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EL TATANO

By martes 15 de agosto de 2017 No Comments

Por: Nicolás Avilés González

el tatanoEl alias de este sujeto, el cual por sus conductas sexuales erráticas se tornó en su momento el centro de un huracán de críticas y de comentarios aniquilantes sobre su persona. Nunca supe si nació en Costa Rica o llegó de algún lado como muchos al principio de la colonización, pero laboraba como eventual en el Ingenio Rosales.

Eventual como casi todos los retoños de los obreros de los años sesentas, época que les tocó vivir en aquel México industrial en ciernes, donde ejércitos de desocupados trataban por todos los medios incorporarse en las industrias con la ilusión de tomar una plaza de obrero y así lograr una posición económica que les permitiera vivir de una manera más holgada y segura por el resto de sus días, aquello prometía. Para tal fin, los casi adolescentes que jugaban a ser hombres se arremolinaban en la “Puerta” de la empresa azucarera durante los tres turnos, esperando una oportunidad de laborar.

Ingresar tenía dos objetivos muy claros, contaban los días laborados para la promoción en el logro de una mejor posición cuando se revisaba el historial en la Sección 106, otro motivo era más inmediato, tener dinero para gastarlo con su novia el fin de semana.
El pueblo tomaba un brillo especial los sábados ya que le pagaban a los obreros y los domingos había con que asistir al Cine Eugenia que estaba construido de madera y fue el primero y único por mucho tiempo hasta que llegó el Évora y después el Rosales al otro lado de la vía. Otra parada frecuente eran la refresquería Los pinos y Pepsi, disfrutar un raspado o un licuado con Juvencio Hayashi y como cosa especial bailar en el club 20-30 o en el Casino municipal. Sin faltar a una parada en la misa de siete de la tarde. Todo esto era el ritual dominguero.

De lo anterior se desprende que en este momento estos jóvenes no eran sostén de ningún hogar sino soñadores que buscaban construirse un futuro.

Eran aprendices de adultos. De ese grupo era el Tatano y por lo mismo le sobraba tiempo para engrosar las filas de deportistas del billar “El toro manchado” o en el del “Sordo” o ablandaba las bancas de concreto macizo del estadio “Alejandro Torres” que permanecían abarrotadas hubiera o no evento cultural o deportivo.

La apariencia física de el Tatano era poco agraciada, diría que hasta desagradable, de estatura mediana, prieto como carbón de mezquite, nariz aplanada como la de un boxeador barato que apenas emergía sobre unos pómulos abultados y todo lo anterior rematado en una boca grande de labios carnosos discretamente evertidos que se distinguían del resto de sus rasgos por su color algo menos pronunciado.

La complexión era gruesa y por aquellos entonces se esbozaba un pequeño abultamiento del vientre. El aspecto no era lo único feo que lo acompañaba, además sus preferencias, mismas que lo llevaron a ocupar en su momento los primeros lugares de popularidad en aquella pequeña comunidad y, créemelo lo encabezó por meses y hasta pienso que por años ¡En el pueblo decían que le gustaban los varones! Cosa que realmente no le importaba, los habladas y la carrilla se le resbalaban, al fin era sinvergüenza y basta con recordar que el cínico conoce el precio de la cosas pero ignora el valor de todo.

Cuando escuchaba comentarios chuscos que a su paso hacían a su persona prefería cerrar sus ojos azabaches que parecían pequeños dado lo grande de su cara y enseguida soltaba una sonrisa fácil y contagiosa, se asomaban unos dientes blancos brillantes.
El cínico era ave de muchos parajes, igual se le miraba sentado en las bancas del billar y en la bardita de la estación del ferrocarril y hurgando entre los furgones estacionados en las vías alternas que esperaban ser llenados con pacas de bagazo de caña que luego serían transportados hacia el centro del país para alimentar la maquinaria de las fábricas de papel. Éstos eran imán para los vagos que abundaban en Costa Rica. En uno de estos conveniò una cita con su pareja.

Los andenes y los carromatos del ferrocarril eran rutina obligada de los municipales que buscaban borrachos, marihuanos y cadáveres que con relativa frecuencia eran abandonados sobre la vía principal para que el tren los despedazara y así evadir las investigaciones de posible asesinato. Pasaban iluminando uno a uno; lo hacían en las ruedas y hacia los vagones que estaban vacíos, con linternas de mano. En uno de ellos vislumbraron la silueta de dos cuerpos que estaban hasta el fondo.
Allí encontraron al Tatano y a su compañero sexual, era una de esas noches sin luna que parecen alargarse dado el marasmo que produce el intenso calor del verano que en ese momento realmente sofocaba, ¡ahì los encontraron!

Estaban en el hecho cuando los sorprendieron con sus luces los municipales y enseguida lanzaron al unísono gritos amenazantes
– ¿Qué haces allí cabròn? Éste, ante la sorpresa de la fragancia, sonrió ya que se le vieron las hileras de dientes que era lo único que resaltaba en aquella obscuridad. Y haciendo alarde de agilidad de respuesta contestó -Gracias… que bueno que me alumbraron- Lo decía mientras en sus labios continuaba con su sonrisa socarrona. Al mismo tiempo que sus índices apuntaban hacia la nuca del homosexual que doblado del torso que se continuaba con el cuerpo del Tatano que permanecía erguido como si fuera poste de la luz. Enseguida argumentó

-Agradezco que me afocaron, miren, miren donde està este joto cabròn- Y continuó con el deslinde
– ¡Les doy las gracias que me aluzaron, si se tardan un poquito màs en llegar lo hubiera meado!
La sonrisa burlona que acompañaba su dicho provocó la hilaridad de los policías que después de reponerse de aquella confusión contestaron
– Que mear, ni que chingados, bájense de ahí par de cabrones degenerados y van pa’ dentro-

Enseguida se colocaron su ropa y ya con las carnes cubiertas bajaron ante la mirada de aquellos hombres de ley e inmediatamente los subieron a la “Perica”.

Ya en barandilla recogieron los pormenores del evento, después de pagar una multa administrativa por faltas a la moral dejaron libre a la pareja. Para esos momentos en la comunidad había algarabía por el suceso, recuerden que pueblo chico, infierno grande.

La noticia cundió por los confines de Costa Rica, el Tatano se colocó de golpe y porrazo con una popularidad que eclipsó a Don Evaristo, a Pedro Torrecillas, A Manuel el Loco, a la Cotorra y de paso a todos los personajes que pululaban en las calles de tierra de mi pueblo. Desde ese momento donde irrumpía su figura grotesca la gente gritaba- -¡Aguas, aguas!

Mientras algún otro advertía- -¡Ahí viene el Tatano, nalgas a la pared! La respuesta de cínico era siempre una sonrisa y desde entonces se hizo popular esta letanía

-¡Aguas, ahí viene el Tatano, nalgas a la pared!

* Tomado de mi libro “Se va a saber…Dijo Barrón”.

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