Por: Jaime Irizar
Para efectos de abordar el tema de una actividad actual muy generalizada, misma que se ha convertido en fenómeno social, con todo respeto me atreví a titular éste artículo parodiando la locución famosa emitida por René Descartes, filósofo y matemático francés, cuya vida transcurrió entre el siglo XVI y XVII, la cual a la letra dice: “pienso, luego existo”. Pero antes permítanme decir que los esfuerzos de casi todos los filósofos famosos en la historia, se han enfocado en intentar enseñar a razonar a las mayorías, para tratar de que tengan como precepto principal y principio rector de sus vidas, el hecho de que “el pensar bien, es necesario para actuar bien”, tal y como señalara el padre de la filosofía moderna antes referido. Cabe mencionar que a pesar de tanto ahínco e interés de los mismos, son pobres los resultados obtenidos de está, ya que en un estudio reciente de Robert Swartz, tan sólo el 5 o 10% de la población mundial ha aprendido a pensar, quien además señala, como factor principal la causa, el modelo educativo tradicional que se concreta unicamente a reproducir conocimientos, mas no a la productiva tarea de construirlos.
Resalto lo anterior en virtud de que, a la ya extensa y poca efectiva forma de recibir información en escuelas y universidades, hay que sumarle la infinidad de datos que la tecnología nos regala a través del uso de las redes sociales con los diversos programas existentes en los aparatos electrónicos de moda. (celulares, tablets, y laptops por señalar tan sólo algunos). El creciente y extendido uso de estas redes, en una población mayoritariamente sin capacidad de pensamiento crítico, ha llegado a preocupar a algunos especialistas en sociología y pedagogía que creen que muchos usuarios darán como verdad todo lo que en ellas lean o vean, porque según Swartz, está muy limitada la capacidad de análisis y por ende la posibilidad de construir nuevos juicios apegados a la realidad, y con la avalancha de información que invade a quien aún no ha aprendido a pensar y, es obvio esperar que se confundan sobremanera. El miedo a la soledad, las técnicas aplicadas en el manejo psicológico de las masas, y las estrategias publicitarias, van haciendo de nosotros un ente informe, sin rostro, que nos obliga, para atenuar la angustia que provoca el anonimato, a buscar la asociación en grupos sectas, partidos o gente afín a tus hobbies y pasatiempos.
Tener un sentido de pertenencia e identificación grupal parece ser la actualidad, la prioridad vital. Nada mejor que integrarse a ese gran universo de amigos, ideas, noticias, imágenes, chismes y señalamientos políticos que nos brinda sin costo alguno el uso de las redes sociales. Nada se compara al escribir o replicar ideas o pensamientos, sean verdades o no, para decirle al mundo aquí estoy, “twiteo, luego existo”. Nada malo hay en esta práctica porque sé que cumple, y muy bien, por cierto, con calmar inquietudes y ánimos, mismos que día con día crecen ante la ausencia de líderes verdaderos que sepan despertar sentimientos y acciones para que mediante una lucha organizada se pueda cambiar el estado de las cosas, mismas que por el dolor que nos causan no queremos ver. Carecemos de liderazgos auténticos porque los sistemas políticos aprendieron a aplastarlos en sus inicios o ahogarlos en el mar de corrupción en que se sustenta el poder. Retomando el tema, vale decir que algunos usan las redes para distraerse, otros para ofender, desprestigiar, confundir, evadir realidades, evitar la comunicación personalizada, subir pensamientos y frases célebres, hacer o repetir críticas duras a lo establecido, sin tener la necesidad u obligación moral de aportar elementos de juicio que sustenten lo dicho. En fin, todos encontramos una razón válida y justificante para el excesivo uso de las redes sociales.
Me ha llamado mucho la atención el hecho de cómo se convierte rápidamente en viral un hecho, un vídeo, o una crítica social, personal o política, así como sin una pausa reflexiva, la damos como una versión verdadera de los hechos, solo por la razón de que muchos lo consideran así. Ratificando con ello que la verdad y la locura, son meramente un concepto estadístico. Si todos lo hacen, todos lo dicen o creen, tiene que ser por fuerza verdad. Silogismo puro que define las relaciones interpersonales modernas. A un amigo le escuché decir que muchas de las veces los twitteros, facebookeros y whatsapperos, se parecen bastante en sus conductas habituales, a los “perros de rancho”, los cuales, al oír ladrar a un perro por la noche, todos en automático y sin control alguno, se desatan ladrando sin ton ni son, sin tener siquiera la más mínima idea del porque empezó a ladrar el primero. Irrespetuosa la comparación es cierto, pero no falta de verdad, porque se observa con demasiada frecuencia, que tratándose de noticias alarmistas, críticas políticas, frases de desprestigio o bullyng, sin tener mínimamente una visión de conjunto o darles el beneficio de la duda a lo incorporado en las redes, casi todas las damos como un hecho verdadero sin detenernos siquiera a pensar si tiene fundamento o no, o si no hay intenciones ocultas de otros para manipular nuestras mentes y provocar una respuesta “espontánea” en nosotros para que repliquemos lo visto o leído para alcanzar de esa manera sus intereses obscuros, al fin y al cabo que la libertad de expresión, la impunidad, el anonimato y la irresponsabilidad, nos dan el permiso franco para esto y mucho más.
