Por: Juan Carlos González Gastélum
Fotos: Ramón Lozoya
Con esa frase que titula esta entrega también recuerdo a mi madre. En estas fechas que son tan importantes para los mocoritenses y para muchas otras poblaciones que tienen como advocación a la Inmaculada Concepción de María. La recuerdo caminando juntos por las calles de mi pueblo, en un pedregoso recorrido, detrás del vehículo que transportaba el bulto de esa imagen que cuando era niño me parecía que era el rostro más bello, un manto oloroso, su corona y resplandor, con sus ángeles que, me decía mi amá, también cuidaban de mí como la virgen.
Y no paraba de cantar muy sentidamente “la virgen María es nuestra protectora…no hay nada que temeeeer! Y después, ese grito salido con mucha convicción de VIVA LA VIRGEN!. A hora, mi amá se ha ido -hace más de una década- y ese recuerdo sigue en mi tan presente, que en el paseo yo también me animo y grito lo mismo. Así me fue transmitida esa tradición como a muchos otros que ahora llevan a sus hijos al paseo de la virgen. Ahora, después de muchos años, puedo ver como hay cambios sustanciales y en estas fechas son palpables. Las romerías han cobrado otro sentido y en ocasio nes me he quejado de esas decisiones, pero también reflexiono en cuanto a que así es la cultura: viva, cambiante, diversa y a veces, novedosa.
Pero no podemos dejar de sentir esa nostalgia que nos retiene a un tiempo y lugar, soñando con aquello que una vez fue.
Al estar escribiendo esta entrega, de pronto me ocurre la idea de decir a muchos lo importante que es esta fiesta que no sólo es lo religioso, es también lo social, el relajo, la diversión y la participación de la sociedad. Es lo más importante. Desde meses antes, se organizan colectas, se hacen acuerdos, se expresa la voluntad de cooperar con algo para el 8 de diciembre; poner algo para la kermés, participar en la danza a laPatrona, gestionar la pirotecnia, encargarse de organizar la comida, el recorrido o la misa. Son muchas las personas que participan y por ellas esta tradición muy nuestra sigue aquí.
En esta ocasión, es inevitable que en mi pensamiento aparezca mi amá, aunque ahora el recorrido es escoltando por una banda de guerra, una patrulla de la policía y mucho personal de bomberos y protección civil que se encargan del resguardo. Antes no había eso. Hubo ocasiones en que se paseaba a la virgen en andas, y éramos muchos los que nos turnábamos para ayudar, o bien, una camioneta se adornaba y ahí se montaba, atada con tenues listones para que no sufriera daño alguno. Nuestro templo centenario y bello como pocos, se viste de gala, miles de flores lo adornan desde el portón de la entrada y ni qué decir en los arcos interiores o el altar, que se ve precioso, digno de esta fecha. Son muchos los sacerdotes que acuden a concelebrar misa y el Obispo nos deja un mensaje que dura un año. Pues solamente en este día viene y nos visita.
Lo antes escabroso del recorrido ha dado paso a calles pavimentadas y por ello, ya no es una camioneta la que pasea a la virgencita; es un carro muy bien decorado y cubierto de flores, que es empujado y dirigido por jóvenes voluntarios que hacen un recorrido lento, pues detrás va una numerosa procesión compuesta por hombres, mujeres, ancianos y niños. Van rezando un larguísimo rosario, alternado con cantos a María. Después del “guerra, guerra contra Lucifer” es donde rindo mi honor a la santa virgencita y a mi amá al mismo tiempo, gritando “viva la virgen…”
* Catedratico y director de turismo de mocorito