Por: Alberto Ángel “El Cuervo”
Recibí una invitación de mi querido y admirado amigo Carlos Bracho para asistir a la presentación de dos de sus libros misma que tendría lugar en la sala Ponce de Bellas Artes. Visitar el Palacio de Bellas Artes de la Ciudad de México, es siempre per se una experiencia sumamente placentera. Ahora, teniendo como valor agregado la presentación del libro que les comento y además una exposición de Tolulouse Lautrec en dos de las salas de ese recinto hermosísimo, pues la emoción se duplica o triplica, por así decirlo.
—¿A qué hora será adecuado llegar, mi querido Carlos…?
—Pues mira, está anunciada la presentación a las siete, pero parece ser que vamos a tener mucha afluencia, así que para que puedas tener asientos de primera fila sería conveniente que llegues alrededor de las seis, de ser posible…
—Perfecto… De hecho pienso llegar antes para visitar la exposición de Touluse que tienen en otra de las salas…
—¡Ah, claro, vale la pena! Y de ahí te pasas a la sala Ponce que está en el segundo piso… Pero bueno, qué te digo a ti, conoces perfecto todo eso… Ahí te espero.
A las cinco de la tarde, estaba atravesando la puerta del Palacio, esbozando una sonrisa que debe haberles parecido divagantemente esquizoide a quienes me veían dado mi ensimismamiento… Y es que iba meditando acerca del discurso siempre grandilocuente de mi querido amigo Bracho cualesquiera que fuese la ocasión, lo que le hacía proyectar una simpatía con un carácter intelectual y todo propiedad estuviéramos en Bellas Artes o en la Cantina Salón Chapultepec donde muy comunmente nos reuníamos en años anteriores. Esa cantina, era absolutamente sui generis… Su encanto radicaba quizá en que todo lo imaginable era viable en su interior… Comenzando por los integrantes del grupo reunido: Carlos Bracho, el poeta y loco genial Leopoldo Ayala, José Luis Cuevas y Alberto Ángel “El Cuervo” completando el cuarteto. Al igual que en aquel inmortal “Brindis del Bohemio”, había sonrisas y libación y todo… Los personajes inherentes a la cantina, motivaban aún más, si eso fuera posible, un ambiente horripilantemente bello, asquerosamente delicioso y adecuado para dejar que brotara lo mismo la lectura de un poema de Ayala, o alguna deliciosa historia erótica (siempre erótica) de parte de Cuevas misma que jamás podría saberse hasta qué punto era verdad o mentira… Estas historias eran continuadas, narradas casi como complemento por otras igualmente seductoras en la intención por parte de Carlos… Mientras Bracho narraba sus historias con su acostumbrada rimbombancia discursiva, la cara de aquella mesera en cuya figura podía con algo de dificultad vislumbrarse que en algún tiempo de algún año ya muy añejo había existido una belleza cautivadora y embriagante, dejaba ver los efectos que la narración de esos dos simpáticos erotómanos de Cuevas y Bracho, causaban en su interior como en un viaje a la remembranza de aquel tiempo en que su paisaje epidérmico le permitía derramár placer para el afortunado en turno y para ella misma… De cuando en cuando surgía algún boceto mío o de Cuevas de aquellos personajes encantadoramente mágicos. Un bolero que se ufanaba de ser el más rápido debido a que siendo bizco boleaba dos zapatos al mismo tiempo… Un trovador con una guitarra terriblemente desafinada, falta de cuerdas y con la voz ostensiblemente aguardientosa buscando encontrar el tono que nunca encontraba… Con aquella guitarra que siempre tenía sólo cinco cuerdas porque siempre acababa de reventarse la quinta, cantaba yo a petición de la audiencia, una que otra canción mexicana con la segunda voz de Bracho… El cuadro era completado por un cantinero chimuelo y sonriente y cuya sordera fuese tal vez el motivo de su sonrisa permanente… ¡Inolvidables bohemias!
—¿Credencial de estudiante…?
—¿Cómo…?
—Que si tiene usted credencial de estudiante o de maestro para no cobrarle o bien son 60 pesos…
—¡Ah, sí, perdón… Aquí tiene…!
