Por: Andres Garrido del Toral
Nos recibe a Pilar Carrillo y a mí enfundado en un elegante sweter azul marino con negro, en su iluminada oficina de Guerrero casi esquina con Santo Domingo, donde sobresalen alguna de sus múltiples preseas ganadas a pulso por todo el mundo y con vistosos posters que atestiguan sus lauros filarmónicos en el orbe. Este personaje de lujo se llama José Guadalupe Flores Almaraz, nativo del tequilero pueblo de Arandas, Jalisco, donde nació el 13 de marzo de 1947, amamantado con un biberón tequileño, con sabor a barro como si fuera un jarro. El maestro me cuenta cómo recibió el Premio Jalisco 1989 de manos del gobernador Cosío Vidaurri, el mismo día que el inmortal Juan José Arreola y el arquitecto creador de las Torres de Satélite.
Entre risas me platica cómo se hizo cargo de la parte musical en la Cumbre Iberoamericana en 1990, dando un concierto con la Orquesta Sinfónica de Guadalajara en el teatro Santos Degollado, estando entre los principales solistas Juan Gabriel y Marco Antonio Muñiz. Aclara que El Divo de Juárez era un profesional para los ensayos y la actuación, que siempre llegaba puntual y dispuesto a acatar las órdenes del director.
Su amistad con Rubén Fuentes, se hizo la colección de grabaciones de cds y dvds de la Orquesta Filarmónica de Querétaro con el inmenso Mariachi Vargas de Tecalitlán, cuyo carácter sinfónico le dio precisamente el compositor jalisciense, Rubén Fuentes, cuando al mariachi de violín, vihuela, guitarrón y guitarras le agregó las trompetas.
El Maestro Flores brincó del Conservatorio de Música de Guadalajara a la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Guadalajara, cansado de hacer pura música religiosa, cantarle a curas y privado de “mirar muchachas”, por lo que en la U de G se graduó de licenciado en Música, siendo un destacado pianista.
La Música la traía de herencia: su padre y abuelo fueron clarinetistas.
Así pues, se desempeñó como pianista en la Sinfónica de Guadalajara y allí es donde le llega la invitación para estudiar en Alemania, donde duró dos años estudiando y estrenándose como Director orquestal. Le dolió dejar el piano pero sus maestros germanos le advirtieron que no podría con las dos cosas y eligió ser de “esos del palito que no hacen nada”. Por cierto que me dicen sus cercanos que hay ratos de soledad o de ensayos interrumpidos que el Maestro Flores agarra un piano de cola y lo toca como los dioses, añorando su época de instrumentista. Tuvo que aprender el idioma Alemán durante seis meses a marchas forzadas, residiendo en la casa de una viejecita cantora, soprano para ser exactos, que tenía un piano en su sala, cosa que aprovechaba el estudiante jalisciense para dar rienda suelta a su pasión pianística, cosa que le agradaba de sobre manera a su anfitriona.
Los maestros que lo marcaron fueron Domingo Lobato, en Guadalajara, y el maestro Kurd en Alemania, sobre todo en composición. Dice que siempre le fue a las gloriosas Chivas Rayadas del Deportivo Guadalajara, pero ahora es Gallo Blanco. Me cuenta que no tiene compositor preferido pero que la obra que más disfruta en dirigir y escuchar es el Réquiem de Mozart. Me hace hincapié que no tiene un concierto que recuerde especialmente porque todo depende de varias circunstancias como el público, foro, músicos y obra a interpretar.
El mejor foro donde se ha presentado es el Lincoln Center de Nueva York ante mil ochocientos asistentes. Considera a la Sinfónica de Guadalajara como su orquesta madre, a la de Xalapa su tutora y a la Filarmónica de Querétaro como su consentida porque nunca había estado tanto tiempo en una organización musical. Aunque en la U de G fue profesor considera que actualmente no tiene alumnos pero tampoco amigos en su profesión, ya que algunos han abusado de la confianza y se tornan irresponsables al creerse protegidos.
