Por: Alberto Ángel “El Cuervo”
—¿Diplomado de qué…?
—Técnica vocal e interpretativa en la música tradicional mexicana.
—a poco para cantar rancheras se necesita estudiar, mano… No friegues…
—Para comenzar, hablar de canciones rancheras es referirse a una pequeña parte de nuestra música tradicional mexicana. Para seguir, el canto y la música, como toda profesión, requieren de una ardua preparación y conocimiento. La carrera de cantante en cualquier conservatorio o Facultad de Música, te lleva no menos de siete años…
—Pues sí, pero estás hablando de cantantes de Ópera… ¡No Compares!
—No, desde luego, no habría punto de comparación… Para cantar la música tradicional mexicana hace falta aprender muchas cosas.
—¡Nomás eso me faltaba, que me vengas a decir que es más difícil cantar las rancheras que la Ópera!
—Mira, si supieras lo que es la canción tradicional mexicana, no estarías diciendo tantas tonterías… Te repito que hablar de música ranchera es referirse a una pequeña parte de nuestra música tradicional mexicana. Si buscas en algún diccionario, te encontrarás que la palabra tradición se refiere a las creencias, obras, costumbres, que se transmiten de generación en generación y que perduran a lo largo de los años… Y nuestra música es precisamente eso.
En alguna ocasión, en una charla con el Maestro Daniel García Blanco, siempre recordado, querido y admirado amigo, junto con el no menos admirado Maestro Heraclio Zepeda allá en la exuberante Chiapas,
escuchábamos al Maestro Zepeda en su siempre divertida e interesante charla decir: “La diferencia entre carnero y borrego, es que el carnero da carne… Y el borrego, da borra” todos soltamos una sonora carcajada de inmediato. Pero a mí, me dejó reflexionando alrededor de muchas cosas; dentro de ellas, lo referente a las definiciones o intentos de las mismas que los autollamados eruditos quieren dar a nuestra música tradicional en muchas ocasiones refiriéndose a ella como “música ranchera”. De este modo, en alguna “conferencia magistral” como les da por llamarle, el orador hablaba de la música ranchera con aires de docto en la materia. Interrumpí preguntándole si podía darme una definición de “música ranchera”, a lo que respondió: Pues es la que cantan los mariachis, los charros… Obviamente, me reí ostensible y sonoramente para argumentar de inmediato que a claras vistas se podía concluir que no tenía ni idea de lo quera la música tradicional y mucho menos de lo que es el mariachi y por qué es distinto de el charro.
Turbado y enojado e intentando esbozar una sonrisa fingida que pudiera ocultar su enojo, me preguntó “¿puede usted, dado su gran conocimiento entonces, decirme lo que es la música ranchera?” burlándome de él y su pose pseudo-intelectual, recordé lo que el Maestro Zepeda había dicho acerca del borrego y el carnero y transpolando su comentario, le dije: “Pues la canción ranchera es la que habla del rancho” la carcajada de los asistentes no se hizo esperar, lo que motivó un mayor desconcierto en el expositor, lo que aproveché para continuar aclarando que la diversidad de géneros en la música tradicional mexicana hace que nuestro país sea, sin lugar a dudas, el que mayor abundancia y riqueza tenga en cuanto a su música en el mundo entero y además, desde luego, aproveché para explicarle que entre charros y mariachis existen muchas diferencias.
Si revisamos lo concerniente a nuestra música, veremos que aunque en la actualidad el mariachi ha abordado todos los géneros de todas las regiones del país, estos mismos siguen manteniendo su estructura y su, por llamarle de alguna manera, su denominación de origen. Así, por ejemplo, en el norte del país permanecen, no obstante el embate extranjerizante en todos los frentes, las Polkas, Redovas, Schotis etc. Y aquí cabe hacer la aclaración de que siendo la Redova un género que llega a nuestro país de
los países sajones europeos, aquí se fabricó un instrumento de percusión conocido en un inicio como “cajita”. Y efectivamente se trata de una cajita de madera de forma rectangular que emite dos sonidos y es percutida con baquetas de las mismas que utilizan las baterías actuales. El ejecutante de esta cajita, percute, baila y canta al mismo tiempo, por lo que esa labor quizá por complicada fue cayendo en desuso y hoy en día es muy difícil encontrar algún grupo norteño que utilice la cajita a la manera tradicional. Es de justicia decir que el grupo femenil norteño “Las Potranquitas del Norte”, continúa utilizándola, pero la que la toca ya solamente baila y percute, no canta. Pues bien, esa cajita, dado que se utilizaba para acompañar el género musical de la Redova, por asociación y por costumbre, comenzó a llamarse justo así, Redova y en la actualidad, hay mucha gente que piensa que redova se refiere en primer término a dicho instrumento de percusión de la muy tradicional música norteña de México.
