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LOS CONOCÍ A LOS TRES

Por viernes 30 de junio de 2017 Sin Comentarios

Por: Faustino López Osuna

Lo más seguro es que muchos otros también los conocieron, cada uno en su ámbito profesional. A lo mejor nunca fueron presentados entre sí. Más, de pronto, sus muertes, muy seguidas una de la otra, los volvieron célebres. Triste celebridad. La fatalidad los hizo aparecer por última vez ante la sociedad. Los menciono en el orden en que fueron muriendo. Abogado, mazatleco, Miguel Ángel Sánchez Morán. Asesinado. Periodista y escritor, culiacanense, Javier Valdez Cárdenas. Asesinado. Médico, concordense, Miguel Ángel Camacho Zamudio. Asesinado. El primero, litigaba desde su despacho. El segundo, escribía artículos y libros basados en investigaciones profesionales.

El tercero se desempeñaba como director del Issste-Mazatlán. Aunque pareciera que los sinaloenses ya están acostumbrados a los cientos de asesinatos impunes en lo que va del año, las desgraciadas muertes de los tres profesionistas mencionados, los conmovieron y conmueven aún, no sólo por el valor humano que representaba cada uno y por la manera tan artera de privarlos de la vida, sino porque seguramente que cada uno aspiraba a una muerte más digna, comprometidos con la suerte de sus semejantes.

Al licenciado Sánchez Morán lo traté en dos etapas de su vida. Primero, siendo yo director del Museo de Arte de Mazatlán, en varias ocasiones lo atendí cuando asistía a inaugurar algún evento cultural en representación del Presidente Municipal. Casi cinco años más tarde, un día me invitó para que lo apoyara con información sobre las bibliotecas municipales en los cinco municipios del sur del Estado para dotarlos de una Enciclopedia temática, estando él al frente en Mazatlán de la Asociación Para mover y transformar a Sinaloa, designado por el licenciado Heriberto Galindo Quiñones, presidente estatal de dicha agrupación, en el proceso de la pre campaña de los aspirantes a la gubernatura de Sinaloa.

Al combativo periodista Valdez Cárdenas, no tuve el gusto de tratarlo como a los otros dos. Lo leía infaltablemente en Río Doce y, recomendado por un amigo, compré sus libros `Levantones` y `Malayerba`, solidario con su quehacer comprometido con la verdad en una especie de Juan sin Miedo. Alguna vez me lo presentaron en reunión de amigos, estando por ahí Ernesto Hernández Norzagaray o Manlio Tirado.

Al doctor Camacho Zamudio, paisano concordense de Malpica, lo encontré siempre en Concordia. Invariablemente en eventos políticos. Por ahí lo saludé en la campaña del gobernador Quirino Ordaz Coppel. Cuando recién fue designado en la clínica, al saludarlo se puso a mis órdenes. Estoy para servirte, paisano, me reiteró. En otra ocasión me pidió que lo visitara en su oficina “para echar la platicada”, pero nunca se nos hizo el encuentro en el Issste. Era un hombre afable, jovial, que al estrechar la mano, miraba a los ojos. Comunicaba con entereza sus buenas intenciones. Al escuchar la mala noticia de su muerte por la televisión, en el video se pudo apreciar cómo, casi al suceder la agresión, entre cuatro lo llevaban colgado de las manos y los pies a toda prisa, directamente al quirófano, literalmente en vilo (suspendido sin apoyo, con indecisión y zozobra por conocer algo que se teme). Pero todo fue en vano.

En los tiempos aciagos que vivimos, es lugar común que todo asesinato se asocie con el narcotráfico, ensanchando la brecha de la impunidad, en un estado de derecho fallido. La ola de sangre en que se ahoga la sociedad no da margen para otra conclusión. También es común concluir que mientras haya un comprador y consumidor de droga poderoso (los Estados Unidos), siempre vendrán de allá, fatalmente, el dinero y las armas de los narcotraficantes de aquí. Dejando a un lado la hipocresía, ellos son la causa y nosotros el efecto. O se modifica la causa para que cambie el efecto o se legaliza la producción y el consumo para que cesen las matanzas de culpables e inocentes.

En el caso del doctor Camacho Zamudio, una de las líneas de investigación sobre las causas de su asesinato, apuntan a declaraciones y acciones que realizó al interior de la clínica a cuyas puertas lo asesinaron, denunciando corrupción en el área de medicamentos. De ello dio cuenta en su columna el ameritado periodista Fernando Zepeda, de Mazatlán, lo que no atenúa el crimen execrable ni su condena.

Los conocí a los tres. Resulta espantoso queahora sean pretérito y queden sin castigo sus asesinos, aumentando el doloroso luto humano de nuestra tierra, parafraseando a José Revueltas.

* Economista y compositor

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