Por: Carlos Varela Najera
Como decirte “Te amo”, si me conozco tan poco a mí
mismo (Stendhal).
Se escucha paradójico pues el amor como invención imaginaria se podría dar por toneladas, y dar… sin dar, dar un espejismo, diríamos sin reparos, pero dar amor es más bien una demanda incesante, que se llena de palabras, no hay amor sin un decir, y cuando no hay un decir, el amor aparece como un vacio.
Es desde este vacío que el amor no cesa de escribirse, aunque su escritura frente a la mujer se inscriba como un enigma pues no sabemos a ciencia cierta que es una mujer, ya que ningún poema la puede definir, describir, ni mucho menos agotar. El amor sólo existe a partir de la demanda de repetición, pero el amor como invención es una amenaza para los enamorados, ya que el amor como repetición te hace creer que marchas a puerto seguro, basta con repetirlo y hacerlo repetir a la pareja…”me amas, aún me quieres, verdad que soy todo para ti” en fin sólo es un pequeño esbozo.
Lacan nos viene a decir la verdadera naturaleza del amor, ya que él descubre que no hay amor sin odio, eso es una irreverencia de este sujeto desordenado, que molesta su decir, pero así es, Freud habló de ambivalencia para describir este fenómeno como odio y amor, Lacan dirá odiamoramiento. Desde este posicionamiento el amor no puede ser reciproco, aunque quisiera, es decir, amor con amor se paga, no es del todo cierto, la reciprocidad sería la fuente del ideal amoroso para que este sobreviva, la reciprocidad es la exigencia de todo enamorado de lo contrario hace acuso de traición, por ello Lacan menciona que amar es esencialmente desear ser amado.
El psicoanálisis espera en su tratamiento con sujetos que sufren de amor, pero por lo menos que hagan del amor, un amor menos tonto, eso está en chino, porque el amor menos tonto es una contradicción ya que sabemos que el amor derrumba la incipiente razón, es decir el amor instalado en el sujeto lo atonta, el amor es ciego se dice.
“Hermanos míos: yo no os aconsejo el amor al prójimo, lo que aconsejo es el amor al mas lejano” (Friedrich Nietszche).
El amor tiene en si una función de engaño, eso sí es reciproco, el engaño es necesario de ahí su reciprocidad, ya que cuando se dice que se ama todo o toda, falta a la verdad, algunos amores se vuelven tan empalagosos y asfixiantes que tenemos que engañar con nuestro decir al afirmar que somos dichosos, aun, el amor tiene una función de ideal, cuando se plantea, dar lo que no se tiene, ese ideal permite que el amor se mantenga de manera servil el uno para el otro, el amor desde esta posición instala la servidumbre necesaria para que ésta exista.
Recordemos que desde la experiencia psicoanalítica todo sujeto acepte o no es castrado simbólicamente hablando, esto hace que ante la demanda de amor absoluto se intenta negar la castración de cada uno, de ahí que ante la exigencia de un amor completo y absoluto asoma su rostro la castración y esto hace que alguno de las parejas enloquezca ya que cuando se busca el amor absoluto se encuentra la carencia del ser y eso es enloquecedor.
Freud descubre que el amor del hombre tiene en esencia algo de madre y algo de puta, para realizarse, digo en el hombre, en la mujer el amor si existe es distinto, algo de puta apunta más que al dinero, sería de mujer fácil, de ahí que sea necesario revisar el texto de Freud sobre la degradación de la vida amorosa, para sacar todas sus implicaciones sobre los sujetos amorosos.
En el amor se instala el odio como un deber, en sentido filosófico, diríamos desde la experiencia de la orientación lacaniana como algo del orden de lo necesario, no hay amor sin odio, es la amenaza latente del enamorado, celado, amenazado, amordazado, en fin el amor siempre en aprietos, frente a la demanda
obsesiva del Otro, no hay amor sin odio dice Freud, fue primero el odio que al amor porque frente al dolor se responde con odio, de esa manera amorodio es la verdadera cara que intentamos por todos los medios negar.
“El odio es un borracho al fondo de una taberna, que constantemente renueva su sed con la bebida” (Charles Baudelaire).
* Lic. en Psicología, Doctor en Educación