Por: Yolanda Villaseñor Zatarain
Os digo Alonso Quijano, bien llamado Don Quijote por algunos naturales y vecinos de la región. No sé en qué pensábais o por dónde andaba tu desviado e inquieto cerebro, cuando decidísteis traerme hasta estas tierras inhóspitas e interminables de la inmortalidad. Yo hubiera sido felíz más felíz si me hubierais dejado en ese lugar de La Mancha de cuyo nombre si quiero acordarme; esa aldea bien amada, rústica si vuestra merced lo queréis, árida, polvosa, con sus lagares caseros y sus verdes campos donde perdía la mirada y el tiempo; Donde laboraba cuando quería y cuando no quería también para que comiera mi familia; esa familia que extraño y que abandoné, cuando me convertí por azares del destino en vuestro escudero señor Quijano, en vuestro guardián, en vuestro servidor, en el paladín de la prudencia; pero no señor, no debí haberos detenido cuando queríais derrotar los monstruos de vuestra delirante imaginación, cuando en realidad no eran más que grandes y amenazadoras aspas de molino, que tan solo podían arrancarte vuestra calenturienta cabeza o por lo menos un pedazo de oreja o de brazo o hacer chiras vuestra ya de por sí abollada armadura; Pero os digo de nuevo y sin que nadie se ofenda por ello, debí haber dejado que el viento os llevara lejos muy lejos arrastrando el globo gigante de vuestra fantasía, errando por el azul del cielo, vos hubierais sido muy féliz y yo me hubiera evitado muchas penas, sobre todo ésta, la de la inmortalidad.
Yo que siempre fui tan tranquilo, que me sentaba siempre sobre aquella piedra gorda que tanto extraño, aquella lomita desde donde podía contemplar todo el lugar; los silos, las pequeñas casas aisladas, los escasos borregos que apacentaba, en ese pasto verdeamarillo tirando a seco en algunas partes, donde el pastoreo era más tupido y por lo tanto más comido por los animales.
Ahí por las tardes me tumbaba en la hierba boca arriba, con la mirada perdida, siguiendo la carrera de las nubes y el vuelo atrevido de algún pájaro; Yo le agradecía a ese gran señor creador del Universo mientras me solazaba con el vientecillo que movía la hierba y a los insectos que merodeaban por esas tierras de Dios ¡Ah, como añoro esos momentos! De tan felices inalcanzables y lejanos, muy lejanos señor, nomás porque se me ocurrió convertirme en tu guardián, en tu ángel salvador, en tu compañero de aventura, en la voz de tu conciencia; ¿para qué señor? Si cada quién es como es y nadie compone a nadie, es la más pura verdad, tú a pesar de los siglos sigues siendo caballero andante y yo tu fiel escudero y vos sabéis mi amo que hemos pasado por muchas tropelías y andanzas en cuatrocientos años que no son pocos, ¡Qué no hemos visto! Tres guerras mundiales y ninguna se caracteriza por sus bondades, cada una tiene lo suyo; Pareciera que llegara el fin del mundo, que el juicio final se acercara.
Miles y millones de muertos, ciudades enteras destruidas, quemadas, saqueadas, bombardeadas; hornos crematorios gigantes, figúrate donde antes asábamos a los cabritos y los lechones para comer, ahora queman a los hombres ¡María Santísima nos asista! Lluvias ácidas ¿sabéis amo lo que es una lluvia ácida? Cae sobre la piel y la carcome, causando grandes ulceraciones y dolores muy intensos inenarrables; imagina nomás mi buen señor Alonso, nosotros nos quedamos atrás, muy atrás, obsoletos podríamos decir, con esas espadas mohosas y esas lanzas amelladas, truncas, definitivamente muy atrás.
