Por: Teodoso Navidad Salazar
Hace ya algún tiempo el maestro Bojórquez Camacho publicó esta obra, para lo cual me pidió que hiciera una presentación, que hoy comparto con nuestros lectores. Voces que se van…palabras que se extinguen; este trabajo, como bien apunta el autor, no pretende ser una cátedra, ensayo o investigación con riguroso orden metodológico; más bien, es la búsqueda de un acercamiento para que el lector se identifique con el habla popular de este, y de otro tiempo.
Es un esfuerzo surgido del pueblo mismo, que Francisco René tuvo la inteligencia de recoger al paso de los años, haciendo gala de paciencia y sabiduría, porque él nació allí, en la entraña del pueblo mismo…“criado con tortillas del comal, con gorditas de asiento de cochi, comiendo lo mejor de los animales silvestres, con postres de calabaza cocida con panocha de El Valle, Mocorito, o lechi atole, biscotelas y el pan perfumado con el aroma de mujer, hecho en hornos de tierra, en los que se “tantea” el calor del horno, con ramas de cacarahua”. Por lo que la preocupación por este rescate, tiene una estrecha relación con su origen mismo.
Sin lugar a dudas que este trabajo puede despertar y debe despertar en los lectores, inquietudes, recuerdos acuerdos y desacuerdos, pero ese es, entre otros, el objeto de quien escribe para que otros lo lean. Una gran mayoría de los vocablos que aparecen en este libro, hace poco, eran parte del lenguaje cotidiano, del habla popular; muchos sin ninguna regla lingüística.
Quien haya disfrutado de las lecturas del caballero andante de la triste figura y su fiel escudero, recordará, al leer este trabajo, que son expresiones usadas por quienes intervienen en esa magnifica obra, tal vez la más leída y traducida en el mundo. Voces de un español viejo; antiguo dirían otros.
El hombre y la mujer de la región del Évora, donde confluye la belleza de la costa el valle y lo agreste de la montaña, tiende a exagerar las palabras, magnificándolas. Como para darle fuerza a la expresión se apoyan con las manos, sin contar los gestos reflejados en la cara. Así, tenemos el vocablo “tiempal”. Hacía un “tiempal” que no te veía. Hobrononón; ¡pudo el bulto, ya que era un hombrononón! ¡Era una culebrota, ansinotota! Para referirse a una dama de buen ver, expresa: ¡es un viejononón!. Para comentar que alguien se empapó con la lluvia, expresan: ¡Mira, como vienes entripado!.
No hace mucho, era común que cada familia criara sus cochis (cerdos o puercos), en casa, alimentándolos con los desperdicios de la comida (llamados fregaduras en esta región), apoyados por bledo (quelites) y otras hierbas del campo. El jefe de la casa ordenaba al hijo: “vete por las fregaduras a casa de tía Lupe”.
Atochado se le llama a alguien que está agazapado, esperando algo o a alguien, como una tochi, nombre con el que el sinaloense también llama a la liebre. Para señalar que a alguien le acaban de dar una tunda o una paliza, en la región, se expresa: lo pusieron “barcino” a leñazos, le pegaron con un “güirote”. Y así podríamos ir disfrutando de expresiones como, “el plebío andaba “bichi” y se le veía la “bichola”; traía un sobrero “chirudo”. No te vallas a hacer la “chi” en los pantalones; andaba “enquelitado”; parecía “bolochi”; ponlo en el “cacasti”; le dieron la “calda”; cuídate de los “catarrines”.
Porque en general los sinaloenses no solo utilizamos un tono alto en el hablar, como la mayoría de los que habitamos el noroeste de México, sino que somos arbitrarios al “tutear” a nuestros interlocutores (sean de cualquier parte del país), al entablar un diálogo, pero sobre todo muy expresivos al manifestar emociones, pasiones y afectos. Destacados escritores y cuentistas de la región del Évora, han tenido el tino de describir en relatos estilo costumbrista al verdadero habitante oriundo de esta generosa tierra.
Así, podemos leer los cuentos y relatos de Cipriano Obezo Camargo, nacido en Alhuey, o al desaparecido Arturo Avendaño Gutiérrez, cronista que fue, de Guamúchil (Salvador Alvarado); Herberto Sinagawa Montoya, nativo de La Unión; al cuentista Julián Camacho, de la Isleta, al historiador Gilberto Javier López Alanís y la destacada periodista María Esther Sánchez Armenta, ambos nativos de Guamúchil; los trabajos literarios del Dr. Enrique Peña, David Rubio y Juan Salvador Avilés Ochoa, nativos de Mocorito, por mencionar algunos, sin descuidar por supuesto al autor, nativo de Capomones. Ellos han sabido dar la dimensión justa y perfecta de lo que es nuestro solar nativo y su gente, interpretando fielmente su sentimiento y el pensamiento forjado a través del tiempo, en el crisol de su lucha diaria en el trabajo del campo, en la pesca, en la escuela, la oficina o en la industria.
Seguramente que el lector se identificará con muchas de las palabras aquí escritas, porque es un trabajo escrito en sinaloense y por un sinaloense, diría el maestro Herberto Singawa Montoya, ya que el autor ha tenido la paciencia para recoger, en muchas de las ocasiones de voz de los propios protagonistas, expresiones de la región, no así otras que, poco a poco se fueron entreverando con la llegada de gentes de otras latitudes del país, sobre todo en la etapa del reparto agrario en la región. Este trabajo debe ser leído por propios y extraños a esta tierra; porque como es sabido el castellano nos llegó junto con el arribo de los españoles y se entreveró con las expresiones indígenas de igual forma como se dieron el mestizaje, el intercambio cultural, costumbres, cantos, bailes, fiestas, las artes de pesca y los aperos de labranza y que decir del arte culinario. Muchas de esas herencias en las tradiciones y expresiones han perdurado al paso de los años, otras han desaparecido y otras nos suenan extrañas.
Pero considero que lo mejor será adentrarnos en este nuevo trabajo que Francisco René Bojórquez Camacho, nos entrega para deleite de quienes aspiramos a conservar estas expresiones, ya que mientras haya gente en el pueblo mismo, que las pronuncie, seguirán allí, pasando de generación en generación, sonando natural para unos, extrañas o chuscas para otros.
Por todo lo anterior, saludo con entusiasmo este esfuerzo de Francisco René, que viene a enriquecer su rica obra literaria; porque ha sabido mantenerse fiel a sus orígenes, orgulloso de sus paisanos y de la tierra fértil que no sólo lo vio nacer y crecer, sino formarse como lo que es, hombre de bien; profesionista apasionado por la educación y la cultura; comprometido con la niñez y la juventud de la región del Évora.
Hagan suya esta obra; disfruten y practiquen estas Voces que se van…palabras que se extinguen; precisamente para eso: para que no se vallan y no se extingan y sigan formando parte de nuestra cotidianidad.
* La Promesa Eldorado, Sinaloa, septiembre de 2016
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