En ese mismo tenor me seguía comentando mi amigo que cree firmemente que las redes sociales van a transformar el mundo por las medidas de presión que éstas representan para los gobiernos; que nunca se había visto tanta libertad para construir una nueva conciencia social. En parte comparto esa idea le dije, porque aún a tantos años de distancia y pese a los esfuerzos de los filósofos o pensadores, sigo creyendo que las grandes mayorías no saben ni quieren pensar, si no fuera así, de que otro modo me explicaría que hay mucho más interés en el divorcio de Brad Pitt y Angeline Jolie, o en el intento de un fan de morderle los grandes atributos traseros a Kim Kardashian, que en los gravísimos problemas que representa la pobreza, el desempleo, la violencia, las guerras, los refugiados, la pérdida de valores y muchos otros tópicos no menos importantes. Las redes crearán una nueva conciencia social me repetía hasta el cansancio mi amigo, a lo que yo le tuve que responder que: nuevo, no siempre es sinónimo de mejor para los intereses comunes. Dije también que me asombraba el ver cómo nos violentábamos emocionalmente ante el video que versa sobre el maltrato de una mascota, o sobre los excesos de autoridad de las personas encargadas del orden y la seguridad pública, con lo que dicho sea de paso, yo también respondo así, pero cuan débil es nuestra reacción ante los abusos obvios de algunos de nuestros representantes populares y gobernantes, quienes amparados por la impunidad, disponen sin pena en un día para comidas y gastos de representación, lo que equivale a todo un año de salario para un jornalero; además, por si esto fuera poco, somos muy dados a darle “like” a todas sus promociones personales en las redes, mismas que están preparando el terreno para que le regalemos de nuevo nuestro voto en las próximas elecciones: “Trata mal, para que te quieran bien”, reza el famoso dicho.
Amar hasta que duela, decía la madre Teresa de Calcuta para exhortar a todos los hombres y mujeres a la solidaridad y al compromiso social con los menos favorecidos, los débiles y los enfermos de todos los países del mundo.
Pensar, pensar y pensar, reiteran hasta el cansancio los filósofos, hasta que se pueda crear una nueva consciencia social, con ideas y sentimientos reformadores, para dar así una respuesta social organizada a la problemática de cada país en lo particular. Pero si pensar y amar duelen, nadie en su sano juicio va a querer cambiar la diversión y la distracción por una actividad que les hará enfrentar una realidad lastimosa. Nadie cambia camino real por vereda. La ley del menor esfuerzo nos los impide. Si dicen que el perfil de los hombres exitosos se distingue entre otras cosas por la disciplina el interés, la lealtad, y la responsabilidad mostrada en todos sus actos, Herman Hesse en su famosa novela “Siddharta”, nos hace ver que el personaje central de la obra consiguió todos sus propósitos y alcanzó todas sus metas con tan sólo saber hacer tres cosas: ayunar, pensar y esperar. Refiriéndose a un “ayuno” metafórico que signifique no vender nuestra consciencia, dignidad y valores por un plato de lentejas. A “pensar” como el arte de analizar toda situación de manera objetiva, de tal suerte que nuestra visión de las cosas sea lo más apegado a verdad y nos permita en base a ello, a construir nuestros propios juicios para buscar con mejor rumbo las soluciones más pertinentes y posibles. En lo referente a saber “esperar”, lo señala queriendo hacernos entender que por fuerza del tiempo todos, tarde que temprano, nos haremos viejos y habremos de dejar por la misma circunstancia, por enfermedad o muerte, todos los puestos, responsabilidades y bienes a los miembros de la generación que viene detrás, mismos que tendrán que prepararse bien, si aspiran ocupar los lugares de privilegio dentro de la sociedad en que vivan.
Ojalá que mi amigo tenga razón, y que el universo de información que representan las redes sociales y el internet, así como todos los adelantos científicos y tecnológicos que a diario van surgiendo, nos sirvan para mejorar nuestras formas de convivencia y bienestar social, y tengamos esa nueva conciencia que finque su futuro en la honestidad, el abatir la corrupción y la impunidad, además que nos enseñe a ser más humanos, porque ya me estoy cansando de twittear, whatsappear y facebookear con mis familiares y amigos. Quiero de nuevo conocer de viva voz sus inquietudes, sentimientos y aspiraciones. Dejar de ser un frío contacto en sus aparatos electrónicos y volver a ser un padre, hermano, amigo, esposo, o jefe para el resto de los que conforman mi entorno. Creo firmemente que lo antes expuesto, es nostalgia pura de un viejo que aún no se adapta plenamente a la modernidad. Lo admito con cierta tristeza y lo reconozco con gran sinceridad.
Retornemos a la lectura formal que nos ensenará a pensar y apartará de la ignorancia. Volvamos a utilizar con mayor frecuencia la comunicación oral que es más cálida, directa, responsable, pero sobre todo, porque es la que nos distingue del resto de las especies del reino animal.
* Doctor y autor