Los métodos de combate y de tortura ahora son más… ¿cómo diría yo? refinados. Se pretende destruir con alimentos contaminados, con virus dentro de un sobre, ¿podréis creer algo así? Las cosechas están contaminadas con pesticidas o fungicidas, algo así, son términos muy raros; la comida es sintética o chatarra le dicen ahora, esa palabreja me recuerda vuestra armadura amo. Los pollos se alimentan con alimentos industriales y hormonas y con sus propios deshechos; también se hablan de vacas locas, yo pensaba que sólo la gente enloquecía.
Pero no todo es malo amo, también hemos contemplado los grandes inventos que auxilian a la humanidad, la luz eléctrica ¡imagínate! La luz encerrada en un alambrito como si fuera arte de magia, el agua entubada, el teléfono, las gentes se comunican de un lugar a otro muy distante mediante aparatitos que se ponen al oído. También se han inventado los aparatos eléctricos, las planchas, licuadoras, máquinas que lavan ropa ¡como ayudan a las amas de casa!, pero nos han quitado el placer de verlas inclinadas en la piedra, removiéndose con enjundia para lavar las prendas a la orilla de un Río.
En fin señor a eso le llaman avance, modernidad, progreso, civilización y mientras tantos nuestras pobres figuras siguen caminando a través de los siglos. Yo no sé qué hemos hecho para merecer ese honor (purgatorio diría yo) que disque somos símbolos, paradigmas que algunos te emulan y me emulan ¡pobres los que piensan como tú! Que algo pueden cambiar, ¡no señor no! Porque todos sabemos que no, que el que es buen… perdón, que el que nace para tamal…no, no, que el que nace para maceta no pasa del corredor, por ahí va la cosa ¿no?, porque el que va a ser buen pintor pintará, el que quiera lidiar toros los lidiará, el que quiera darse de topes se los dará aunque le escondan los muros, y así sucesivamente seria el cuento de nunca acabar ¡Pobres! los que te siguen ¡ilusos! Creen que pueden cambiar el mundo, un mundo que ha sido así desde sus inicios.
Por cada buen hombre hay cien o más pícaros, menos mal que Dios protege la inocencia, sino no habría ningún hombre justo.
Por cada idealista como tú, hay quinientos tozudos terrenales como yo, y eso sin contar los materialistas, los envidiosos, los ambiciosos, los avaros, etc., .etc., y toda esa caterva que mejor ya no nombrarla para no manchar ni ensuciar esta página, y a propósito de página quisiera que nunca se hubiera escrito el capítulo donde a don Miguelito Cervantes que Dios lo tenga en su santa gloria, nos hizo aparecer juntos por primera vez; ojalá que se le hubiera derramado la tinta, que se le hubiera traspapelado, que nunca se le hubiera ocurrido y yo señor mío no hubiera caminado durante cuatrocientos años a vuestro lado, cuidándoos de cada molino de viento que se os atravesara.
Os lo digo de verdad señor Quijano con mi mollera bien centrada y mi mano derecha sobre el corazón ¡Como pesa esta ancheta de la inmortalidad!
Sublime Locura
A un Insigne Caballero
Fue hace mucho tiempo un siglo tal vez/ era yo una niña de pálida tez/ cuando don Quijote y Don Sancho Panza/ en su cabalgadura cruzaron/ y entonces también cabalgué.
Y en mi blanco pecho con afanes puros/ su espada crucé./ Fue un sueño, un delirio?/ un claro espejismo ?/ Tal vez/ /Cuando por llanuras/ por áridos campos/ seguí muy de cerca/ muy cerca delgado corcel./No sé cuándo fue/ era yo una niña muy blanca tal vez. Fue un sueño lejano ?/como aquella estrella?/ prestada?/No sé.
Pero en mi camino/ /el buen caballero/ su fiel escudero y su rocinante/ cruzaron y entonces/ cabalgué. /Combatí molinos/ porté su armadura/ levé su estandarte/ por única vez./ Fue hace mucho tiempo/. Un siglo tal vez.
* Poeta, Mazatlán, Sinaloa