Continuación a “El Aguaje del Tigre, 1a parte. Dedicada al “compadre” Félix, personaje con quien convivía durante las vacaciones de verano que pasaba en mi pueblo, en los tiempos de estudiante de prepa y de la universidad. Señalé que era reconocido por sus habilidades en la actividad cinegética. Dije, que circunstancias surgidas en su vida familiar, lo convirtieron, de entusiasta y diligente “guía de cazadores de animales del monte”, en apacible “herrero”, a partir de que instaló el negocio de la fragua, yunque, marro y cizalla en el terruño. Merece quien me lea, enterarse el contexto dentro del cual se materializó este acontecimiento que yo mismo consideré insólito, conociendo la índole telúrica del personaje.
El Autor.
Por: Salvador Echeagary Picos
Lo reafirmo: Le “arraigó” y le cambió el oficio así como la vida de crápula enamorado y contumaz cazador, una jovencita originaria del poblado y de la cual se enamoró perdidamente según lo reconoció ante propios y extraños, y quien lo “convenció” que llevara una existencia sedentaria, en su faceta como “herrero” pueblerino, lo que aceptó en contra de su naturaleza, ya que como antes lo referí, desde joven, vivió de la cacería de animales salvajes que atrapaba en la zona próxima a los “contrafuertes” de la Sierra Madre Occidental; en los valles y humedales de la costa que corresponde a San Ignacio, en la colindancia oeste con el océano pacífico en el sur de Sinaloa.
Así, Félix, llamado en el caserío, “el herrero” por unos, y el “mandilón”, por otros, al cambiar de actividad por influencia de su mujer, logró éxito inmediato en cuanto al ingreso familiar, al presentarse gran demanda de trabajo de parte de los pequeños agricultores tanto del pueblo como de los ranchos vecinos, que solicitaron la reparación de los utensilios que requerían para la temporada de siembra.
Su negocio prosperó; se le hizo necesario contratar los servicios de un auxiliar en la persona de un callado y respetado vecino quien peinaba su plateada cabellera de más de 70 años de edad, ex trabajador en una curtiduría y herrería, y sin que su presencia representara ningún riesgo en el hogar, que les recuerdo servía además, como domicilio de la “herrería” ya que esta estaba instalada en el portal de la casa. Resultó que Félix, decidió imponer “vigilancia” sobre el vecindario y los vecinos, encelando de repente a su bella mujer, que por cierto, lo digo de una vez, lo hizo padre de una hija en vez del primogénito, que con ínfulas de pitonizo anticipó, y me ofreció como ahijado. ¡Eso sí!, la niña era preciosa y como se dice, afortunadamente, no sacó ninguno de los rasgos del papá, que presumía de ser un hombre orgullosamente portador de las tres “efes”: feo, fuerte y formal.
En cuanto se enteró de que la “comadre” había parido a una mujercita, me envió urgente recado profetizando de nuevo, -“el próximo, compadre, será “prieto” como yo, y como se lo debo, también será suyo; entre tanto avíseme cuando pueda venir con el cura de la iglesia pá que bautice a mi güerita” que está linda, de verdad…ya la verá”.- El bautismo de la niña registrada con el nombre de Sofía, como su madre, sería en diciembre, cuando disfrutaría el resto de mis vacaciones de invierno que dedicaría a la organización de la esperada cacería del tigre, bajo la supervisión y guía de mi futuro compadre.
Tenía aproximadamente seis meses haciendo prácticas de tiro al blanco en un club cinegético de Culiacán, con el propósito de no hacer quedar mal a Félix, en el caso de que me tocara la suerte de que me “diera tiro” la fiera, que por cierto, según informes confiables, tenía asolada la región, “cebado” en la vacada que cazaba en las proximidades de la hacienda llamada “Los pozos”, donde se explotaba la cría de ganado de registro, principalmente.
Según la experiencia del “compadre”, el tigre tenía su madriguera en la montaña de los “Robles” y aseguraba que de ser así, era probable que bajara a beber a un “aguaje” que conocía. “De día, lo rastrearemos, de noche, esperaremos que baje a la poza a calmar su sed”.., Es casi seguro, compa, que el tigre no ande cazando en solitario”, agregó con preocupación Félix; “creo que podría acompañarlo la tigresa, y por la cacería que hacen prefiriendo becerros de poca talla, pienso que “arrastran” la carne a la madriguera donde tienen las crías que alimentan”.
Para asegurar que los tigres abrevaran en el aguaje referido, Félix incursionó por faldas y barrancas de la montaña, procediendo a clausurar las pozas que contenían agua, con lo que obligaría a los depredadores a bajar al único aguaje con agua en kilómetros a la redonda, y junto al cual se había construido, en un saliente de la “falda” del cerro, la “carraca” distante aproximadamente 50 metros, y desde la que veríamos a cualquier animal que bajara a beber y que debido a esas ventajas, la utilizaríamos como “coto” de caza nocturno.
Se fijó diciembre para el bautismo y la cacería, en ese orden, toda vez que la corta temporada de caza del venado autorizada por las autoridades cinegéticas, comprendía sólo una semana a mediados del citado mes. El permiso autorizaba la caza de sólo un ejemplar macho.
Félix identificado en la región por las autoridades civiles y militares, como un cazador profesional, presentó ante los mandos, solicitudes de los dueños de ranchos ganaderos de la comarca, en las que rogaban su apoyo para “acabar con las fieras depredadoras que en la zona del Piaxtla, mataban el ganado que representaba el patrimonio familiar”, ofreciendo una recompensa de tener éxito en la empresa.
Magistrado en retiro y autor