tanto, con llanto, que no sabía qué le estaba pasando a Eduardo, que tenía ciertos arranques que la preocupaban: se salía a cualquier hora de la casa y a veces tardaba mucho en regresar. Que no tenía sosiego. Agradeciéndole su confianza, como pude le aconsejé que buscara la manera de que lo viera un profesional. Algo positivo sucedió y Ríus reasumió su vida con mayor coraje. Aparte de la nueva publicación semanal con otra empresa, empezó a publicar libros; concursó y ganó múltiples prestigiados premios internacionales de caricatura en países de Europa y de América Latina. Yo salí a Bulgaria en 1967, con una beca de la Federación Mundial de la Juventud Democrática. Regresé en 1969. Al fundarse el INFONAVIT en el primer año del nuevo sexenio, se me comisionó para atender los programas de campo del Instituto en Cuernavaca. Y tuve la fortuna de encontrar, viviendo allá, a Ríus: dimos en frecuentar el mismo café, en la plazuela del centro. Luego me invitaba frecuentemente a desayunar en su casa, esta sí una hermosa residencia ubicada rumbo a la salida a CIVAC. (La nueva publicación registraba un tiraje de 250 mil ejemplares semanales). Entre el café y los desayunos, nos pusimos al corriente de todas las pláticas que habíamos interrumpido por años. Alguna vez que lo visité los domingos por la tarde, coincidí con Naranjo y su familia. Así trabé amistad con ese otro
genio de la caricatura política. Regresé a Sinaloa durante el gobierno de don Alfonso G. Calderón. Los tres primeros años en INFONAVIT, pude descolgarme del Distrito Federal a saludar a Ríus a Cuernavaca. Los últimos tres se me hizo difícil verlo. Al inicio del siguiente sexenio en Sinaloa (1981), sin empleo, amigos auspiciaron la grabación de algunas de mis canciones con Luis Pérez Meza acompañado por la Banda Tierra Blanca. Esta grabación y otra que hacia 1986 Jesús Monárrez hizo conmigo acompañado del mariachi América de Jesús Rodríguez de Híjar, se las llevé en una visita a Ríus. Él no me dejaba que regresara con las manos vacías: me regalaba un par de sus libros autografiados.
En visita posterior, me manifestó que el mariachi no le decía nada, pero que lo mío con la Banda Sinaloense sí le comunicaba algo de lo nuestro, que le gustaba más. Pasé tiempo sin volver.
* Economista y compositor