Por: José Luis Aguirre Huerta
El cineasta sueco Ingmar Bergman dirige y escribe la película: El séptimo sello; en 1957, ambientada en la Europa medieval, en la época de la peste negra, relatando el viaje del caballero cruzado quien realiza una partida de ajedrez contra la muerte, esta última ha venido a tomar su alma, toda el tema identificado con el libro del apocalipsis, utilizado tanto al inicio como al final del filme. En el libro del apocalipsis capítulo 8 versículo 1 de ese texto de la biblia, se hace alusión al siguiente apotegma: “y cuando el cordero rompió el séptimo sello del rollo, hubo silencio en el cielo, durante una media hora”, ese silencio era el silencio de Jehová; el Dios de los judíos ha iniciado el proceso del exterminio ante la desobediencia de los hombres a sus mandatos.
El caballero medieval de las cruzadas, en presencia de una comarca diezmada por la peste, enfrenta una partida de ajedrez simbólica, con la figura de la muerte para reclamarle su vida, el reto aplazar su ejecución para darle sentido a su vida antes de morir. El cruzado tiene la expectativa de ganarle a la muerte con el juego ciencia, la muerte gana la partida y anuncia que se lo llevara a él y a todos cuanto encuentre en su próximo arribo.El juego ciencia en el tablero ajedrecístico evoca una reflexión de la lucha humana, la razón contra el destino implacable de los hombres, de vivir en la marginación enajenante de una sub- cultura abyecta, que nos conduce al andamiaje de la supervivencia robótica y empedernidamente pobre raciocinio y desarrollo humano. El presente se constituye en un canto a los operadores ajedrecísticos quienes dotados de razón, luchan contra todo aquello que se oponga al criterio matemático y en sí mismo realizan las operaciones necesarias para combatir la ignorancia y la ausencia
de pensamiento, que es la nada.
El tragadero del verano de 2016, un estupendo figón típico de carnes al carbón, de las calles de Ciudad Juárez, hace comparecer ante mis ojos a un niño ya jovencito, de menuda figura al lado de su madre, quien también aspiraba a acceder a ese lugar de asados, y casualmente me dijo: “yo soy ajedrecista”, su frase evocante del Che Guevara en una partida histórica, efectuada contra mi amigo el eterno campeón nacional Raúl Solórzano. A la vuelta de casi un año, me entero que ese jovencito de menuda estampa es campeón estatal Chihuahuense en el juego Ciencia, el buen mozo Gabriel Meraz, ha destacado como digno paradigma de la juventud, el país necesita jóvenes de esa altura, de ese calibre, cuando el barco de la nación atraviese por aguas tormentosas, esa madera de muchachos, como buenos capitanes detentan la consigna histórica de llevar a buen puerto, el barco por el que naveguemos, Gabrielito Meraz constata que los jóvenes de hoy si pueden tener un futuro promisorio y vencer a la muerte, proyectando un horizonte de desarrollo humano, para abrir el arcoíris después de la tormenta.
Ingmar Bergman en sus descripciones de desesperanza, de las esplendidas cintas cinematográficas: “el huevo de la serpiente”, “sonata de otoño”, “de la vida de las marionetas” y “el séptimo sello”, transluce su ánimo de una lucha soterrada, en búsqueda de la esperanza, ese verde rayo luminoso, que sobrevendrá después de las calamidades al abrirse la caja de pandora.
* Abogado y autor