Por otro lado, en el sureste de nuestro país, tenemos las danzas oaxaqueñas, istmeñas, chiapanecas que acompañadas de la marimba guardan siempre una característica dulzona y melancólica que es un sello simbólico de esa música. Yéndonos más allá, encontramos en la península yucateca géneros románticos tales como el pasillo, bambuco, o simplemente el bolero que en la tierra del mayab cobró tintes tan particulares que tendríamos que hablar del bolero yucateco con toda propiedad. Siguiendo por el golfo, nos encontramos en Veracruz con los sones jarochos y los huapangos, siendo estos últimos muy distintos sin dejar de ser huapangos, dependiendo de la región de la huasteca de donde vengan: Tamaulipas, San Luis, Hidalgo o Veracruz. Las variantes van en la estructura misma del huapango, los instrumentos, la vestimenta etc. Así que aún dentro de la gran diversidad de géneros en la música tradicional mexicana, si profundizamos nos encontraremos con otra división de sub géneros. Y ya que menciono los sones jarochos, se hace necesario hablar de otro tipo de sones dependiendo de la región del país y no hablo de regiones precisamente contiguas.
Así, en el estado de Jalisco, por ejemplo, se tienen los afamados sones jaliscienses que al igual que el huapango tienen pequeñas variantes si se contemplan en su lugar de ejecución y origen… Sones abajeños,
arribeños, calentanos etc, vienen a contribuir al bellísimo abanico de nuestra música. Por la región de occidente, en el estado de Michoacán, encontramos un género musical que muestra aún claramente el sincretismo entre la música prehispánica y la que nos llegó con los europeos. Las Pirecuas… Deliciosas tonadillas con letras sumamente poéticas escritas en lengua purépecha y parte en español, siguen motivando una incomparable emoción en quien las escucha en voces generalmente femeninas que cantan en perfecta armonía coral este bellísimo género de nuestra música tradicional. Si de ahí nos vamos a la tierra de Guerrero, encontraremos también muchos géneros más como la Chilena Guerrerense; misma que, como su nombre lo indica, llega a México proveniente de Chile. Allá, se conoce como Cueca Chilena y en Guerrero se le da una interpretación distinta en ejecución, línea melódica, armónica, rítmica y literaria. Por ello es menester que sea llamada Chilena Guerrerense.
Sin profundizar más, con esto nos damos cuenta de la enorme riqueza musical que nuestro país tiene. Y la música ranchera, misma que bien puede definirse como de la que habla del rancho o bien en un determinado momento como la que nace en el rancho, pues es una pequeña parte de ese abanico que constituye nuestra música tradicional. Y para aquellos que quisieran argumentar que nuestra música tradicional nace en el rancho, pues simplemente les diría que no es así. Gran parte de la hoy llamada música tradicional, en tanto que obra que se transmite de generación en generación y se conserva trascendiendo toda barrera temporal, surge en las metrópolis.
Así, por ejemplo, la música de José Alfredo Jiménez, autor que por antonomasia es considerado símbolo de la música ranchera, nunca escribió en un rancho, toda su obra fue escrita en las ciudades donde vivió y la mayor parte de ellas en la enorme Ciudad de México. Sin embargo, algunas de sus canciones deben ser consideradas canciones rancheras gracias a que precisamente, como le dije a aquel vanidoso conferencista o charlista o lo que sea, “hablan del rancho”. Por supuesto, hay géneros musicales mexicanos que permanecen y cubren prácticamente todo el país con una identidad nacional completa. Así, por ejemplo, el considerado más mexicano de los géneros musicales tradicionales del país: El Corrido. Y esto resulta fácil de entender si pensamos que los corridos se dan en México casi a manera de noticiarios que narraban todo tipo de acontecimientos a lo largo y ancho del país.
Algo similar sucede con el bolero. Podríamos decir que no hay rincón alguno de México en el que no se interpreten y/o se escriban cotidianamente canciones en este género representativo de la emoción romántica por antonomasia. Faltaría, muchos otros, como el vals, mismo que fue prohibido en su ejecución pública por considerarlo una moderna danza demoníaca que incitaba a las damas de buenas costumbres a las faltas a la moral. En fin, como vemos, hablar de la música tradicional calificándola en un intento peyorativo, de menosprecio como “música ranchera”, es simplemente un error muy grande. La música tradicional mexicana es un enorme tesoro que ahora a las nuevas generaciones les corresponde como obligación conocer, conservar y difundir como valiosísima herramienta en la recuperación del orgullo, de la identidad nacionalista.
* Pinto, autor e intérprete