Por: Sylvia Teresa Manríquez
Se llamaba Teresa, y era mi amiga. Una relación que inició cuando mi hijo entró a su clase en un CENDI. Fortalecimos la amistad en el encuentro diario, el reconocimiento de su entrega en la educación de niños y niñas, la identificación de temas comunes en nuestra vida. Le decíamos Tere y nos la arrebató el cáncer de mama.
Se llama Ana, y es mi amiga. La relación viene del encuentro diario en los pasillos del centro de trabajo. Ella perdió un seno, en una batalla ardua, pero sigue viva. Se llamaba Inés y era mi amiga. A pesar de su muerte mi admiración se fortalece por el respeto que me infunde esta mujer que constantemente luchó contra el cáncer, ese monstruo que le daba treguas esperanzadoras, en medio del constante miedo de que un día se tragaría su vida.
Son cientos de mujeres que a diario pierden la batalla contra el cáncer de mama, en un país que no logra aminorar la segunda causa de muerte entre las féminas, según cifras del INEGI del 2015. Cuando leemos que una mujer de 25 años falleció a consecuencia de esta enfermedad, descubrimos un hogar que se quedó sin pilar, hijos e hijas a quienes les cambia la expectativa de vida; que dejó un lugar vacío en un centro de trabajo y seguramente se perdió una luchadora, que nos enseñó a sobrevivir hasta dónde la enfermedad le permitió.
En Sonora las cifras son similares a las nacionales; los medios nos informan que muere una mujer, a consecuencia del cáncer de mama, cada dos horas. Se llama Ramona y es adulta mayor, el año pasado en una mamografía se detectó una bolita, que fue extirpada y enviada para su análisis, resultando ser cáncer. Fue posible extirparlo y después de un duro y largo tratamiento fue dada de alta.
Según la Organización Mundial de la Salud, en América este cáncer es la segunda causa principal de muerte; además, ocupa el 25% de los cánceres en el mundo, por eso promover la prevención es muy importante.
Cada vez vivimos más y tenemos mayor posibilidad de enfrentar enfermedades como el cáncer de mama. El único factor de prevención que nos puede ayudar a salvar vidas es la autoexploración, y después la mamografía. Se estiman que el 90% de los casos de mama detectados en etapas primarias salvan la vida.
En México, la Norma Oficial Mexicana NOMSSA-211 para la Prevención, Diagnóstico, Tratamiento, Control y Vigilancia Epidemiológica del Cáncer de Mama contempla tres medidas de detección: la autoexploración, el examen clínico de las mamas y la mamografía. Me pregunto cuántas mujeres conocen esta norma, cuántos hombres saben de su existencia y promueven entre las mujeres cercanas a su vida la práctiva de las medidas preventivas.
Si saben que el autoexamen debe realizarse a partir de los 20 años de edad, el examen clínico a partir de los 25 y la mamografía de los 40 a los 69, cada dos años. Me pregunto también si los compañeros varones saben que ellos también pueden padecer cáncer de mama.
Me llamo Sylvia y cuando tenía 30 años me sentí dos bolitas pequeñas en el seno derecho durante un autoexamen. Detectadas a tiempo, fueron extirpadas, resultando ser fibroadenomas sin riesgo de cáncer.
Yo porto un moño rosa como apoyo a la campaña informativa sobre el cáncer de mama, ya que sólo puede salvarse la mujer que lo detecta a tiempo. Me sigo preguntando que hace falta para abatir cifras tan avasalladoras como las que se dan en Sonora. La información está allí, en los medios de comunicación y los centros de salud, ¿Por qué no llega a todas las mujeres y sus familias? ¿Por qué no nos tomamos los minutos suficientes para explorar nuestras mamas?.
Se llama cáncer y nos está robando vidas. Podemos ganarle la batalla pasando la voz, detenerlo es tan fácil como aprender a tocarnos las mamas. Un moño rosa significa la esperanza de la información a tiempo en forma y destino. Hagámoslo posible.
* Escritora y productora de Radio Sonora