Ha dirigido a excelentes cantantes como a la novia de Karajan, Kathya Rossalleli, pero también a Winnifred Fais Brown, Flavio Becerra, Librado Alexander Anderson, Marco Antonio Muñiz, Guadalupe Pineda, Alberto Cortés, Eugenia León, Fernando de la Mora y Leticia Vargas. De Muñiz me dice que sostiene una gran amistad con él, conduciéndole sus conciertos en Bellas Artes en 1966, refiriéndose al Lujo de México como “El Poeta de la Canción” por la forma tan hermosa en que frasea lo que dice musicalmente. Dice que no tiene un tequila preferido, que todo depende de la época, pero le gusta el “3 Generaciones”, aunque a veces el aguarrás está bien.
Ha hecho grandes grabaciones con la Filarmónica de Querétaro, pero su consentida es la del Concierto 35 para Violín y Orquesta de Tchaikovsky por el gran reto que significó amalgamar lo pasional del compositor, la subjetividad del violinista solista y los tiempos perfectos de la orquesta. Su llegada a Querétaro estuvo llena de maravillosas coincidencias: el director sucesor de Sergio Cárdenas fue Jesús Medina que duró escasamente ocho meses; en 1998 contactó a Flores Almaraz el profesor Heriberto Rodríguez y lo convence de presentar un plan orquestal al gobernador Ignacio Loyola y al doctor Ignacio Paulín Cosío, a la sazón presidente del Patronato de la Filarmónica de Querétaro, quienes ya habían dado el puesto a López Ríos.
Flores y su plan causaron una gran impresión en los dos Nachos y es así como se da su nombramiento, empezando una lucha por los derechos sociales de los músicos de la orquesta, los que no tenían nada a su llegada. Consiguió de Nacho Loyola un aumento salarial del 25% para ellos, reconocimiento de antigüedad e inscripción en el IMSS. Ahora el más jodido tiene casa propia.
El gobernador Garrido Patrón les compró un piano de cola traído por tierra desde Nueva York y les construyó el Teatro Metropolitano, a cuya quimérica inauguración vendrían Plácido Domingo, Serrat y Yo Yo Ma, además del gran científico y cellista mexicano Carlos Prieto. De Pancho Domínguez siente que puede recibir mayor apoyo por la cercanía que tiene con Alfredo Botello Montes, el secretario de Educación, con el que tuvo siempre un buen trato desde su vice gubernatura en tiempos de Garrido. Con Pepe Calzada se entrevistó una sola vez, días antes del 1 de octubre de 2009, antes de la toma de posesión de aquél, y no se metió con la orquesta ni para bien ni para mal, todo el contacto era con Laura Corvera Galván, la eficiente directora general del IQCA.
En diez años no han recibido aumento de salarios. En la Declaratoria de Patrimonio Cultural de Querétaro emitido por la Legislatura del estado en favor de la Filarmónica se sintió agradecido con los diputados, pero observo yo, espectador, que fue una gran falta de respeto de los legisladores citarlo a las 9 am y cambiársela para las 11 am sin previo aviso, por lo que decidió el Maestro Flores no perder tiempo y ensayar en el mismo edificio parlamentario. En toda su estadía en Querétaro solamente se ha ido a “La Tiznada” dos veces, con gente formal, como Aurelio Olvera Montaño y José Miguel Epardo Osorio. Me cuenta que ya realizó todos sus sueños, dirigiendo en Rusia, Corea del Sur, Alemania (Berlín mismo), Estados Unidos, Canadá, Brasil y Europa del Este. Viena no entra en sus sueños locos porque tiene bien puestos los pies sobre la tierra.
Me despido con pesar de esta gloria de la música mexicana, saliendo a la calle de Guerrero todo atarantado, no sé si por la sabrosa charla con el Maestro Flores, la compañía del talentoso Miguel Epardo, la lata de Pilarica o la belleza de la queretana Brenda Burciaga, asistente personal del filarmónico más queretano, al que espero encontrármelo socarrón en sus conciertos o tímido en la selección de algún tequila en los rumbos del poniente citadino.
* Doctor en Derecho y Cronista de Querétaro