—La exposición está en dos salas… Del lado izquierdo en el restaurante y luego a la derecha en el salón Adamo Boari…
Touluse-Lautrec… Henri Marie Raymond de Toulouse-Lautrec-Montfa… Parido en cuna de nobles, su destino sería marcado por ello mismo. Debido a las costumbres endogámicas de las llamadas clases de alcurnia, Toulouse y su hermano, fueron seres malogrados físicamente como resultado de los matrimonios de parientes cercanos en su familia. Su figura contrahecha debido a una enfermedad que afectaba el desarrollo de los huesos, fue moldeando no solamente su carácter sino su destino mismo. Sabiéndose marginado y señalado por su condición, fue forjando su vocación de pintor dentro de un estilo o ambiente grotesco dados sus personajes y escenas en las que les plasmaba… Decide irse a vivir a París y ahí conoce a Van Gogh… Resulta lógico suponer que se diera una afinidad entre estos dos personajes dada su locura implícita o explícita y dada la influencia que en sus primeros momentos ambos reciben de la corriente impreionista. Cuando Touluse decide irse a vivir a Montmatre, donde es vecino de Degas, se siente en su ambiente… Ahí no era señalado… Ahí convivían los personajes más extraños que la imaginación pudiese crear… Y surge entonces ahí, dada su afición por los lugares de diversión nocturna, esa necesidad de narrar por medio del trazo, su entorno con personajes tan grotescos a veces como grotesca era su estatura de apenas 1 metro 52 centímetros… “Soy un pintor cronista social” repetía constantemente, y sus obras narraban así los momentos de las prostitutas en el cabaret, en la intimidad o incluso en las visitas médicas… Montmatre… Lugar de aquel París con que todo trabajador del arte soñara… Lugar donde la creatividad podía surgir de manera auténtica y muy a menudo como severa crítica a los poderosos y a lo establecido… Así sucedía en la obra de Touluse… Algo similar a lo que se daba en la inolvidable cantina Salón Bar Chapultepec con ese pequeño grupo de locos donde Bracho narraba junto con Cuevas “nuestras conquistas” solían decir y continúa diciendo mi buen amigo Carlos… Conforme avanzaba en la exposición de Touluse, me adentraba más en la remembranza de aquellas nuestras reuniones en aquel émulo de Montmatre en las calles de Bucareli de la Ciudad de México… Si bien, la influencia del impresionismo impactó en Touluse en un principio, se alejó de ello argumentando que lo importante era la persona, el pueblo y lo que con ello sucedía. Rechazado en los salones elegantes por minusválido, cada vez más el sentido de pertenencia al mundo que Montmatre le ofrecía resultaba envolvente como si fuera el camino al lugar ideal… Contrario a lo que sucedió con su amigo Van Gogh, que nunca vendió una obra en vida, Lautrec pudo vivir bien del producto de sus cuadros, pero lo que más demanda tuvo fueron sus carteles, sus afiches encargados por los dueños de los centros nocturnos… La bailarina Jane Avril, una de sus musas, es constantemente retratada en aquellos carteles… Putas, drogadictos, payasos tristes y ebrios, lisiados, poetas y bailarinas, fueron su laid motiv… Adicto al alcohol, al ajenjo que en aquel entonces era altamente tóxico, finalmente sucumbe ante tanta locura con delirios que le llevaron a la muerte a los apenas 36 años de edad… Salones como el Molin Rouge, Le Chat Noir y el Folies Bergère entre varios más, se convertirían en iconos del encanto turístico de París intentando revivir en cada narración de los guías, el célebre personaje que con la muerte viajó a la inmortalidad: Touluse-Lautrec…
Salgo de la exposición con la melancolía acendrada de manera especial en una especie de identificación con Lautrec… “¡Maestro… Bienvenido, qué bueno que llegaste!” “hombre, mi querido Carlos, no podía faltar” “Aun no abren la sala, estoy esperando a las personas encargadas, pero ya sabes cómo es esto” “no te preocupes, aquí esperamos…” “Sí, por favor, no deben de tardar Dionicio Morales y Nacho Trejo que van a comentar los libros, ya los conoces…” Y la charla nos lleva a la remembranza de nuestras bohemias en aquella cantina de la calle de Bucareli… Por fin abren la sala y comienza la velada… La exposición de Dionicio es muy relajante con esa simpatía de carácter intelectual que le es tan propia, hace una descripción del erotismo y la crítica social que se mueve a la par de las actividades de Carlos Bracho y que narra en los libros “La Lujuria del Gourmet” y “Muerte en la Azotea”… Anécdotas de Carlos Bracho en su eterna búsqueda de apoyo al arte y la justicia, historias de sobremesas lujuriosas y por otro lado de aguerrida lucha sociopolítica de acertada crítica a los poderosos… Toca el turno a Ignacio Trejo quien comenta de manera más formal el talento de nuestro admirado amigo Bracho… La presencia planeada del otro comentarista, mi siempre recordado y admirado amigo René Avilés Fabila, se convierte en un homenaje póstumo dada la sorpresiva partida del Águila Negra, el Capitán Lujuria, como se le llamaba cariñosamente… Al final, no dejo de llevar esas historias del gourmet lujurioso y la crítica social de aquella muerte en la azotea, a la también eterna búsqueda de touluse-Lautrec en su tiempo y su obra… Carlos Bracho, gran actor, fotógrafo, escritor, pintor que fuera también galerista y director del Salón de la Plástica Mexicana, además un inérprete muy cachondo de las canciones putañeras de nuestro repertorio popular y un mejor amigo. Gracias, por los recuerdos, mi querido amigo Carlos Bracho… Gracias por tu talento, tu entrega y tu lucha social que nos permite entrar en la dinámica emoción entre Bracho y Touluse.
* Pinto, autor e intérprete